¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

La envidia

Vengarse es uno de esos actos que afectan al que lo comete y no a la supuesta víctima.

Suelo criticar a la gente cuando hace cosas que yo no soy capaz de hacer. No envidio a quien tiene, porque yo mismo siento que tengo más de lo que necesito, y ojo que no tengo mucho. Si entra a mi casa, que ni siquiera es mía, verá que está semivacía, con apenas lo justo. Y, aun así, cada vez que entro siento que me sobran objetos y podría vivir con la mitad de ellos. Al respecto pienso siempre en Benny Hill, a quien encontraron muerto en su lujoso apartamento en Londres con apenas un colchón y un televisor.
Mi pobreza no es económica, sino de actos. Mi vida consiste en hacer la menor cantidad de cosas posibles, y eso me jode, no solo porque suelo quedarme con las ganas, sino porque la envidia me lleva a mirar a los otros con lupa. Critico a los que se disfrazan en Halloween y celebran Navidad desde el primero de noviembre, cuando lo cierto es que quisiera disfrazarme dos fines de semana seguidos de ser necesario, y no tener que esperar a diciembre para cantar villancicos y jugar aguinaldos. Envidio a los que se enfiestan con lo que sea y bailan salsa, reguetón, el himno nacional. Envidio a los amigueros, a los que van por la calle y saludan porque sí.
De hecho, cuando siento que me estoy volviendo cliente fijo de algún negocio dejo de ir porque me incomoda que desconocidos me hablen, pero en el fondo quisiera ir de tienda en tienda hablando con todos, agitando la mano y haciendo amigos. Lo deseo, pero no se me da, por eso ando por la calle con cara de ‘si te acercas te mato’.
Envidio, en general, a los que viven sin pena ni miedo. Dice mi sicóloga que dentro de mí vive ese ser que describo, pero que toda la vida me he esforzado por reprimirlo y mostrarme como lo opuesto. Me hago el misterioso, pero la verdad es que me muero por perder toda noción de vergüenza, al punto de ser capaz de saludar los meses como si fueran personas. Decir ‘Hola, noviembre, sorpréndeme’, sin que me importe que suene como idiota.
Envidio, sobre todo, a los que hablan de corrido; es decir, a todo el mundo. Por eso escribo. Me hice columnista no solo por gusto, sino por envidia. Al no poder hablar fluido, sentía que no tenía de otra que escribir más y mejor que los demás, una especie de venganza contra el mundo. Y, aunque a ratos funcione, al final es inútil porque vengarse es uno de esos actos que afectan al que lo comete y no a la supuesta víctima.
De tanto envidiar he aprendido a reconocer a los envidiosos, diga usted, el actual partido de gobierno. Durante ocho años, sus miembros azotaron a Santos porque se les volteó, por eso criticaban todo lo que hacía. Les dolía no solo la traición, sino no poder actuar a sus anchas por no estar en el poder. Entonces, lo que estamos viendo hoy, y seguiremos viendo, es que quienes nos gobiernan hacen las cosas que tanto criticaron cuando formaban parte de la oposición: ser populista, subir impuestos, gastar de más. ¿Sube el dólar y hay ataques terroristas? Hasta el pasado agosto, esas cosas eran el reflejo de un país a la deriva, hoy son mera anécdota.
Tal vez, Santos no era la gran cosa, pero de tanto ataque terminamos sintiendo empatía hacia él. Este gobierno, en cambio, no me gusta de lleno, empezando por el Presidente. Hay algo en él que no cuadra, y no me refiero solo a que haya criticado la subida de impuestos para que ahora nos la esté aplicando. Eso es lo de menos. Hay algo en sus fotos promocionales, en su voz ahogada y sin fuerza, en los sombreros que usa, en su afán de caer bien pese a su poco carisma, que hace que confiar en él resulte imposible.
Es eso o que envidio tanto lo que es y lo que ha logrado que por eso lo critico. Le voy a preguntar a mi sicóloga a ver qué me dice. Temo no hallar respuestas con ella y que, más que un sicólogo, necesite un psiquiatra, a ver si me explica por qué alguien como yo querría ser presidente de un país como este.
ADOLFO ZABLEH DURÁN
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO

Más de Redacción