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Latinoamérica

En Limones, donde nació ‘Guacho’, no lo quieren; prefieren a ‘Látigo’

Grafiti en Limones, el pueblo natal de ‘Guacho’, responsable del crimen de los dos periodistas y el conductor de ‘El Comercio’.

Grafiti en Limones, el pueblo natal de ‘Guacho’, responsable del crimen de los dos periodistas y el conductor de ‘El Comercio’.

Foto:Salud Hernández-Mora

El Gobierno ecuatoriano decretó en la región el estado de excepción.

No se tarda ni un minuto en pasar de Mataje a Colombia. Solo un caño separa ambos países a la altura del caserío ecuatoriano en donde secuestraron al equipo de ‘El Comercio’. Quizá los dos reporteros y el conductor, que llegaron en su carro hasta la diminuta localidad, cruzaron engañados la frontera sin saber en dónde estaban. O los retuvieron en el mismo pueblo, una vez se bajaron del vehículo, desprevenidos, y los obligaron a pasar enseguida al otro lado.
Los hombres de ‘Guacho’ sabían que en la parte colombiana solo encontrarían selva espesa, sembradíos de coca, una maraña de ríos por los que se mueven como peces y ni un solo uniformado, condiciones óptimas para la huida con sus rehenes.
En la ecuatoriana, sin embargo, se toparían con extensos cultivos de palma africana y una carretera moderna, pavimentada y bien señalizada, que une a Mataje con San Lorenzo, la población más grande de la zona, de 80.000 habitantes, a tan solo 16 kilómetros de distancia.
También con unidades del Ejército y la Policía, desplegados en el área desde que en enero pasado un carro bomba del frente ‘Óliver Sinisterra’, disidencia de las Farc, voló un ala de la estación de policía de San Lorenzo. Y si, por casualidad, algún uniformado ecuatoriano los avistaba, no podrían perseguirlos por territorio extranjero. Era, por tanto, el lugar perfecto.
Hace años Mataje, donde habitan unas seiscientas personas y cuenta con calles pavimentadas, era el balneario de San Lorenzo, por las aguas cristalinas de su río.
La casa más grande y llamativa, de dos pisos de altura y materiales que son un lujo en esos lares, como ventanas de espejo y aire acondicionado, pertenece a la mamá de ‘Guacho’. Residió en ella hasta el domingo 15 de abril, fecha en que se desplazó hacia San Lorenzo junto con 148 personas, casi todos mujeres y niños. Después partió hacia un destino desconocido. El resto continúa en las instalaciones de la parroquia que los acogió, aunque están considerando retornar pronto a sus hogares.
“Nos desplazamos porque la policía y el ejército entraron tumbando puertas y preguntando por los cadáveres de los periodistas, y nosotros ni sabemos ni tenemos nada que ver con eso”, precisa un vocero del grupo.

Nos desplazamos porque la policía y el ejército entraron tumbando puertas y preguntando por los cadáveres de los periodistas, y nosotros ni sabemos ni tenemos nada que ver con eso

“Detuvieron a nueve del pueblo que son inocentes; después soltaron a tres, y el resto está preso”. Además de los capturados, les inquietan los dos retenes militares instalados en la vía de San Lorenzo a Mataje, y las restricciones de movilidad que imponen a los forasteros. Nadie que no sea residente puede circular libremente, incluso para los periodistas resulta casi imposible llegar.
El estado de excepción que rige desde enero en dos cantones fronterizos con Colombia, San Lorenzo y el vecino Eloy Alfaro, provincia de Esmeraldas, permite a las autoridades recortar derechos e imponer las normas que consideren necesarias para garantizar la seguridad.
De ahí que solo permitieran la visita a Mataje a bordo de una tanqueta, con chaleco antibalas y la compañía de cinco uniformados. Recorrimos en escasos minutos el pueblo fantasma, donde apenas divisamos un par de muchachos. Y no consintieron que bajara del vehículo.
“Nosotros controlamos este lado, pero allá enfrente, en Colombia, no hay militares y la gente de ‘Guacho’ podría disparar desde allí. Si lo hicieran, no podríamos responder porque no podemos atacar ni cruzar al país vecino, por eso necesitamos tomar todas las precauciones”, comentó un suboficial.

