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Latinoamérica

El pueblo indígena que gana ultramaratones corriendo en sandalias

Scott Jurek, nacido en Minnesota (EE. UU.) y considerado el mejor ultramaratonista de la historia, corre junto a un tarahumara en las Barrancas del Cobre, en México.

Scott Jurek, nacido en Minnesota (EE. UU.) y considerado el mejor ultramaratonista de la historia, corre junto a un tarahumara en las Barrancas del Cobre, en México.

Foto:Tomada del documental 'Run Free'

Los tarahumaras, del estado mexicano de Chihuahua, han vencido a varios atletas experimentados.

Juan Carlos Rojas
La foto de una indígena tarahumara en lo más alto del podio de una ultramaratón de 50 kilómetros celebrada en Puebla (México) se volvió viral en abril del año pasado.
Sin embargo, no era la primera vez que algo así ocurría. Miembros de ese mismo pueblo ya habían ganado carreras de larga distancia en Canadá, España y Francia. Incluso, en el 2016 se los vio corriendo por las calles de Boston, en uno de los maratones más importantes del mundo.
Sus victorias hicieron que muchos se preguntaran cómo es posible que una comunidad indígena que corre en taparrabos o faldas, túnicas multicolores y sandalias venza en carreras oficiales a atletas patrocinados por grandes marcas, que cuentan con toda la tecnología para aumentar su rendimiento.
La respuesta a ese interrogante estuvo escondida durante más de 400 años en las montañas del norte de México.
Los tarahumaras, conocidos también como rarámuris (que significa ‘con pies ligeros’), habitan la Sierra Madre Occidental, en el suroeste del estado de Chihuahua.
Según cuenta el escritor Christopher McDougall en su libro ‘Nacidos para correr: el misterioso pueblo de los tarahumaras, un grupo de superatletas’, cuando los españoles llegaron a esa parte de América, los tarahumaras decidieron no pelear, a diferencia de los aztecas y los mayas. De manera pacífica se retiraron hacia las Barrancas del Cobre y permanecieron allí durante más de 400 años, casi sin ser percibidos por el mundo moderno.

La carrera que les dio fama

Quien los puso en los ojos de la opinión pública fue el corredor aficionado Rick Fischer. A comienzos de los años 90, llevó a un puñado de ellos a la famosa ultramaratón Leadville Trail 100, que desde 1983 se realiza cada año en Colorado (Estados Unidos).
Además de la increíble distancia que recorren los participantes (160 kilómetros de bosques, ríos y montañas), el pequeño pueblo de Leadville está ubicado a 3.081 metros sobre el nivel del mar, así que también se debe lidiar con la altura, que en algunos puntos de la carrera alcanza los 3.800 metros.
Los tarahumaras salieron a escena por primera vez en el verano de 1992. Participaron cinco, pero todos abandonaron antes de alcanzar la mitad del recorrido. Según McDougall, los corredores de las Barrancas del Cobre no pudieron acostumbrarse a las condiciones del terreno (varios tramos se disputan sobre asfalto). Además, en la jornada nocturna que tiene la carrera sostuvieron las linternas como si fuesen antorchas.

La revancha

Al año siguiente, los ‘pies ligeros’ volvieron a intentarlo y arrasaron. Victoriano Churro, un tarahumara que entonces tenía 52 años, terminó los 160 kilómetros en algo más de 18 horas. En segundo lugar llegó Cerrildo, un compadre de Victoriano, de 41 años. Lo que más impresionó a los organizadores fue la manera como cruzaron la meta: sonriendo. No parecía que acabaran de recorrer una distancia similar a la que separa a Bogotá de El Espinal, Tolima, sino que más bien parecían listos para devolverse a México corriendo.
Para la competencia de 1994, todas las miradas de la prensa y el mundo del atletismo estaban sobre ellos. Los derechos televisivos de esa competencia costaron millones de dólares, e incluso Rockport, una marca de zapatos, logró patrocinar a los únicos corredores del mundo que no usaban tenis.
La Leadville Trail 100 de ese año no decepcionó. Ann Trason, figura de Nike y considerada durante varios años la mejor ultramaratonista de la historia, desafió a los tarahumaras. La competencia fue entonces un cabeza a cabeza entre la mujer más resistente del mundo y un grupo de indígenas que, como parte de su cultura, corrían prácticamente desde que aprendieron a caminar.

Un tarahumara resultó vencedor. Juan Herrera, de 25 años, pulverizó todas las marcas conocidas y terminó la carrera en 17 horas y 30 minutos

Aunque Trason lideró más del 90 por ciento de la carrera, un tarahumara resultó vencedor. Juan Herrera, de 25 años, pulverizó todas las marcas conocidas y terminó la carrera en 17 horas y 30 minutos. La corredora de Nike cruzó la meta en segundo lugar, parando el cronómetro en 18 horas y 6 minutos, récord mundial femenino en ultramaratón, vigente hasta hoy.
Los otros rarámuris consiguieron los puestos cuarto, quinto, séptimo, décimo y undécimo. Por segundo año consecutivo, los indígenas que corren en sandalias de cuero habían impresionado y dejado boquiabiertos a atletas, espectadores y científicos.

