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Ensayos incómodos

Las edificaciones son los tesoros culturales que guardaron las historias que relatan una identidad.

Alfonso Carvajal
El centro es el corazón de una ciudad no solo por su circulación arterial, sino porque allí nació todo. Las edificaciones, más que una fachada, son los tesoros culturales que guardaron las historias que relatan una identidad. Signos de identidad físicos y espirituales que marcaron las diferentes generaciones de sus habitantes.
En ese sentido, el arquitecto e historiador Luis Fernando González Escobar, en su libro ‘Ensayos inútiles sobre historia urbana de Medellín’ (Ediciones Unaula), título irónico, pues, aunque esboza con rigor qué sucedió a nombre del progreso y la valorización, de una visión “higienista” para ocultar la escoria social, delata las pérdidas del patrimonio arquitectónico de una ciudad, ya irreparables, es decir que su trabajo sirve a la memoria y seguramente incomodará a políticos y urbanizadores del pasado y el presente.
Entre los insucesos a nombre del progreso, González señala las demoliciones del teatro Junín, que “cultivó una desmemoria en Medellín”; el atrio de la iglesia de La Veracruz, cuyas antiguas columnas fueron arrasadas, o la torre del Palacio de Justicia, diseñada por el francés Charles Carré, que dio paso al Palacio Nacional, y el convento de las carmelitas, por su antigüedad y tamaño, y cita al arquitecto José Luis Sert: “Si las nuevas ciudades se construyen sin corazón, jamás podrán ser otra cosa que vulgares campamentos”. El centro de Medellín ha sido maquillado varias veces, deformando su rostro original, y, según González, reseñar estos adefesios urbanísticos no es un simple acto de romanticismo, sino también de ahondar en una realidad y una clase dirigente que ha disminuido el patrimonio de nuestras ciudades, una retrospectiva crítica que sirve para llamar la atención de arquitectos y de la ciudadanía para entender su paisaje y sus orígenes.
González también ha escrito ‘Luis Llach, el arquitecto de Quibdó’, en el que rastrea la presencia del catalán en la capital del Chocó a principios del siglo XX. Y ‘Del alarife al arquitecto’, según Alberto Saldarriaga Roa, “un trabajo historiográfico monumental” que analiza el paso del maestro de obra al arquitecto profesional (1847-1936).
González, ganador de la medalla Gerardo Molina de la Universidad Nacional, es un arquitecto humanista que cree en la integralidad del conocimiento para preservar la memoria patrimonial e intangible de nuestras sociedades.
ALFONSO CARVAJAL
Alfonso Carvajal
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