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Confusión política

¿Qué novedad es reiterar que se combate la corrupción? ¿Acaso algún candidato promete mantenerla?

Una interesante columna del excanciller Julio Londoño, en Semana.com, nos ilustra hasta qué punto nuestra historia política es un permanente reciclar de las mismas ideas o conceptos con nuevas palabras. Ingeniosamente, selecciona discursos de posesión presidencial de Pedro Nel Ospina, López Pumarejo, Lleras Restrepo, Abadía Méndez, Laureano Gómez, Marco Fidel Suárez, Carlos E. Restrepo, Lleras Camargo, López Michelsen, Belisario Betancur, César Gaviria, Virgilio Barco, Misael Pastrana, Eduardo Santos y Guillermo León Valencia, todos del siglo XX.
En todos aparecen las promesas sobre paz, superación de los odios, inutilidad de los cambios constitucionales, reforma del poder judicial, prohibición de excarcelar criminales, lucha contra la corrupción y rescate de la honradez, ineficiencia en la ejecución de obras públicas y fallas en la contratación, relaciones con Venezuela, cooperación con Estados Unidos, importancia de oír a las mujeres en la toma de decisiones, superación de la pobreza extrema y las desigualdades, protección del medioambiente –sin necesidad de partidos disfrazados de verde– y urgencia de ampliar la infraestructura en carreteras, aeropuertos y vías fluviales.
Nada de cuanto ahora se propone dejaron de ofrecer esos presidentes al asumir el cargo. Hoy se emplean otros términos, pero los conceptos son los mismos, generando gran confusión y múltiples lugares comunes. ¿Qué novedad es reiterar que se combate la corrupción? ¿Acaso algún candidato promete mantenerla o aumentarla? Los mismos que como ministros, alcaldes, gobernadores o congresistas han sido impulsores o beneficiarios del clientelismo hoy se comprometen a no tener relaciones clientelistas con el parlamento.

Los mismos que como ministros, alcaldes, gobernadores o congresistas han sido impulsores o beneficiarios del clientelismo hoy se comprometen a no tener relaciones clientelistas con el parlamento.

Y ni hablar de la falsa división entre candidatos de izquierda y de derecha, sin determinar qué se quiere decir con lo uno o con lo otro. Si aplicar la función social de la propiedad; propender por una sociedad igualitaria; defender los derechos de la mujer, de los niños, de los ancianos o de las minorías sexuales o étnicas; hacer prevalecer el interés público sobre el privado; desestimular el ocio en la explotación de la tierra; dentro de una economía de mercado, asignar al Estado su dirección general para democratizar la producción, distribución y consumo de la riqueza; quitarles los bienes a los corruptos y narcotraficantes, y desinvestir a funcionarios que delinquen, es de izquierda, habría que decir que nuestro régimen constitucional lo es ya que todos estos son postulados incumplidos de la Carta Política.
Igual cabe argüir de la búsqueda de la paz entendida no solo como la solución del conflicto con las guerrillas. Por esta vía terminamos graduando de izquierdistas –sin serlo– a personas como Sergio Fajardo y Claudia López, proveniente del peñalosismo.
Descuidarse en la lucha contra la corrupción no es bandera de izquierda. A Lucho Garzón, por ejemplo, nadie podrá acusarlo de corrupto. Y el Polo nunca gobernó solo, sino con ‘la U’, el Partido Liberal, Cambio Radical y el partido Conservador.
Si propender por el respeto al Estado de derecho y las instituciones, a las decisiones judiciales, al adecuado manejo del orden público, al combate de todas las formas de criminalidad es bandera de la derecha, también lo sería la Constitución, que plantea tales principios. Y no pueden catalogarse como de ‘extrema derecha’ a Iván Duque o a Germán Vargas, ni calificar de manera peyorativa a Humberto de la Calle como militante de ‘extrema izquierda’.
Lo que de veras le conviene a Colombia es aplicar los postulados de la socialdemocracia (inmersos en nuestros textos constitucionales), que, sobre la base del respeto al orden y a la propiedad privada, propenden por la distribución de la riqueza, la igualdad y la justicia social. Como dirían los jóvenes, lo demás es carreta.

Jaime Vidal Perdomo.

La muerte de este gran jurista, de tanto y tan brillante aporte para la institucionalidad colombiana, es pérdida irreparable para su familia, colegas, amigos y discípulos. El derecho está de luto, inolvidable maestro.
ALFONSO GÓMEZ MÉNDEZ
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