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Khashoggi: un extraño crimen

Aparece más complicada la interpretación de un crimen que sacude cimientos de la casa real saudí.

Antonio Albiñana
Al cumplirse un mes de la desaparición del periodista árabe Jamal Khashoggi, cada día aparece más complicada la interpretación de un crimen que ha provocado la intervención de diversas potencias y sacude los cimientos de la casa real saudí y su vocación hegemónica en Oriente Próximo. Hasta ahora, las informaciones se centran en la truculencia del asesinato, obviando antecedentes y situaciones tanto o más extrañas y la real naturaleza del activismo de la víctima.
Según el diario británico ‘The Independent’, la eliminación de Khashoggi estaría ligada a las luchas feroces en el seno de la familia real saudí, más que a sus artículos críticos o en defensa de las libertades. El periodista estaba al corriente de los negocios de la dinastía y de sus trapos sucios, lo cual le habría aconsejado hace un año exiliarse en Estados Unidos. En realidad, Khashoggi empezó su carrera periodística cooperando con la CIA y la casa real saudí para promocionar la yihad anticomunista de Bin Laden en Afganistán y la región, llegando a ser jefe de prensa del Mukhabarat, los servicios de inteligencia de Arabia Saudí. Desde hace algún tiempo había cuestionado la legitimidad del príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, y manifestado su simpatía por los Hermanos Musulmanes, la rama del islamismo que, discrepante con el wahabismo saudí, gobierna en Catar y Turquía, por lo que fue considerado ‘enemigo’ en ciertos círculos oficiales saudíes.
El pasado mes de septiembre, Khashoggi acudió a la embajada de Arabia en Washington para arreglar papeles con vistas a su matrimonio con una universitaria turca. El jefe de la legación, casualmente el príncipe Khaled, hermano del heredero Bin Salmán, le recomendó hacer el trámite en el consulado de Estambul en Turquía, adonde acudió el día 30. Allí le dijeron que volviera el 2 de octubre a recoger los documentos. Durante el fin de semana se trasladó desde Riad, la capital árabe, un ‘comando de la muerte’ dispuesto a perpetrar uno de los crímenes más chapuceros de la más reciente crónica negra internacional. Entre sus quince integrantes destacaban, según la televisora Al Jazeera, un amigo personal y acompañante habitual del príncipe Salman, y el presidente de la Compañía Saudí de Patología Forense, Salá al Tubaigy, que viajó acompañado de su inseparable motosierra portátil. Se instalaron en el despacho del cónsul Qtaibi a esperar la llegada del infortunado Khashoggi.
El presidente turco, Erdogan, fue el primero que denunció la desaparición del periodista saudí y empezó a dar información del asesinato. Fue el primer ‘beneficiado’ de un suceso que lo ha convertido en defensor impostado de la libertad de expresión y está tratando de utilizar con vistas a su liderazgo en Oriente Próximo. Oculta Erdogan que su régimen ejerce una feroz represión, con más de 60.000 presos políticos, de los que 150 son periodistas.
El presidente Trump ha reaccionado con oscilantes condenas que abominan del crimen pero salvan el régimen de Riad, aliado preferente como enemigo de Irán, suministrador de petróleo y gran comprador de armas, optando por enviar a la jefa de la CIA, Gina Haspel, a Turquía para analizar la situación y la implicación directa en el crimen del heredero Salmán, quien se habría mostrado como un asesino expeditivo a despecho de la costosa campaña mundial de imagen que se ha pagado como ‘príncipe modernizador’ de la teocracia saudí, cuyo reflejo hemos tenido también en medios colombianos. El crimen de Jamal Kashoggi puede haber significado su suicidio como heredero. Su padre, el anciano rey Salmán bin Abdelaziz, se ha visto forzado a tomar de nuevo las riendas del poder en Arabia. La pregunta es cómo irá a afectar este ‘incidente’ la dinámica guerrerista saudí, que tiene a la población de Yemen como primera víctima, en una ofensiva que dura ya más de tres años y se ceba con las armas y bombas que le venden países civilizados, como España, Francia o Alemania.
ANTONIO ALBIÑANA
Antonio Albiñana
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