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Aquí no hay ‘separación de poderes’

Sin justicia, ninguna actividad puede desarrollarse. No hay inversión ni crecimiento económico.

En medio de la tragedia de la justicia colombiana, la lectura para una de mis clases de la semana pasada en la universidad fue, casualmente, de cuatro de los documentos de los “federalistas” en Estados Unidos (The Federalist Papers), escritos por Alexander Hamilton, James Madison y John Jay en 1787, cuando se debatía la ratificación de la Constitución americana por los trece estados que conformaban la Unión en ese momento.
Los tres, Hamilton, Jay y Madison, escribieron 85 cartas bajo el seudónimo Publius, para defender la Constitución y explicar sus conceptos fundamentales, que conforman el engranaje para garantizar el buen gobierno en Estados Unidos. Para Hamilton, la decisión fundamental frente a los representantes de los estados era la de probar “si las sociedades humanas son realmente capaces o no de establecer un buen gobierno como producto de la reflexión y la escogencia o si están destinadas, para siempre, a que sus constituciones dependan de un accidente o de un acto de fuerza”. El planteamiento es de enorme actualidad, particularmente en Colombia.
Un pilar de la Constitución de Estados Unidos es la ‘separación de poderes’. Para Madison –el cuarto presidente– era necesario distribuir el poder en varias ramas como condición indispensable para preservar la libertad. ¿Cómo hacerlo?, se preguntó. “Cada departamento –escribe– debe tener su autonomía propia y estar constituido de tal manera que sus miembros tengan tan poca influencia como sea posible en el nombramiento de los de las otras ramas. Si este principio se aplicara rigurosamente, se requeriría que la selección de los miembros de cada departamento proviniera de la misma fuente de autoridad, el pueblo, a través de canales independientes, sin comunicación entre ellos”. Pero la experiencia enseña que, si bien el pueblo es la autoridad principal, “se requieren precauciones adicionales”.
El mismo Madison dice: “Si los hombres fueran ángeles, no se necesitaría el gobierno... Armar un gobierno administrado por los hombres para los hombres exige, primero, controlar a los gobernados y, enseguida, obligar a que los gobernantes se controlen a sí mismos”. De ahí la necesidad de que los poderes estén separados y se controlen entre sí.
* * * *
En Colombia no existe la separación de poderes. La elección de los magistrados de las cortes por el Congreso y la elaboración de las ternas por otras cortes y por el Consejo Nacional de la Judicatura produjeron estos escandalosos maridajes entre el Congreso y la justicia, que terminaron politizándola y criminalizando la política.
¡Que un expresidente de la Corte Suprema de Justicia se encuentre en la cárcel y otros vayan a seguir la misma suerte es una verdadera vergüenza nacional! Y no solamente hay que preguntarse por qué la Constitución lo permitió, sino de dónde salieron esos individuos, en dónde y cómo se educaron y por qué ascendieron dentro de la Rama. No soy abogado y sé muy poco de la Constitución, pero sí recuerdo que la Corte Suprema, antes de 1991, se nombraba por cooptación y que excelentes abogados y seres humanos llegaban a la Corte. ¿No tocaría volver a la cooptación como mecanismo para seleccionar los magistrados? ¿Y no sería necesario cambiar las reglas para que a las magistraturas se llegara al final de la carrera y el cargo fuera de carácter vitalicio?
En un sistema democrático es indispensable que la justicia funcione y que la sociedad confíe plenamente en la forma como esta se administra. Sin justicia, ninguna actividad puede desarrollarse. No hay inversión ni crecimiento económico. Que es, ni más ni menos, lo que se necesita en Colombia.
CARLOS CABALLERO ARGÁEZ
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