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Los intocables

A ellos no les cambia nada  los colombianos volvemos a ser vistos y tratados como criminales.

NUEVA YORK. Yo entiendo cómo el intento de los expresidentes Uribe y Pastrana de desprestigiar y pordebajear a Colombia a los ojos de la nueva administración norteamericana ha sido interpretado por muchos colombianos como una traición. Ir a aparecerse al club del líder del país más poderoso del mundo para pedirle que convierta a Colombia en uno de sus objetivos geopolíticos es tan insólito que parece un plan ideado por el enemigo.
Después de todo lo que hemos pasado. De cinco décadas de una guerra contra las drogas en la que solo nuestro lado ha puesto los muertos. Después de lo que nos ha costado sacudirnos la reputación de narcotraficantes y de parias. De las veces que ha tocado explicarle a la gente que lo que muestran en Narcos es el pasado y no el presente. De todos los viajes en que nos han mandado al cuartico de inmigración, la mano temblorosa cargando el infame pasaporte vino tinto. Como si no bastara la suspicacia, el prejuicio, la condescendencia con que a menudo somos vistos y evaluados los colombianos por el pecado de ser colombianos.
Después de todo eso, dos compatriotas, envueltos en el manto de credibilidad y respetabilidad que les otorga haber ocupado el cargo más alto del país, viajan deliberadamente a Estados Unidos a plantar en la nueva administración la semilla de la desconfianza y a tratar de infectar con el virus de la sospecha a una Casa Blanca que poco y nada sabe de Colombia. Ese afán por imponer su narrativa distorsionada y remplazar la imagen de una nación seria que enfrenta sus desafíos con coraje y realismo por una caricatura de república bananera a la que hay devolver con urgencia a la lista negra podrá no ser traición, pero sí es imperdonable.

Los políticos colombianos le llevaron un tema totalmente interno a un presidente que ni siquiera ha podido organizar su propia agenda nacional.

Y uno tiene que preguntarse: ¿por qué los expresidentes Uribe y Pastrana harían algo así? Les da réditos políticos, está claro. Pero, de verdad, ¿por qué lo hacen? Por una razón muy simple: a ellos, los intocables, no les cambia nada. De la misma manera como se opusieron ferozmente a la paz porque les resultaba más cómodo pelear la guerra por control remoto con los hijos ajenos, a ellos no les cambia nada si Colombia vuelve a ser una mala palabra y los colombianos volvemos a ser vistos y tratados como criminales.
Ellos seguirán viviendo su vida de privilegio, siendo recibidos con tapete rojo a donde vayan, mirando la vida del pueblo colombiano que tanto invocan en sus denuncias pasar frente a sus ojos como si fuera una serie de televisión. A quienes con tanto fervor defienden en las redes sociales ese intento por minar la confianza ajena hacia nuestro país, les recuerdo que serán ellos, no los exmandatarios, los que sientan las consecuencias.
Es imposible tratar de anticipar cómo va a reaccionar la administración norteamericana a lo que se habló en la supuesta reunión, lo mismo que a lo planteado por el expresidente Uribe en su carta de “denuncia”. Los políticos colombianos le llevaron un tema totalmente interno a un presidente que ni siquiera ha podido organizar su propia agenda nacional, así que no veo que esté pasando nada, al menos a corto plazo. Para no mencionar que entre Corea del Norte, Siria y ahora también Irán, el gobierno Trump tiene suficientes frentes que atender.
Pero eso no elimina el hecho de que dos expresidentes tomaron la iniciativa de tratar de envenenar las relaciones bilaterales que han sido uno de los puntos altos de la política exterior de ambos países en las últimas décadas. Y que al hacerlo lo único que lograron fue autopromoverse a costa del resto de sus compatriotas, que lo último que necesitan es que los vuelvan a tratar como ciudadanos de tercera categoría.
ADRIANA LA ROTTA
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