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Latinoamérica

El fin del ‘correísmo-leninismo’ y la pelea por el poder en Ecuador

El expresidente ecuatoriano Rafael Correa (izq.), y Lenín Moreno, actual mandatario.

El expresidente ecuatoriano Rafael Correa (izq.), y Lenín Moreno, actual mandatario.

Foto:Jose Jácome / EFE

La ruptura entre Correa y el presidente Lenín Moreno comenzó el día de la posesión de éste.

Ecuador cierra una convulsionada semana en la que la confrontación entre el expresidente Rafael Correa y el actual mandatario, Lenín Moreno, quienes intentan, cada uno por su lado, prevalecer con fuerza, poder y liderazgo en la conducción del Ecuador, pronostica un vendaval político de difíciles predicciones.
Los ecuatorianos viven absortos en un nuevo y vertiginoso episodio político que a apenas 75 días de asumir Moreno la Presidencia de la República ya tiene su primer desenlace: la cesación de todas las funciones que al inicio del gobierno encargó a su vicepresidente, Jorge Glas. En adelante, el ‘vice’ estará restringido a la única función constitucional de reemplazar al presidente en caso de ausencia temporal o definitiva.
La decisión significa ponerle una lápida a la vida política de Glas y abrir el espacio para un eventual proceso por las denuncias de supuesta corrupción que enfrenta por el escándalo regional de Odebrecht y otros procesos de contratación relacionados con obras estratégicas en los cuales también se involucra a Ricardo Rivera, tío del vicepresidente, hoy detenido en Ecuador y quien habría recibido millonarias cifras a nombre de Glas.
En las últimas horas, la delación del exejecutivo de Odebrecht José Conceição Santos reveló ante la justicia de Brasil que la empresa brasileña habría pagado entre 2012 y 2016 coimas por 14,1 millones de dólares a Glas y que Rivera actuó como intermediario.
Para analistas como Franklin Ramírez, catedrático de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), “el tema de la corrupción quedó largamente posicionado en la agenda política y en la opinión pública en el curso de la última campaña electoral, y el presidente Lenín Moreno siempre comprometió una ‘cirugía mayor’ contra la corrupción”. El retiro de funciones al vicepresidente está ligado a esas promesas de campaña luego de los últimos acontecimientos que señalan a Glas.
Pero, las diferencias entre Moreno y Correa comenzaron a marcarse el mismo día de la transmisión del mando, cuando Moreno sorprendió con un discurso llamando al diálogo a todos los sectores sociales, particularmente a los que Correa había aislado y denostado durante sus 10 años de gobierno.
El ejercicio del poder, como lo analiza para EL TIEMPO el internacionalista Eduardo Durán Cousín, sacó a la superficie las diferencias entre el estilo dialogal, sosegado y socialmente concertador de Moreno y la intemperancia combativa de Correa, quien, decidido a mantener un control absoluto sobre la gestión de Moreno, denunció como traición del nuevo presidente el diálogo con la oposición, los sectores indígenas y empresariales, su acercamiento a la prensa y los supuestos acuerdos burocráticos con el derrocado expresidente Abdalá Bucaram.
Mediante su cuenta de Twitter, Correa, radicado en Bélgica (por ser el país de su esposa) desde el 10 de julio, reaccionó activamente contra Moreno tildándolo de mediocre y traidor, hasta convocar a la militancia de su partido, Alianza País (AP), a formar una nueva tienda política. Las respuestas de Moreno no han faltado hablando de un país que ahora respira libertad. El diálogo continúa. “Seguimos empeñados en reconciliar al país. Para el odio, no cuenten conmigo”, escribió Moreno.
La pugna se agravó cuando, el pasado 28 de julio, Moreno, en cadena nacional, cuestionó el manejo económico de su antecesor y presentó al país las cifras de una “crítica” situación. “Las decisiones que se tomaron no fueron debidamente mesuradas y se puso al límite la sostenibilidad de nuestra economía”, resaltó.
La pugna cupular contaminó al oficialista AP, que ya evidencia una división entre los adeptos a la línea dura de Correa y los que poco a poco se alinean con el nuevo estilo morenista. Gabriela Rivadeneira, secretaria ejecutiva de la agrupación, señaló: “Que quede bien claro: lo que es contra Rafael Correa es contra la revolución ciudadana y Alianza País”. Entre tanto, el bloque de asambleístas (74) anunció su mediación y convocó a Moreno y Glas para encontrar un mecanismo de solución inmediata a esta crisis política interna.

Ruptura

El hecho es que, como señala el articulista Fernando Balseca, el partido oficialista está implosionando y “las vigas y paredes de AP se están rompiendo desde adentro con estruendo”.
Para Ramírez, la tensión entre Correa y Moreno es respecto a las formas de hacer política, sobre las alianzas políticas anunciadas por Moreno y gestos simbólicos que perturban al correísmo. El detonante es la corrupción, y cualquier silencio de Moreno le hubiere representado un alto costo político.
“De alguna manera, el presidente está construyendo su campo de gobernabilidad, abriendo el juego político, dando señales de oxigenación”, resaltó.
El analista considera que tal como se está decantando el escenario, se pueden elevar los incentivos de Lenín Moreno por hacer lo posible para reducir la fuerza y la influencia de Correa y de su gobierno en la política ecuatoriana:
“Hay que pensar en que en este momento, con las decisiones que se han tomado sería rentable para Moreno radicalizar su distancia y diferenciación con el correísmo y Rafael Correa para ganar en popularidad y fuerza, y hacia futuro podría estar en juego la decisión de Moreno de crear el ‘morenismo’ con todos los efectos de división que podrían provocarse”.
La analista Gabriela Calderón escribió en su columna del diario ‘El Universo’ que “la pelea entre el presidente versus el expresidente y su vicepresidente tiene más en común con una transferencia de poder entre mafiosos o un episodio de la serie Juego de Tronos que con una aburrida transición de poder en una democracia liberal.
La incertidumbre acerca de quién manda realmente y quién lo hará la próxima semana es un síntoma sobresaliente del pesado legado de la revolución ciudadana: han destruido lo que quedaba del Estado de derecho en nuestro país”, dice.
ANA LUCÍA ROMÁN
Para EL TIEMPO
Quito
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