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Europa

Jubilados y obreros ponen a arder Francia tras anuncios de Macron

Los barrios acomodados del oeste de París vivieron una vez más la acción de los vándalos, que vinieron, aprovechando la manifestación de los "chalecos amarillos".

Los barrios acomodados del oeste de París vivieron una vez más la acción de los vándalos, que vinieron, aprovechando la manifestación de los "chalecos amarillos".

Foto:AFP

'Chalecos amarillos' no solo buscan que no suban precios de gasolina sino mejores sueldos.

Andrés Ruiz
Hay jubilados, artesanos, obreros, pequeñas empresarias y cuidadoras. Y todos de un mismo origen, la Francia rural y profunda. Los ‘chalecos amarillos’ son el primer movimiento de contestación social que logra doblegar al presidente francés, Emmanuel Macron, quien se había mostrado intransigente con su plan de reformas.
Tienen reivindicaciones dispares, pero los unen tres cosas: creen que pagan demasiados impuestos, sienten que su empobrecimiento es galopante y apuntan a un mismo culpable de sus males: Macron.
“El verdadero problema es Macron. La gente ha desarrollado un odio hacia él, yo la primera”, cuenta Marine Charrette-Labadie, una desempleada de 22 años.
El movimiento de los ‘chalecos amarillos’ nació tras un video publicado en Facebook el 18 de octubre, en el que Jacline Mouraud, una desconocida, denunciaba el alza de los precios de los combustibles que debía entrar en vigor el primero de enero. Su mensaje se viralizó rápidamente y los llamados a bloquear las carreteras se multiplicaron en las redes sociales.
A partir de esto, desde el 17 de noviembre, cuando se convocó la primera gran protesta nacional, decenas de ‘chalecos amarillos’ –llamados así por las prendas reflectantes obligatorias para los conductores– salieron a las calles.
Comenzaron con su oposición a un aumento de los impuestos sobre el carburante, pero sus demandas ahora son mayores: subida del salario mínimo, de las pensiones más bajas e, incluso, un cambio de régimen para funcionar con consultas populares, como en Suiza.
Este movimiento se inscribe en la larga historia francesa de protesta social. Sin embargo, se diferencia por haber nacido en las redes sociales y el origen de los manifestantes, en su mayoría obreros y empleados de zonas rurales.
Los ‘chalecos amarillos’ organizan sus acciones en las redes sociales. En su primera protesta nacional, del 17 de noviembre, unas 300.000 personas salieron a marchar en todo el país. Las protestas han continuado desde entonces, con bloqueos de carreteras y de depósitos de combustibles, que provocaron una escasez de gasolina.
El 24 de noviembre, 166.000 personas se manifestaron y 136.000 lo hicieron el primero de diciembre, de las cuales 8.000 protestaron en París.
Las marchas alcanzaron su punto álgido en la capital francesa, donde se produjeron violentos enfrentamientos entre manifestantes y la policía en la famosa avenida de los Campos Elíseos, así como saqueos en algunos de los distritos más prestigiosos de la capital, con un saldo de más de 400 detenidos.
El sábado 1.º de diciembre, la tercera gran jornada derivó en violentos incidentes en varias ciudades de Francia, sobre todo en París, donde en el Arco del Triunfo y en varios barrios acomodados se produjeron escenas de violencia. Hay una tercera víctima mortal. Unos 136.000 manifestantes menos que el sábado anterior participaron en todo el país, y hubo 370 detenciones.

El verdadero problema es Macron. La gente ha desarrollado un odio hacia él, yo la primera

Este sábado, la situación no fue diferente. La detención de casi 1.400 personas en Francia –de ellas, más de 900 en París– y la estrategia de un dispositivo policial de excepción permitieron limitar la dimensión de los disturbios, pero se vieron escenas de autos incendiados y tiendas y restaurantes saqueados y destrozados. Según las autoridades, cerca de 125.000 ‘chalecos amarillos’ salieron a protestar y se sintió menos violencia que jornadas anteriores.
Ahora se espera que el presidente Macron aporte elementos para ese diálogo como una muestra positiva de reacción, después del silencio que ha mantenido esta semana.
El primer ministro francés, Édouard Philippe, anunció en días pasados la suspensión por seis meses del aumento de los impuestos sobre los combustibles, pero al otro día se anuló totalmente el alza; sin embargo, esto no es suficiente para los ‘chalecos amarillos’.
El país está en alerta roja por las reacciones violentas que han tenido los manifestantes.
Monumentos emblemáticos de París como el Arco del Triunfo, considerado patrimonio cultural, sufrieron daños. Decenas de automóviles fueron quemados, saquearon tiendas y destrozaron casas de lujo y cafeterías en la capital.
Protestas en París.

Protestas en París.

Foto:AFP

Por temor a esta violencia, los seis partidos de la liga francesa de fútbol fueron suspendidos desde el viernes. Además, varios museos parisinos, como el Louvre y el Grand Palais; las dos sedes de la Ópera, muchos comercios en el entorno de los Campos Elíseos y la icónica torre Eiffel cerraron ayer como medida de seguridad.
Las protestas de los ‘chalecos amarillos’ han tenido un efecto contagioso y se han expandido en otros sectores, principalmente entre los estudiantes. Alrededor de 200 colegios de secundaria y escuelas, así como algunas universidades, estaban bloqueadas o afectadas en toda Francia. Los estudiantes protestan contra una reforma del bachillerato y el acceso a las universidades.
La imagen del presidente francés también se ha visto afectada. Macron, quien llegó al poder tras un meteórico ascenso, se presentaba como un “reformista” que había prometido transformar Francia. Pero una parte de la opinión estima que su política es injusta; es percibido como un hombre “arrogante” y que no escucha al pueblo.
Su popularidad ha caído a mínimos históricos. Apenas 23 por ciento de los franceses aprueban su gestión. Ahora, varios analistas cuestionan su capacidad para realizar las reformas que prometió para su mandato, como la de las pensiones de jubilación, que es clave.
La propuesta de un aumento de un impuesto a la gasolina para el 2019 era presentada por las autoridades como una manera de luchar contra la contaminación. Esta concesión es un golpe duro para los ecologistas, que denuncian que el medioambiente es el gran perdedor en esta crisis.

Lo que le espera al Gobierno

El primer ministro Philippe se reunió con una delegación de los ‘chalecos amarillos’ considerados moderados que se han desmarcado de la violencia y reclamaron la intervención del presidente Macron, con medidas concretas y rápidas, sobre todo para mejorar el poder adquisitivo.
“El presidente tiene que tener en cuenta todo lo que hemos planteado”, señaló Jacline Mouraud, una de las portavoces y quien publicó el video en Facebook con el cual comenzó el movimiento.
Mouraud consideró que el primer ministro los había escuchado y tomado nota de sus demandas: “Ahora esperamos la palabra del presidente”. En la misma línea, Benjamin Cauchy, otro de los miembros de la delegación, insistió en que “es hora de que el presidente de la república asuma sus responsabilidades y hable rápidamente”.
AFP, Efe y Reuters
Andrés Ruiz
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