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Latinoamérica

El caudillo fragmentado / Opinión

Glas negó las imputaciones y, en un ejercicio defensivo, se enganchó aún más al sector político afín a Correa, declarando su oposición a Moreno.

Glas negó las imputaciones y, en un ejercicio defensivo, se enganchó aún más al sector político afín a Correa, declarando su oposición a Moreno.

Foto:Daniel Tapia / Reuters

El ejercicio del poder mostró las diferencias entre el concertador Moreno y el intemperante Correa.

Ecuador es un país de gran inestabilidad política y, por ende, propenso a los caudillismos.
Desde el inicio de la República, al menos cinco hombres fuertes han dominado su historia, y, en la primera década del siglo XXI, un nuevo periodo de inestabilidad abrió el espacio para el ascenso de un nuevo caudillo, Rafael Correa, quien, dueño de una personalidad dominante hasta la inflexibilidad, ganó las elecciones en 2007.
Tras nueve años de gobierno autoritario, entre 2007 y 2016, la bonanza petrolera, que le había posibilitado realizar una importante obra pública en medio de un gasto fiscal incontrolado, llegó a su fin, determinando la decisión de Correa de no presentarse a la reelección y la necesidad de escoger un sucesor “manejable” que mantuviese en su nombre el proyecto político socialista.
El escogido fue Lenín Moreno (exvicepresidente, 2007–2012), quien, siendo el hombre más popular del gobierno, era además el único que por el oficialismo podía imponerse electoralmente, aunque acarreaba la profunda desconfianza del caudillo, temeroso de que una vez en el poder no podría controlarlo.
Así, Correa armó la fórmula poniendo en segundo lugar, para proteger su predominio político, a Jorge Glas, su hombre de confianza, aunque fuertemente cuestionado por sospechas de haber participado en casos de corrupción, como vicepresidente entre 2013 y 2017.
La fuerte disputa electoral dio un aparente sentido de unanimidad a la fórmula oficialista. Sin embargo, el ejercicio del poder sacó a la superficie las diferencias entre el estilo concertador de Moreno y la intemperancia de Correa, quien denunció como traición su diálogo con la oposición.
No obstante, fue la herencia de gasto fiscal incontrolado lo que llevó a una espiral de enfrentamientos, al poner Moreno en evidencia una deuda pública casi inmanejable dejada por Correa.
Aunque el vicepresidente Glas guardó silencio ante el giro tomado, esto duró poco al conocerse también su probable participación en el escándalo Odebrecht. Entonces, Glas negó las imputaciones y, en un ejercicio defensivo, se enganchó aún más al sector político afín a Correa, declarando su oposición a Moreno, precipitando con ello una ruptura en el Ejecutivo y alimentando la creciente división del partido oficialista.
EDUARDO DURÁN COUSIN
Analista internacional y exdiplomático ecuatoriano
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