Apoyan distinto el pie

¿Cómo podían superar con tanta facilidad a deportistas que utilizaban tenis con ‘amortiguación doble y refuerzo de talón para prevenir lesiones’, como alardea la publicidad?
Precisamente, su calzado es una de las claves. Las sandalias que usan los tarahumaras se llaman huaraches y se hacen con cuero o, algunas veces, con neumáticos. Su mayor virtud, de acuerdo con una investigación del médico de Harvard Daniel Lieberman (2015), es que les permite a los corredores indígenas apoyar la parte delantera del pie cuando aterrizan, en lugar del talón o el centro, a diferencia de lo que hacen cerca de 80 por ciento de los corredores ‘modernos’.
Sin embargo, Andrés Ramírez, entrenador de Aethos, entidad dedicada al ‘running’ en Colombia, aclara que no siempre aterrizar en la punta del pie convierte a los atletas en mejores corredores: “El riesgo de lesión aumenta si el corredor que de manera natural aterriza en el talón intenta cambiar a la punta, porque no es natural para él. Esto puede generar fracturas por estrés y periostitis (inflamación de la membrana que recubre el hueso)”.
En un estudio titulado ‘Variación en los patrones de pisada entre corredores descalzos y con calzado en Kenia’, Lieberman destaca que los tenis modernos, debido a la amortiguación extra que se les ha agregado, particularmente en el talón, hacen que los atletas que los usan apoyen con más fuerza el pie al aterrizar (inconscientemente). Quienes corren de esta manera se lesionan con mayor frecuencia la rodilla, el tendón de Aquiles e, incluso, la cadera.
En cuanto a esto, Ramírez afirma que caer con el talón no está del todo mal. “Esta mitificado que la técnica de carrera es caer en punta. Si alguien lo hace, perfecto. Pero si caer en el talón es la manera natural de hacerlo para alguien, esta persona tiene que seguir haciéndolo así”, aconseja.
Tanto para él como para el biólogo y antropólogo David Carrier, no hay que olvidar que antes de que las grandes marcas popularizaran los zapatos para correr, y durante millones de años de evolución, el hombre anduvo descalzo, entre otras razones porque el pie es en sí mismo una obra maestra de ingeniería: está diseñado para correr.
Según ellos, antes de que el ser humano inventara cualquier tipo de arma, la manera de cazar era perseguir a sus presas hasta que estas cayeran exhaustas. Esta técnica es conocida como caza por persistencia. Literalmente, nacimos para correr, como McDougall subraya en el título de su libro.
En todo caso, los grandes fabricantes de tenis no desaprovecharon la oportunidad. Por eso, Nike lanzó su modelo ‘tarahumara’, que garantizaba a los compradores que tendrían la sensación de ir casi descalzos, como con los huaraches.

El segundo secreto

La segunda clave del alto rendimiento tarahumara en las distancias largas es su alimentación. La dieta que tienen consta básicamente de maíz, consumido en forma de pinole (harina) o en tortillas, acompañado de hierbas, chía, frijoles, papas, roedores y venados.
De acuerdo con Scott Jurek, multicampeón estadounidense de ultramaratones, este tipo de comida les permite consumir la mayor cantidad de proteína sin ingerir demasiados carbohidratos.
En general, los maratonistas utilizan reservas grasas en lugar de carbohidratos, dice la nutricionista María Paula Estela. Los corredores aficionados hacen lo contrario; por ejemplo, en las medias maratones y generalmente a partir del kilómetro 14, comienzan a consumir geles que reponen azúcares de manera inmediata. Y algunos comen bocadillo, que cumple la misma función.
Tras la carrera de 1994 en Leadville, los tarahumaras no quisieron regresar a territorio norteamericano. No soportaban la presión mediática ni la manera como Rick Fischer comenzó a ‘manejarlos’ cuando se hicieron famosos. Por eso volvieron a las Barrancas del Cobre, en Chihuahua, a seguir viviendo como habían hecho desde siempre.
Pero Micah True, un corredor californiano, los siguió hasta allí y pasó el resto de su vida compartiendo con ellos en la Sierra Madre Occidental.
True, más conocido como Caballo Blanco, logró tal grado de cercanía con los tarahumaras que en el 2006 organizó una carrera que juntó a los mejores ultramaratonistas del momento y a ‘los pies ligeros’. Ocurrió en Urique, población cercana al asentamiento rarámuri, y asistieron Scott Jurek, Ted McDonald (conocido como Ted Piesdescalzos), Luis Escobar y Jenn Shelton, entre otros. Y, cómo no, en la primera edición de esta carrera ganó el tarahumara Arnulfo Quimare.
La ultramaratón Caballo Blanco se corre desde entonces (en el 2015 y el 2016 no se hizo por problemas con los carteles del narcotráfico), con victorias intercaladas para los indígenas y los corredores norteamericanos, y con Scott Jurek entre los ganadores. La ultramaratón del año pasado contó con 700 rarámuris, 80 corredores de otros lugares de México y 70 del resto del mundo. Y, gracias a Caballo Blanco, los tarahumaras volvieron a maratones de Estados Unidos, como el de Boston.
El director Sterling Noren plasmó la maravillosa historia de Micah True en el documental ‘Corre libre’, en el que el propio Caballo Blanco detalla cómo se acercó a los tarahumaras, relata historias sobre el misterioso mundo de las ultramaratones y explica la intención que tuvo con la carrera que lleva su nombre.
Los tarahumaras que participan en ella obtienen premios en maíz, arroz y frijoles. Además, el resto de los participantes donan cobijas y sábanas para las familias de sus contrincantes. Al fin y al cabo, la competición creada por Micah True, quien falleció hace seis años, tiene un solo propósito: preservar y dar a conocer la cultura de quienes le recordaron al mundo que la humanidad nació para correr.
SANTIAGO VILLADIEGO MOGOLLÓN
EL TIEMPO
En Twitter: @svilladiegom
Juan Carlos Rojas
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