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EEUU

‘Las peticiones de trabajadores de las bananeras no eran radicales’

Bucheli dice que las peticiones de los trabajadores de las bananeras en el 28 no eran muy diferentes de lo que la legislación colombiana desarrolló con el tiempo.

Bucheli dice que las peticiones de los trabajadores de las bananeras en el 28 no eran muy diferentes de lo que la legislación colombiana desarrolló con el tiempo.

Foto:Cortesía Universidad de Illinois en urbana-Champaign

M. Bucheli habla sobre cómo la masacre de las bananeras cambió las relaciones laborales en Colombia.

Diana Rincón
Así lo aseguró en diálogo con EL TIEMPO Marcelo Bucheli, autor del libro 'Bananas and Business: The United Fruit Company in Colombia, 1899-2000' y profesor asociado en Administración de Negocios de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, quien señaló que las peticiones de los trabajadores de las bananeras no eran radicales y que en realidad apostaban a “una modernización de las relaciones laborales”.
Bucheli señaló que, después del episodio de represión, en 1934 el Gobierno colombiano ya había vuelto “ley gran parte de las cosas que pedían los trabajadores” y llamó la atención sobre el riesgo de hacer “interpretaciones de forma ligera de la historia”.
¿Qué fue lo que llevó a los trabajadores de la United Fruit Company (UFC) a la huelga en 1928?
Un cosa que hay que enfatizar mucho respecto a las relaciones de los trabajadores de United Fruit y la empresa es que su principal punto de descontento era que United Fruit no los contrataba directamente. United Fruit tenía unos subcontratistas a los que les daba un paquete de plata, y esta gente contrataba a los trabajadores por días o por lo que fuera, y estos trabajadores no eran, por lo tanto, oficialmente empleados de United Fruit.
Este asunto los había tenido descontentos durante un tiempo largo. De hecho, esa no fue la única huelga: hubo una huelga en 1918, otra en 1919, otra en 1924 e incluso en 1928 hubo una en enero.
Lo que ellos pedían eran cosas que, además de los contratos, no eran muy diferentes de lo que la legislación colombiana desarrolló con el tiempo: pago por horas extras, horario laboral de ocho horas, indemnización por despido, seguro de salud...
Las peticiones de los trabajadores en esa época –si se leen los pliegos de peticiones– no eran muy radicales, casi que podría decirse que ellos estaban pidiendo una modernización de las relaciones laborales.
En los últimos días antes del final de la huelga con la masacre, los trabajadores habían logrado que la empresa cediera en gran parte de los puntos, pero no lograron el de los contratos y ahí se rompieron las negociaciones.
Lo que más querían era que cada trabajador tuviera un contrato firmado por United Fruit y no una cosa informal, a veces simplemente arreglada por conversaciones con los que llamaban ‘ajusteros’, que eran como subcontratistas.
¿Por qué terminó una negociación como esta en una masacre?
Aquí lo que sucedió fue que, poco antes de que se diera la matanza, se corrió un rumor entre los trabajadores de que la empresa había finalmente aceptado los últimos puntos.
Entonces, se reunieron en la plaza de Ciénaga a celebrar este triunfo y a ver lo que iba a ser la firma del contrato. Cuando llegaron a la plaza, de pronto les dijeron a los trabajadores que ya no venían el gerente de UFC ni tampoco el ministro de Industrias. Esto empezó a provocar descontento en los trabajadores, que se sintieron engañados.
El Gobierno estuvo intentando negociar durante mucho rato. Fue muy al final cuando dijo que ya no iba a participar como un árbitro entre los trabajadores y la empresa. La empresa estaba terca en no aceptar el elemento de contratarlos y ellos tampoco estaban dispuestos a abandonar este punto.
Ahí fue cuando el Gobierno dijo: “Bueno, aquí ya no hay nada más que hacer”, y se le dio luz verde al Ejército para que fuera a lo que llamaban “pacificar la región”.
Y ahí se hablaba de que eso era una revolución bolchevique por parte de algunas personas de Bogotá e incluso de Santa Marta, pero realmente lo que se veía era que el sindicato no estaba pidiendo cosas muy radicales.

