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EEUU

¿Le apretarán las tuercas a Donald Trump en el 2018?

Trump, de 71 años y presidente de Estados Unidos desde el 20 de enero del 2017, descalifica constantemente al FBI y al fiscal especial que lo está investigando.

Trump, de 71 años y presidente de Estados Unidos desde el 20 de enero del 2017, descalifica constantemente al FBI y al fiscal especial que lo está investigando.

Foto:Michael Reynolds / EFE

El Presidente inicia su segundo año en el poder, marcado por la investigación sobre nexos con rusos.

Es obvio que el presidente estadounidense, Donald Trump, y sus fuertes aliados en el Congreso (tiene más de los que uno podría esperar) están decididos a torpedear lo que supuestamente es una investigación legal e independiente sobre si él y su equipo de campaña conspiraron con Rusia para derrotar a Hillary Clinton.
El comportamiento del equipo de Trump con el fiscal especial Robert Mueller y el FBI, que coopera en la investigación, hace que la conducta del presidente Richard Nixon y sus colaboradores con los investigadores del Watergate parezca respetuosa. Si bien Nixon despidió al primer fiscal independiente, Archibald Cox, en la infame ‘Masacre del sábado por la noche’, se nombró a otro fiscal y Nixon, finalmente, renunció antes que enfrentar un juicio político de la Cámara de Representantes y una condena del Senado (en ese caso, habría tenido que dejar el cargo sin pensión).
Curiosamente, Trump y sus asesores tampoco parecen haber aprendido de la historia más reciente. Al despedir al entonces director del FBI, James Comey, el mandatario se puso una soga al cuello, pues provocó el nombramiento de un fiscal especial. Hoy no se puede saber si se llevará a cabo un intento de juicio político. Pero la mayoría de los observadores creen que republicanos claves en la Cámara, donde comenzaría el juicio político, se unieron a la causa de Trump, principalmente porque le temen a su base leal (aproximadamente, un tercio del país, en muchos distritos parlamentarios).
Eso podría cambiar si los demócratas se adueñan de la Cámara en las próximas elecciones de mitad de mandato, en noviembre. Pero aun si los demócratas ganaran ambas cámaras del Congreso, es muy probable que no puedan reunir la mayoría de dos tercios que se necesita para condenar a Trump en el Senado.
Resulta claro que el presidente teme que el fiscal especial encuentre argumentos para procesarlo. Una fuerte posibilidad es que sea acusado de obstruir la justicia. Una acusación penal de obstrucción requiere pruebas de intención para recibir una condena, pero los esfuerzos de Trump por incidir en la investigación, o detenerla, sugieren que teme ser vulnerable. Que un presidente pueda ser inculpado es un interrogante sin respuesta. Si Mueller cree que Trump no debería ser inculpado, presentaría sus argumentos ante la Cámara, la cual decidiría luego si avanzar o no con el juicio político.
Trump está decidido a evitar ambos desenlaces, y está preocupado de no poder lograrlo. Pero no solo él podría estar en problemas legales. Aunque Mueller ha llevado adelante una tarea disciplinada y sin filtraciones, se calcula que el yerno del jefe del Estado, Jared Kushner, será procesado.
Eso puede explicar por qué Trump transita por donde Nixon nunca se animó a andar, calumniando a Mueller y al FBI. Hasta ahora, ambos han gozado de respeto bipartidista. Pero Trump se ha sentido frustrado por las advertencias que recibió de que despedir a Mueller desataría una tormenta política (como el fiscal general adjunto, Rod Rosenstein, debe tomar la decisión de despedir a Mueller, y ha dicho que no ve razones para hacerlo, Trump primero tendría que despedir a Rosenstein, lo que se parecería bastante a la ‘Masacre del sábado por la noche’, el punto de inflexión de la presidencia de Nixon).

Al plantear interrogantes sobre la integridad de Mueller y del FBI, Trump y sus aliados están intentando preparar el escenario para una desestimación pública

De modo que, al plantear interrogantes sobre la integridad de Mueller y del FBI, Trump y sus aliados están intentando preparar el escenario para una desestimación pública de cualquier cosa que informe Mueller.
Ha sido un espectáculo desalentador: Trump denuncia al FBI en tuits y declaraciones; sus aliados en la Cámara (más partidaria que el Senado) someten al nuevo director del FBI, Christopher Wray, a interrogatorios hostiles en varias audiencias, y acribillan a preguntas al director adjunto, Andrew McCabe (cercano a Comey y quien puede corroborar sus declaraciones de que Trump intentó persuadirlo de limitar la investigación) durante ocho y nueve horas cada vez.
El acoso de altos funcionarios del Departamento de Justicia y del FBI por comités de la Cámara no tenía precedentes desde las cacerías de brujas anticomunistas de los años 50. Esta estrategia busca forzar la destitución o reasignación de funcionarios problemáticos del FBI y de la justicia. Lamentablemente, está teniendo cierto éxito. Según se dice, McCabe se retirará este año, y una encuesta reciente reveló una caída significativa del respaldo público a la investigación de Mueller.
Por este motivo, Washington está en ascuas. Nadie puede asegurar que Trump no vaya a tomar alguna medida drástica, ya sea relacionada con asuntos internacionales o con la investigación de Rusia. Mientras él sigue sucumbiendo a los halagos de Vladimir Putin (el oficial de inteligencia estadounidense James Clapper, retirado, aseguró recientemente que Putin, exagente de la KGB, es un gran “oficial de caso” en el manejo que hace de Trump), las relaciones con Rusia se están deteriorando.
Ambas partes están tomando medidas que profundizan las tensiones. Submarinos rusos han estado merodeando cerca de vitales cables de comunicaciones occidentales en el lecho del Atlántico, lo que implica el riesgo de un daño grave para las economías y los modos de vida de Estados Unidos y Europa. En respuesta, la Otán planea establecer un nuevo centro de comando para monitorear esas actividades. Aviones militares rusos también han volado cerca de aviones de la Otán.
Es más, la administración Trump anunció recientemente que permitiría la venta a Ucrania de armas defensivas letales con la finalidad de contrarrestar la agresión rusa, una medida que, según Rusia, engendrará más violencia. Luego está Corea del Norte, con la cual una guerra es bastante posible, según oficiales militares retirados.
Se sabe que Trump es volátil e impulsivo, pero hasta ahora sus principales asesores lo han contenido. Hacen un esfuerzo muy grande, evitando tomar medidas o decirle cosas que pudieran molestarlo. El ‘Washington Post’ reveló hace poco que sus asesores de inteligencia evitan hablar de Rusia.
Pero se cree que la constelación de funcionarios de política exterior e inteligencia que rodean a Trump está a punto de cambiar.
Se espera que el secretario de Estado, Rex Tillerson, sea reemplazado por una figura de línea más dura. Ya comenzó un éxodo de miembros del personal de la Casa Blanca debido a insatisfacciones propias o de Trump. Es evidente que el 2018 será un año tumultuoso.
ELIZABETH DREW*
© Project Syndicate
Washington DC
* Colaboradora regular de ‘The New York Review of Books’ y autora de ‘Washington Journal: Reporting Watergate and Richard Nixon’s Downfall’.
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