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Avanza la xenofobia en Europa

Migraciones, asilo y terrorismo, un entramado sobre el que hay que alarmar a la opinión europea.

Los inicios de la presidencia europea semestral de parte de Austria han superado las peores previsiones en cuanto a la cuestión migratoria. El país que, recordemos, se entregó pacíficamente a la dominación de Hitler, está gobernado por una coalición derecha-extrema derecha, con la bandera común de la lucha contra la emigración y el asilo en primer término.
El llamado Partido de la Libertad, fundado tras la segunda Guerra Mundial por nazis austríacos, ocupa un lugar destacado en el gabinete. ‘The New York Times’ ha revelado un documento interno del Gobierno de Austria que muestra claramente sus propósitos para la presidencia de Europa: migraciones, asilo y terrorismo, un entramado sobre el que hay que alarmar a la opinión europea. “La llegada a Europa de los inmigrantes puede constituir un serio problema de seguridad para las generaciones futuras”, se afirma.
De entrada, estas posturas xenófobas han encontrado firmes aliados en gran parte de Europa. No en vano, la primera iniciativa austríaca, la reunión de ministros de Interior celebrada en días pasados en Innsbruck, concluyó que había que reforzar las fronteras exteriores de la Unión, convirtiendo el continente en una gran fortaleza. El nuevo vicepresidente italiano, Matteo Salvini, salió eufórico de la cita: “Nunca he visto en Europa soplar vientos de cambio como los de ahora”, dijo. Se refería a la afinidad con su política de “lograr que los migrantes no lleguen a Europa y devolver a los que lleguen”. Salvini, enfrentándose a miembros de su gobierno, ha tratado de impedir que barcos con inmigrantes rescatados en el Mediterráneo de embarcaciones a la deriva descarguen su “carga humana” en puertos italianos, incluidos guardacostas de la marina.
Avanza la idea de promover campos de internamiento fuera del territorio de la Unión Europea donde los “ilegales” permanezcan retenidos hasta que se decida su futuro: distinguir entre quienes podrían pedir asilo como refugiados que huyen de persecuciones y conflictos y separarlos de los inmigrantes “económicos” que buscan una vida mejor y que hay que expulsar a sus países de origen. Ahora bien, debe evitarse la denominación ‘campos’, para que nadie evoque la época, tan reciente y dolorosa, del nazismo y sus campos de concentración.
Se utiliza la emigración para alentar miedos y prevenciones difusas, negando un fenómeno histórico y hasta las cifras que, por cierto, han disminuido en los últimos años. Hay en el mundo 246 millones de migrantes, menos del 4 % de la población. Requieren una política civilizada, no meramente ‘securitaria’, que implique una corresponsabilidad transversal entre los territorios de origen, tránsito y destino.
En cuanto a los refugiados, el politólogo francés de origen argelino Sami Naïr plantea la disyuntiva: “¿Cómo gestionar el problema, de manera civilizada o no civilizada. Con los argumentos de la extrema derecha o con los de la solidaridad y la civilización? Cinco millones de refugiados de conflictos en los que estamos implicados demandan asilo a una población europea de 520 millones de ciudadanos.
Más allá de estas cifras, la ONU acaba de revelar un informe sobre el futuro crecimiento demográfico de la humanidad. Y resulta que el continente africano llegará en 2050 al 25 % de la población mundial, por lo que, sin adecuación previsible entre el crecimiento demográfico y la capacidad de integración social, será inevitable un desplazamiento de su población. Dedicaremos más espacio a estas proyecciones. Por ahora, no está de más recordar al premio nobel de literatura Wole Soyinka, con quien presenté el informe ‘Cooperar por la supervivencia’, cuando recordaba que “los invasores de ayer se consideran los invadidos hoy”. Europa, que se permitió administrar África como si fuera de su propiedad, vive ahora aterrorizada por la avalancha de inmigrantes: “Hay algo de justicia poética en esta situación”, ironizaba el nigeriano.
ANTONIO ALBIÑANA
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