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¿Dónde está el ‘conejo’?

La consulta no fue aprobada, y por eso no se generó ningún compromiso jurídico o político

Con razón se ha dicho que la corrupción está no en la ausencia de normas –que las tenemos de sobra–, sino en el sistema político propiamente dicho, que genera, auspicia, tolera y/o garantiza la impunidad.
Se ha creado un verdadero ‘mito’ alrededor de la mal llamada consulta anticorrupción, que fue votada bajo el engaño de que por ausencia de leyes estamos inundados de corrupción política y administrativa. Se ha llegado a decir, incluso, que el Gobierno le puso conejo a la voluntad popular, y se responsabiliza de ello al presidente Duque y a la ministra del Interior, Nancy Patricia Gutiérrez.
Las cosas no son así. En primer lugar, independientemente del alto volumen de votos conseguidos, la verdad es que la consulta no fue aprobada, y por eso no se generó ningún compromiso jurídico o político, más allá de un supuesto mensaje –que no era necesario reiterar, al costo de 300.000 millones de pesos– de que la sociedad está hasta la coronilla de la corrupción, no solo de la clase dirigente sino del sector privado, jueces, magistrados y dirigentes políticos.
Pero, además, se desconoce, por razones políticas mediáticas, el hecho evidente de que hoy, si se aplicaran la Constitución vigente, el Código Penal y el drástico Código Disciplinario Único, ningún hecho grave de corrupción tendría menos de 10, 15, 20 y hasta 40 años de cárcel. Todo se ha montado sobre argumentos engañosos. Basta que se apliquen las normas sobre enriquecimiento ilícito de funcionarios, vigentes desde hace casi 30 años en Colombia. Una incumplida norma no se ejecuta porque se repita el texto en otra ley, que, en el fondo, era lo que se buscaba con la cacareada consulta.
No hay tal ‘conejo’ porque no se apruebe, por ejemplo, la reducción de los sueldos de congresistas y magistrados –entre otras razones por la cadena de impedimentos presentados hasta por miembros de los partidos que impulsaron la consulta y los congresistas de la Farc–, ya que un funcionario no es más o menos corrupto de acuerdo con sus ingresos. Es otro debate que debe dar el país en un terreno distinto, en el de la equidad en los ingresos y salarios, que debería comprender no solo todo el sector público, sino también el privado.
Es otra falacia sostener que si no se aprueba una limitación de los periodos en que alguien puede permanecer en las Corporaciones de elección popular, se estaría limitando la lucha anticorrupción.
¿Qué tiene que ver una cosa con otra? ¿Cuántos parlamentarios honrados de izquierda –y también de otras colectividades– han permanecido por años sin apropiarse jamás de un peso del erario? En cambio, quien figura como vinculado al caso Odebrecht solo estuvo seis meses en el Senado...
¿Cómo puede tragarse el país semejantes falacias? ¿Por qué se dejó meter en ese redil el presidente Duque para que ahora lo acusen de ‘conejero’?
En cambio, la reforma política sí va en la dirección correcta cuando elimina el voto preferente, foco de corrupción y del aumento desmesurado de los gastos de campaña, que lleva luego al elegido a pagar con contratos y prebendas a sus financiadores. Así se desprende del reciente informe de la MOE. Faltaría el complemento de suprimir la circunscripción nacional para Senado, que convierte en campaña presidencial cada renglón de una lista, con todo lo que ello implica.
En la misma dirección va la propuesta de la reforma política de propender a la financiación preponderantemente estatal. La lista cerrada con mecanismos de democracia interna nos permite tener partidos políticos de verdad, responsabilidad política, y disminuye sensiblemente los gastos electorales. Algo similar puede decirse sobre la mayor participación de la mujer en las listas de los partidos.
Pero la principal reforma política la hace el presidente Duque, cambiando la forma de relacionarse con el Congreso. Suprimir el clientelismo en esa relación es el verdadero camino para combatir la corrupción. Así lo hicieron, entre otros, López Pumarejo y Virgilio Barco. Como dicen los jóvenes: los demás es “carreta pura”. ¿Dónde está entonces el ‘conejo’?
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