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La libertad de expresión se mejora con más libertad

Las patentes deben definirse en el mercado como acuerdos voluntarios, terminando con los monopolios.

A raíz de las ‘fake news’ se están produciendo actitudes preocupantes. Por ejemplo, una asociación de medios argentinos realizó una campaña con la intención de que las redes sociales fueran controladas por el Estado (¡políticos controlando a los ciudadanos!), argumentando que ellos tienen “editor responsable”, en tanto que en las redes “nadie da la cara”. Le temen a la competencia que trae el desarrollo tecnológico y no tienen mejor idea que atacar la libertad de los usuarios.
Días atrás les agradecí a mis ‘amigos’ virtuales de Facebook ya que me ayudaron —al igual que la enciclopedia más consultada, Wikipedia— con sus opiniones a escribir una de mis columnas. Decía Paul Feyerabend —el mejor epistemólogo que conozco— que el sentido común de la gente suele ser más acertado que las proposiciones de los expertos.
Y los hay más violentos. David Fahrenkrug, exmilitar experto en ciberguerra, dice: “El Gobierno tendrá que… enfrentarse a responsabilidades ya sea por la información falsa o por las cuentas falsas”. Lo asusta lo que pasó con Edward Snowden, que filtró secretos militares, y no es para menos, ya que la violencia puede ser inutilizada con información: de qué sirve el mejor ejército si pueden anticiparse sus movimientos y escapar.
Pero a la vez reconoce que los peligrosos ciberataques son, en realidad, inofensivos. El virus Stuxnet, que Israel habría lanzado en 2010 contra Irán, fue neutralizado tan pronto fue descubierto. Los rusos intentaron tumbar la red eléctrica de Ucrania en 2015 y solo lo lograron por partes y por pocas horas.

Le temen a la competencia que trae el desarrollo tecnológico y no tienen mejor idea que atacar la libertad de los usuarios.

Otra reacción insólita es la de algunos como Freedom From Facebook, que propone terminar con el monopolio de esta red social demandando al Gobierno que la obligue a vender WhatsApp, Instagram y Messenger, entre otras medidas. Sin duda existe un monopolio que no le hace bien a la libertad de expresión, pero se soluciona al revés, no coartando sino dando más libertad al mercado, a las personas.
A ver. El mercado es el que determina a quién corresponde cada cosa. Por ejemplo, al comprar un automóvil, el vendedor lo entrega a cambio de un dinero. Así, con estas relaciones pacíficas y voluntarias, se define la propiedad. Porque si resulta de una ley coactivamente (vía monopolio de la violencia estatal) impuesta, significa que no se daría naturalmente y, por tanto, es ilegítima y viola la verdadera propiedad.
Así, las leyes sobre derechos de autor o ‘copyrights’, que crean una propiedad, son una violación de las reglas morales del mercado y garantizan monopolios con la excusa de que la libre circulación de ideas originales desincentivaría la creatividad, cuando, por el contrario, la libertad provoca que, sobre trabajos ya realizados, se sumen otros impulsando el desarrollo. Las patentes y ‘copyrights’ deben definirse dentro del mercado como acuerdos voluntarios, terminando con los poderosos monopolios de las redes sociales y tantos otros.
Por cierto, según serios historiadores, Thomas Edison era un ‘patentador serial’ con el fin de hacer fortuna. Patentó unos mil inventos y no resulta creíble que fuera tan genial. De hecho, la lámpara incandescente solo fue perfeccionada por él y patentada en 1879; sin embargo, Heinrich Goebel fabricó lámparas tres décadas antes. Por su parte, el británico Joseph Swan obtuvo la primera patente en Gran Bretaña, en 1878, y llevó a su enriquecido plagiador, Edison, a las cortes británicas, las cuales le dieron la razón.
ALEJANDRO TAGLIAVINI
* Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California.
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