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Señor presidente

No se puede guardar silencio durante tanto tiempo mientras se mata la gente.

Lo más raro de la ola de muertes en Colombia es que mientras mataban líderes sociales, el presidente electo y el presidente en funciones tuiteban dolidos por la eliminación del Mundial y mandaban apoyo a los jugadores mientras callaban sobre los crímenes. Tal es nuestra realidad que lo extraño no es que asesinen personas, sino que los encargados de dirigir el país se muestren más compungidos por un partido que por una matanza.
Ambos se pronunciaron al respecto, pero al otro día, luego de mandar fuerza al equipo, elogiar a Yerry Mina y, en el caso de Duque, ‘postear’ una foto con James y dar parte de tranquilidad con respecto a la caída de Álvaro Uribe cuando montaba a caballo. Entonces pasan dos cosas: o son insensibles o llevan el dolor por dentro y no lo expresan, cosa improbable, porque ser político es montarse siempre al bus de la victoria y mostrarse dolido por lo que sea para ganar popularidad y no echarse a la gente encima.
O, quizá, ambos sepan algo que nosotros no, porque no se puede guardar silencio durante tanto tiempo mientras se mata la gente. O sea, sí se puede, el mundo entero lo hace. Vivimos en medio de la muerte, las injusticias y la pobreza, pero eso no nos corta las ganas de gastar de más, irnos de viaje y de fiesta, comer rico, cambiar el carro y el celular y ver el Mundial de fútbol como si no existiera nada más. Es tan humano que lo puedes hacer de frente, sin que nadie te lo reclame porque anda en las mismas; pero no si eres el presidente de un país. Se supone que quien llega al cargo tiene capacidades extraordinarias, entre ellas un alto sentido del servicio y una sensibilidad excepcional, pero ya no estoy tan seguro. No es fácil ser presidente si te preocupa la gente, pero si lo que te gusta es el poder, presidir un país debe de ser la cosa más deliciosa mundo.

Tal es nuestra realidad que lo extraño no es que asesinen personas, sino que los encargados de dirigir el país se muestren más compungidos por un partido que por una matanza.

Luego está la plebe, nosotros, que nos matamos no a bala, sino a insultos, tratándonos de ‘paracos’ y mamertos, de fanáticos de la motosierra y adoradores de Petro, sin que demasiados le aporten nivel al debate. Se ve de todo: el que divide la vida de las personas según categorías, pero no lo hace de frente, o el que cuestiona la condición de líderes sociales de las víctimas y dice que se trata de delincuentes, narcotraficantes, disidentes de las Farc, concluyendo que son buenos muertos (sin tampoco decirlo de frente). Yo creo que lo mejor sería arrancar por dejar la hipocresía de pretender que la vida es importante. En Colombia parece que muchos piensan que la limpieza social es necesaria, exterminio primero que transformación social, y que antes de avanzar como nación es necesario arrancar la maleza que la cubre a como dé lugar.
Esto no es nuevo, y no es que Santos y Duque sean culpables o cómplices de lo que ocurre, pero su silencio y pasividad no los dejan bien parados. Es como si fuera muy conveniente para ellos todo esto que pasa, como un trabajo sucio que alguien más tiene que hacer, y ellos, en su rol de presidentes, surgirán en algún momento como los solucionadores del problema. Sin embargo, en la historia reciente del país hemos tenido ‘falsos positivos’ y asesinatos de líderes, episodios en los que el Gobierno no solo ha exhibido indolencia, sino que en ocasiones ha sido el verdugo.
Todo apunta a que los asesinatos seguirán, lo mismo que los reclamos de un sector del país para que paren. No solo es momento de que el Gobierno se tome esto en serio, sino que nos aclare si los líderes sociales sí son tales o si se trata de delincuentes camuflados en la sociedad, pues parece que estuvieran metiendo a unos y otros en la misma bolsa, confirmando así la poca importancia que le da a esto. Por lo pronto, la única salida para las potenciales víctimas es que Pékerman las convoque; solo así tienen garantizado que el presidente de turno les ponga atención.
ADOLFO ZABLEH DURÁN
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