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Mirar más al futuro que al pasado

Los colombianos tendemos siempre a mirar hacia el pasado con un espíritu catastrofista.

Estuve leyendo durante las vacaciones un libro que superó mis expectativas. Se trata de las conversaciones que sostuvo un sociólogo de la Universidad del Valle, Alberto Valencia Gutiérrez, con el profesor Daniel Pécaut, académico francés que se convirtió en un estudioso de Colombia desde cuando vino por primera vez al país, en 1964 ('En busca de la nación colombiana', Random House, noviembre del 2017).
Pécaut es un experto en la historia colombiana del siglo XX. Su libro 'Orden y violencia: 1930-1953' es lectura obligada en los cursos de historia, aunque, como lo escribe Valencia en la presentación de estas conversaciones, es “ampliamente reconocido y valorado, pero no tan bien comprendido”, porque no hace un recuento simple de los sucesos sino que los analiza y los interpreta conceptualmente, como buen pensador francés que es.
Pues bien. En este nuevo libro, Pécaut nos destapa episodios muy tristes de su infancia en la Francia ocupada por los nazis, describe el ambiente intelectual parisino de los cincuenta y sesenta del siglo pasado y se centra en América Latina y, particularmente, en Colombia, a donde llegó en momentos en los cuales terminaba la violencia partidista y nacían las Farc. De ahí, como lo dice Pécaut, su entusiasmo por la “posibilidad de un acuerdo entre el Gobierno y las Farc” (las conversaciones tuvieron lugar en 2016).

Para Pécaut, la ideología del progreso nunca se impuso en Colombia. En contraposición, las catástrofes, en este caso los diferentes episodios de violencia, comandan la aprehensión del presente.

Sorprenden en las conversaciones la lucidez y la sensatez del francés. El entrevistador colombiano –que hace muy bien su trabajo– trata de meterlo entre los palos, y Pécaut no se deja. Por ejemplo, no está de acuerdo con la idea de que el Frente Nacional ‘bloqueó’ la política en Colombia. Por el contrario, considera que “los primeros años de este período fueron una edad de oro para los movimientos sociales y las organizaciones políticas de oposición”. Por eso duda de que “el Frente Nacional sea el responsable de los fenómenos de radicalización que ocurrieron a fines de los años setenta que condujeron al auge de la lucha armada”.
* * * *
Una idea que me llama mucho la atención y me parece de una enorme pertinencia para la campaña electoral de este año es la de que los colombianos tendemos siempre a mirar hacia el pasado con un espíritu catastrofista, para recordar el 9 de abril de 1948, la violencia partidista y la lucha armada, y no hacia el futuro pensando en que el país y la sociedad pueden avanzar y progresar.
Para Pécaut, “la ideología del progreso nunca se impuso en Colombia. En contraposición, las catástrofes, en este caso los diferentes episodios de violencia, comandan la aprehensión del presente... Predomina una especie de Vulgata, alimentada por numerosos ensayistas, en virtud de la cual se considera que los fenómenos de violencia siempre han estado presentes, desde las guerras civiles del siglo XIX hasta ahora, formando una trama continua... Los lugares comunes reemplazan el saber: los contextos en los que surgen estos sucesos son dejados de lado... El relato legendario de las Farc o de las utopías revolucionarias del Eln es tomado como matriz, tanto de la historia como de la memoria”.
Ese gusto de los escritores –William Ospina, Enrique Serrano, por ejemplo– por explorar las razones del fracaso colombiano, de un país que siempre fracasa, hace que la población sienta que no es buena para nada y que no tiene futuro, cuando en la realidad sucede todo lo contrario y es mucho mayor el progreso que el retroceso.
El año que se inicia será testigo de un inmenso cambio en el país. Unas elecciones con participación de las Farc en un ambiente nuevo del cual muchos se aprovechan para infundir miedo a lo desconocido.
¿Será que lo conocido es el fracaso y lo desconocido es el progreso?
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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