Nosotros controlamos este lado, pero allá enfrente, en Colombia, no hay militares y la gente de ‘Guacho’ podría disparar desde allí

Si bien no creen que los integrantes del frente ‘Óliver Sinisterra’ continúen en los alrededores y más bien los sitúan en otros parajes más profundos de la manigua colombiana, prefieren no asumir riesgos. Los aterra la sola idea de repetir la historia de sus tres compatriotas y de nada sirve alegar que en Colombia estamos habituados a ese tipo de violencia y no adoptamos tantas medidas extremas. “Nosotros, sin embargo, no estamos acostumbrados, nunca hemos vivido algo así”, alega un policía.
Aunque la progenitora de ‘Guacho’ se afincó en Mataje, al parecer dio a luz a su hijo en Limones, del cantón Eloy Alfaro. Se trata de una pequeña isla del imponente río Mataje, situada a escasos metros del Pacífico, y a media hora en lancha de San Lorenzo.
Cuenta con unos ocho mil habitantes, afros en su inmensa mayoría, que sobreviven de la pesca, la madera furtiva, de jornales en cualquier actividad y de trabajos ocasionales para los narcos como acopiar y llevar gasolina a los laboratorios de cocaína que esconden en la manigua.
Desde hace unas semanas, en el pueblo natal del criminal más buscado en Colombia y Ecuador, los adolescentes acuñaron una frase para gritarla bromeando cuando alguien no les hace caso: “¡Ya llamo a Guacho!”. Y no precisamente porque el líder del frente ‘Óliver Sinisterra’ sea un profeta en su tierra. Más bien al contrario. Ni guardan recuerdos de su niñez ni lo aprecian porque, dicen, nunca hizo nada por ellos.
Muy diferente a alias El Látigo, narco de poca monta y muy matón. Lo asesinaron rozando la treintena y aún lo recuerdan con cariño.
“Cada vez que llegaba repartía billetes entre la gente y regalaba juguetes a los niños, ayudó mucho”, comenta un lugareño. “Es un ídolo y hay muchachos que desde pequeños dicen que quieren ser como ‘Látigo’ ”, agrega otro. Más de un vecino encuentra preocupante esa cultura narco que, afirman, les contagiaron en el otro lado de la frontera. Y no es fácil sacudírsela.
Hoy en día hay 1.400 estudiantes hacinados en un colegio de instalaciones precarias y oscuras; unos sesenta completan el bachillerato cada año lectivo y solo una decena podrá aspirar a seguir estudios por fuera. Los demás se unirán a la legión de jóvenes varones que deambulan por las calles y terminan siendo presa fácil del narcotráfico. Crecen, como debió hacerlo ‘Guacho’, soñando con un golpe de suerte que los arranque de la pobreza. Entretanto las chicas, con menos oportunidades aún, se convierten pronto en madres solteras sin futuro.
La esperanza es que cristalicen unos proyectos estatales dirigidos a los jóvenes de espíritu emprendedor y sean capaces de poner en marcha iniciativas que ahuyenten la tentación de las actividades ilícitas. Que, además, en Linares la tienen muy cerca.
Según cuentan, existen un par de ‘traquetos’ de cierto poder. A uno lo llaman ‘One’, un tipo al que no aprecian por su brutalidad y por no socorrer a los suyos. Otro está construyendo por etapas un enorme edificio de dos alturas, singular en una población pobre, de calles embarradas, salvo unas cuantas pavimentadas, e infinidad de casas de tablones de madera.
Pero no solo son los mayores ingresos que generan los trabajos relacionados con la droga y la presencia desde tiempo atrás de grupos ilegales, también la geografía que parece diseñada por mafiosos para traficar cocaína es otro factor que convirtió la región en un gigantesco portón de salida de cocaína hacia Estados Unidos.
Las aguas del Mataje peregrinan entre Ecuador y el departamento de Nariño, gran productor de coca, hacia el Pacífico, bordeado por selvas espesas y mangles. Un intrincado laberinto de brazos de agua desemboca en su cauce o directamente en el océano. Solo los navegantes nativos más avezados conocen sus secretos y son capaces de surcarlos sin perderse. Sirve de guarida no solo a bandas criminales como la que ahora encabeza ‘Guacho’, aliados con el poderoso cartel mexicano de Sinaloa, también de cristalizaderos en donde producen toneladas de cocaína, y de fábricas artesanales de semisumergibles para transportar el polvo blanco.
Precisamente, la alianza con Sinaloa hace, para algunos lugareños, aún más incompresible la sanguinaria actuación de ‘Guacho’. No comprenden la razón para “calentar” la zona, cuando lo primordial es producir y traficar la cocaína, al secuestrar a los periodistas, mostrarlos ante el mundo encadenados, y, más dantesco todavía, exhibir las fotografías de los cadáveres con las cadenas y tiros de gracia. No contento con el triple crimen, después secuestró a una pareja de simples comerciantes.
“El ecuatoriano no tiene genética de violencia. Cierto que ‘Guacho’ nació aquí, pero su hábitat delincuencial lo adquirió en Colombia”, asevera un ex funcionario de Esmeraldas. “El problema no es de Ecuador, es del lado colombiano. Vienen a hacer daño, la contaminación nos llega de allá”.

