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Las predicadoras

Se siente que lo que les importa no es el feminismo ni la mujer oprimida, sino su propio discurso.

Adolfo Zableh Durán
Un juez ordenó que el lema de Bogotá sea ahora ‘Bogotá para todos y para todas’, y es chistoso porque a ratos esta ciudad parece no ser de nadie ni para nadie.
Yo no sé si esté bien o mal, si vaya a costar un cerro de plata adaptar el nuevo eslogan o si haya gente que se sienta excluida con el ‘Bogotá para todos’ a secas; lo que sí tengo claro es que desconfío de los que usan el lenguaje incluyente. Me parece que no son honestos y que están buscando o tapando algo. Van detrás de adeptos, aceptación o votos, como Petro, o tratan de ocultar que todo se derrumba, como Maduro, que insiste en maquillar como incluyente la sociedad represiva que gobierna.
Y siento que varias feministas son así, postizas, posudas, sobreactuadas; y ojo que hablo de feministas, no del feminismo. Aunque ambas cosas deberían estar íntimamente ligadas, a ratos lucen muy distanciadas. Muchas feministas se alimentan de la polémica. La viven creando y situándose en el centro de ella, y cuando no, buscan dónde hay una para involucrarse.
Es como si hubieran visto en el feminismo un hueco de mercado y hubieran dicho esto es lo mío. En eso se parecen a esos políticos que han cogido de caballo de batalla a la niñez desamparada, las minorías, el cambio climático, todas causas nobles y plausibles, y mientras obran como salvadores del mundo van recolectando votos.

El tema no es con el feminismo, sino con algunas feministas que dicen representarlo.

Es la misma sensación que despiertan algunas feministas locales. Se han adueñado de un discurso y han vuelto de la victimización un negocio. Las mujeres sí son víctimas; son acosadas, discriminadas, abusadas, maltratadas, asesinadas, pero eso no es lo mismo que victimizarse, de ahí que luzca que su mensaje viene con manipulación incluida. Y hasta las entiendo, es muy humano sacar provecho de una situación de desventaja, así sea de forma inconsciente.
Ha pasado con el exterminio sistemático de pueblos a través de la historia y con el racismo en Estados Unidos, por poner dos ejemplos. Yo mismo me vivo valiendo del tartamudeo para obtener cosas o zafarme de ellas cuando me veo en aprietos. Por eso insisto que el tema no es con el feminismo, sino con algunas feministas que dicen representarlo.
Es que también se siente que lo que les importa no es el feminismo ni la mujer oprimida, sino su propio discurso, su ego, lucirse, imponerse y tener razón. Tanto que, por alguna razón, sienten la necesidad de responderse públicamente unas a otras, como si importara, como si la lucha contra el machismo fuera por ese lado y no con hechos. Conozco muchas mujeres que en lugar de vender humo tienen trabajo palpable y comprobable en comunidades vulnerables. Sus nombres no suenan porque no mojan prensa, pero su impacto es mayor.
Las oportunistas del feminismo están corrompiendo el término, así como los emprendedores de papel lo han hecho con el emprendimiento. Emprender es una maravilla, el lío es los que se las dan de emprendedores y viven dando charlas al respecto, pero va uno a ver y no tienen nada concreto, solo palabras. Como yo lo veo, uno da charlas cuando se ha consagrado, cuando ha cambiado el mundo, su mundo, con acciones, por eso creo que el feminismo necesita más trabajo de campo y menos predicadoras. Y ni hablar de las que están en redes sociales; mucha machista regenerada, mucha indignación, mucho grito, mucho heteropatriarcado y pocos hechos.
No quiero irme sin aclarar que mi intención no es generalizar y que en estos tiempos de cambios necesitamos el feminismo y a las feministas. Lo otro que quiero pedir es que no se arme polémica por esta columna, que no vale la pena. Ahora, si sienten que tienen que decir algo, no vayan a hacer un texto público, dejen de facturar a costa de un tema tan álgido. Si quieren decirme algo, manden un mail.
ADOLFO ZABLEH DURÁN
Adolfo Zableh Durán
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