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Del bipartidismo a la anarquía política

Ya es hora de acabar esta anárquica seudodemocracia y volver a enseriarla con partidos de verdad.

Para referirse a un momento de desorden institucional, en la década del ochenta, el expresidente Lleras Restrepo acuñó la expresión “país descuadernado”. Pero el verdadero ‘descuadernamiento’ institucional empezó con la Constitución de 1991, más allá del reconocimiento general de la Carta de Derechos, parcialmente de la tutela para hacerlos efectivos, y pare de contar.
A propósito de firmas, recuérdese que la Constituyente se gestó en la séptima papeleta, nunca escrutada. En su convocatoria se violó la Constitución vigente, que, por norma plebiscitaria de 1957, aprobada ampliamente, prohibía de modo inequívoco reformas de la Carta por fuera del Congreso.
Esa asamblea tuvo secuestros como antecedentes: el de Álvaro Gómez en 1988 y su liberación negociada con el M-19 a cambio de una reforma constitucional; y los selectivos de Pablo Escobar en 1990, para quitarse de encima la extradición, verdadero pecado original aún no explicado. Por cierto, los presidentes estamparon su rúbrica en un papel en blanco porque la Constitución aún no estaba terminada, como lo asegura su secretario, Jacobo Pérez Escobar. Un penalista podría decir, burla burlando, que está fundada en falsedad ideológica en documento público.
Hoy, los poderes públicos están más descuadernados que nunca. Arbitrariamente se revocó el Congreso, pero el nuevo no fue mejor, ya que ha protagonizado grandes escándalos como el proceso 8000, la ‘parapolítica’ y ahora el cartel de la toga, pues al politizar la justicia, dándole funciones electorales, la llevaron al actual grado de desprestigio. Crearon toda clase de instituciones, la mayoría de discutible eficacia, que mucho han contribuido al déficit fiscal. En la práctica, la división de poderes ha desaparecido por la profundización del clientelismo, que ahora, extrañamente, preocupa a César Gaviria.

En la práctica, la división de poderes ha desaparecido por la profundización del clientelismo, que ahora, extrañamente, preocupa a César Gaviria.

Se dijo que era urgente terminar el bipartidismo, premisa por demás falsa porque antes de la Constitución del 91, aparte de liberalismo y conservatismo, tuvimos verdaderos partidos, como la Alianza Nacional Popular, el MRL, el Nuevo Liberalismo y el Partido Comunista. Las supuestas “nuevas fuerzas políticas” derivadas de la Constituyente, como Salvación Nacional y Alianza Democrática M-19, duraron lo que un merengue en la puerta de una escuela.
Para “profundizar” la democracia abrieron las puertas a los “grupos significativos de ciudadanos”, o mecanismo de las firmas, hoy en su máximo desprestigio y falta de legitimidad. Desde entonces han existido varios seudopartidos, casi siempre para una sola elección. Por ejemplo: Primero Colombia, Colombia Siempre, Patria Nueva, Somos Colombia, Progresistas, Alas Equipo Colombia, Compromiso Ciudadano, Creemos País, Movimiento Promover Colombia, Por una Colombia Honesta y Fuerte, Ante Todo Colombia, Fuerza Ciudadana, Poder Ciudadano, La Patria de Pie.
Ni qué decir de los ‘partidos’ de indígenas o afrodescendientes que han repartido avales a las más disímiles organizaciones y personas, como a Mockus y a Sergio Fajardo, extrañamente graduado (¿a su pesar?) de ‘izquierdista’. Y muy diciente que las ‘firmas’ hayan sido utilizadas no por ciudadanos en busca de representación, sino por exministros, expresidentes, congresistas, exalcaldes, exgobernadores, casi todos con variada trayectoria política.
En reportaje de Cecilia Orozco, el exregistrador Carlos Ariel Sánchez muestra las fallas de esta última ‘firmatón’: en promedio, más del 50 por ciento de las firmas anuladas, algunas por falsedad; un número de firmas que supera el de votantes, personas que legalmente les firman a todos los candidatos y 5.000 millones de pesos para revisarlas, entre otros entuertos.
Quien firma no tiene compromiso real ni sabe a quién le está firmando. En mi colegio, en Chaparral, un compañero avivato hizo firmar a varios un papel dizque para rifar una novilla... ¡pero era una petición para botar al rector!
Ya es hora de acabar esta anárquica seudodemocracia y volver a enseriarla con partidos de verdad, políticamente responsables.
ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ
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