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Encuestas de opinión: intereses y deficiencias

¿No sería bueno que el Dane, en el marco de las buenas prácticas, hiciera una guía metodológica?

Las encuestas de opinión política se han convertido en Colombia en un negocio muy rentable, en especial en épocas de elecciones parlamentarias y presidenciales, en las que se coluden los intereses de las empresas encuestadoras con los medios de comunicación que las contratan.
De esa forma, cada medio defiende ‘su encuesta’, con expresiones como “la más grande, la más completa, la del mejor diseño”, y otras por el estilo. En ese contexto, la opinión pública recibe un aluvión de información a cual más desconcertante, sin que aquella tenga la capacidad crítica para procesar, digerir y evaluar datos tan diversos. Solo los analistas más avezados se sienten tentados a emitir pronósticos, casi nunca objetivos, pues se acogen, dentro del menú de opciones disponibles, a aquella que está más en la línea de sus preferencias ideológicas o políticas.
Colombia todavía no ha entrado en la fase de madurez política para entender que las encuestas son instrumentos de orientación para observar el grado de penetración de un mensaje en ciertos sectores de opinión, fenómeno que se acrecienta cuando los medios las magnifican, porque se las han apropiado, dado que han sido parte contratantes de las mismas.
Aun cuando en Colombia la realización de encuestas y su publicación están reglamentadas por el Consejo Nacional Electoral, es evidente que existen grandes vacíos en lo que concierne al diseño metodológico, en especial al tamaño de muestra utilizado, los niveles de desagregación, factores de expansión, método de recolección, etc.

Aun cuando en Colombia la realización de encuestas y su publicación están reglamentadas por el Consejo Nacional Electoral, es evidente que existen grandes vacíos.

Tomemos el caso de la encuesta que el 19 de octubre divulgó W Radio, sobre las reacciones del público a los diversos reportajes dados por Germán Vargas Lleras en su reaparición en la escena pública. Aquí debo destacar la primera reacción de la conocida abogada y periodista María Isabel Rueda quien, al ser preguntada al respecto por Julio Sánchez, contrapreguntó si previamente la firma encuestadora les había preguntado a los sujetos encuestados si habían leído u oído tales declaraciones, y la respuesta fue no. Y esa pregunta es clave, por cuanto debió ser el primer filtro con el cual debió partir la encuesta, al estilo de las que se hacen sobre las intenciones de voto, las cuales solo tienen en cuenta la opinión de quienes dicen que tienen la decisión de votar.
Si uno mira los resultados de esa encuesta, podríamos decir que tiene un gran sesgo asimétrico comparado con las otras más recientes sobre intención de voto, en las cuales Vargas Lleras se mueve, entre 22 candidatos en liza, con unos porcentajes de entre 9 y 14 por ciento. En esta, hecha solamente para medir las reacciones en torno a Vargas Lleras, es fácilmente advertible una gavilla de los partidarios de los otros candidatos para reforzar las opiniones desfavorables sobre este candidato.
Una primera apreciación es que en Colombia no existen diseños apropiados y rigurosos de muestras sobre votaciones electorales, por lo que ninguna de las empresas que realizan esa actividad se ha atrevido a pronosticar el volumen de votación esperada para cada candidato y se quedan en lo más fácil que es señalar el porcentaje probable.
De otra parte, en la llamada Gran Encuesta en la que se dice que se realizaron encuestas ponderadas por nivel socioeconómico, género y rangos de edad con base en la información del Censo General 2005, con proyecciones de población recientes, hay que observar que, para tanto nivel de desagregación, el tamaño muestral que usualmente se utiliza luce bastante exiguo en términos representativos. Así mismo, los encuestadores parecen no haber advertido que los estratos estadísticamente de mayor tamaño, como los 1, 2 y 3, son los que menos participación electoral proporcionalmente registran, por lo que realizar expansiones con base en los estratos socioeconómicos con los cuales trabaja el Dane es una audaz maniobra estadística.
Otra anomalía en la que vienen incurriendo las empresas encuestadoras es la de despachar las dos vueltas electorales presidenciales con un mismo sondeo y tamaño de muestra, sin advertir que la segunda vuelta es un universo diferente, más amplio que el de la primera vuelta. No es sino mirar la diferente cantidad de votos entre la primera y segunda vueltas en los certámenes presidenciales en que ello ha ocurrido, pues lo que normalmente sucede es que gran cantidad de electores que no votan en primera vuelta lo hacen en la segunda, dependiendo de los arreglos y formas de realinderamiento de la opinión en función de lo que decidan quienes quedaron eliminados en la primera vuelta.
¿No sería bueno que el Dane, en el marco de las buenas prácticas estadísticas, hiciera una pequeña guía metodológica para hacer más fácil y técnicamente riguroso esta clase de ejercicios, para una mejor comprensión del gran público?
AMADEO RODRÍGUEZ CASTILLA
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