La reacción del Gobierno colombiano fue desproporcionada

Entonces, como ya se ha documentado en diferentes lugares, se les pidió a los trabajadores que se dispersaran de la plaza, ellos se negaron y ahí empezó la violencia.
La reacción del Gobierno colombiano fue desproporcionada. El mismo general Cortés Vargas, que lideró la operación, dijo que, según él, habían matado a 13 personas.
Pero, independiente del número y si uno mira lo que pedían los trabajadores y la forma como se reprimió esto, fue una cuestión totalmente desmesurada. Incluso, si uno ve lo que pasó después de la huelga, los años siguientes, ya para 1934 el Gobierno volvió ley básicamente gran parte de las cosas que pedían los trabajadores en 1928. Entonces, no eran un peligro para la estabilidad del país.
¿Cuando ocurrió la masacre, qué postura tomó la UFC?
Ellos dijeron que había bolcheviques entre los trabajadores, esa fue la palabra que usaban. Básicamente su actitud fue: “No negocio este punto, y el resto el Gobierno verá cómo hace”.
Ellos contrataron gente –‘rompehuelgas’, como se llaman– que fuera a trabajar en las plantaciones mientras los trabajadores estaban en la huelga, y estas personas eran protegidas por el Ejército. Ese fue el papel de ellos. Primero, sentían que tenían la situación de su lado, en el sentido de que creían tener el poder de negociación en el punto para no ceder el de dar un contrato a los trabajadores; y, segundo, sí tuvieron apoyo del Gobierno al contratar para continuar las operaciones.
¿Esto tuvo algún impacto en en las relaciones empresa- trabajador en Colombia?
Sí tuvo impacto. Durante la huelga, United Fruit se negó a negociar, después vino la represión y, entonces, en teoría ya no había nada más que negociar. El Gobierno disolvió la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena, que era la que había liderado la huelga y donde no todos los sindicalistas alrededor de los trabajadores bananeros tenían la misma visión de lo que esta debería ser.
Después de eso, el precio fue caro en varios aspectos. El primero, grandísimo, fue obviamente el de reputación. Esto fue explotado por Jorge Eliécer Gaitán y por partidos de la oposición, y en las siguientes elecciones los conservadores perdieron el poder después de muchos años.
No se puede decir que fue exactamente por la masacre, porque ellos estaban divididos entre sí, pero lo que se vio, por ejemplo, después de 1934, cuando Alfonso López Pumarejo subió al poder, es que los trabajadores volvieron a hacer huelgas en el sector bananero, volvieron a pedir lo mismo, y ahí el Gobierno los apoyó.
La ley aquí era lo que habían pedido los trabajadores antes, y esto cubría a las empresas en el país, nacionales, extranjeras, etc. Y por otro lado, cuando se fueron a la huelga, después de la subida de Pumarejo, el Gobierno se alió con los trabajadores y la empresa casi que no protestó, sabía que el ambiente político había cambiado en Colombia y cedió ante varias de las peticiones. Las cosas sí cambiaron y los sindicatos sí se volvieron más poderosos y el gobierno cambió.

Era como un paso previo a lo que fue la modernización de la legislación laboral en Colombia, que no es la más progresista del mundo

¿En un país como Colombia, que tiene una historia de violencia tan grande, representa un riesgo negar episodios como este?
Negar hechos es un problema, naturalmente. Esta huelga fue bastante simbólica. Si se empieza por ahí, existe el riesgo de empezar a cuestionar también otros hechos violentos que han sucedido posteriormente. Hay que recordar que los trabajadores de esta huelga no estaban pidiendo nada extravagante, era como un paso previo a lo que fue la modernización de la legislación laboral en Colombia, que no es la más progresista del mundo. Jugar con la historia es peligroso. Y es que no es solo este hecho, son muchos los que han sucedido después. Simplemente no se puede con ligereza ignorar o tergiversar.
¿Cómo se puede explicar que en pleno siglo XXI, cuando hay tanto acceso a la información, haya gente que desestima el pasado y la historia?
Esto tiene problemas por punta y punta. Una época en la que hay más acceso a la información, pero también es una época de mucha facilidad de creación de información, ya sea falsa o tergiversada.
Sí, alguien puede bajar artículos académicos, una investigación seria y concienzuda de algún historiador profesional, pero con igual facilidad o con más facilidad puede leer un blog o un artículo escrito por alguien que no domina el tema, pero que puede tener una audiencia más grande.
Tenemos que tener más cuidado de cómo filtramos la información. Yo no me opongo a que se replanteen hechos históricos que nos lleven a reconsiderar ciertas narrativas históricas. El problema es cuando estas reinterpretaciones se hacen de forma ligera y poco rigurosa.
INTERNACIONAL
Diana Rincón
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