El problema no es de Ecuador, es del lado colombiano. Vienen a hacer daño, la contaminación nos llega de allá

Su dedo acusador hacia Colombia lo comparten todos los entrevistados en diferentes localidades y distintos líderes políticos y sociales. También le reprochan no hacer su parte.
“En 1995, ambos países firmaron un convenio binacional para construir una carretera de Tumaco a Mataje, y cada uno hacía una parte del puente sobre el río Mataje. El objetivo era desarrollar las dos regiones limítrofes para contrarrestar el poder del narco. Ecuador cumplió y el puente que nosotros hicimos desemboca en la selva porque Colombia no construyó lo que le correspondía”, rememora un analista de Esmeraldas.
La misma opinión sobre el incumplimiento la susurran militares y policías ecuatorianos. Para ellos, Colombia debería asumir mayor responsabilidad, puesto que es la generadora de la coca y los grupos armados, pero descuida su frontera.
“Y, ahora, nosotros pagamos las consecuencias. Hay tanto temor en el país que no solo nadie quiere ir a San Lorenzo, es que ni siquiera a la ciudad de Esmeraldas, que vive en buena medida del turismo por sus playas y está a 170 kilómetros de distancia y es una realidad muy distinta”, añade.
El dolor y el miedo se han apoderado de Ecuador con tal intensidad que los 30 periodistas de ese país que pensaban unirse a la Misión periodística Internacional, organizada por Herbin Hoyos, entre otros, para que un nutrido grupo de reporteros fuesen juntos hasta San Lorenzo y Mataje, cancelaron su presencia en cuanto conocieron el secuestro de la pareja, igual que los foráneos que habían anunciado su asistencia. Al final solo quedamos Hoyos y yo.
“Hay luto, incertidumbre, inseguridad y miedo en la profesión”, me dijo Raquel Vargas, periodista de Zaracay TV.
“Es que todo lo sucedido nos ha golpeado mucho. Este es un país de paz que nunca había visto semejantes escenarios de horror”, afirmó Boris Reyes, activista social de Esmeraldas.
En San Lorenzo, al temor y la tristeza que sienten por las víctimas le suman la preocupación por la crisis económica que padecen. La actividad comercial está reducida casi a la mitad por la ausencia de visitantes y por el toque de queda. A las 10 de la noche todo debe estar cerrado.

Aunque Ecuador mande tropa y haga un gran esfuerzo, mientras Colombia no cumpla su parte, no hay nada que hacer

“Aunque Ecuador mande tropa y haga un gran esfuerzo, mientras Colombia no cumpla su parte, no hay nada que hacer”, sentencia un militar.
SALUD HERNÁNDEZ-MORA
Especial para EL TIEMPO
Mataje (Ecuador)
En Twitter: @saludhernandezm
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