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Las claves de la ciencia de la felicidad

La gratitud también es clave para alcanzar la felicidad.

La gratitud también es clave para alcanzar la felicidad.

Foto:Ilustración: Miguel Yein

Para Emiliana Simon-Thomas, experta en neurociencia, son positividad, conexión social y resiliencia.

Redacción El Tiempo
‘La felicidad no está exenta de tristeza’. Esa es una de las claves de ‘La ciencia de la felicidad’, un curso en línea que cuenta con al menos 600.000 participantes de todo el mundo y ofrecido por el Greater Good Science Center de la Universidad de California en Berkeley, en la plataforma en línea EdX, que ofrece miles de cursos en varias áreas de interés, entre ellas la psicología.
Emiliana Simon-Thomas, directora de ciencia del Greater Good Science Center y experta en la neurociencia y psicología de la compasión, la amabilidad y la gratitud, habló con EL TIEMPO sobre los malentendidos que hay acerca de la felicidad, las claves para enfrentar las emociones negativas y la importancia de las relaciones sociales.¿De dónde surgió la idea de estudiar la felicidad?
Hace unos 50 años apareció un interés por pensar en la salud mental de una manera distinta a la que se hacía tradicionalmente, pues los psicólogos se superponían mucho con la medicina y con la idea de acercarse a la salud mental, a través de una lente con la que se buscaba resolver dificultades y deshacerse de los elementos negativos de la salud mental. Se pensaba, entonces, en cómo hacer para que la gente no se deprimiera o experimentara ansiedad.
El estudio de la felicidad comenzó con un campo que se llamó psicología positiva, desde donde se pensó en cómo fortalecer las características de la gente para ayudarla a darse cuenta de la felicidad y para que la experimentara de una manera correcta.
La psicología positiva inicialmente tuvo mucho más enfoque en el ‘sí mismo’, en cómo es que cada persona ve la vida y tiene unos hábitos mentales, su forma de pensar y de gastar tiempo para cambiar su distribución de la atención para que fuera feliz.
Pero más recientemente ha habido un enfoque más grande en cómo hay otras oportunidades más allá de estar pensando en uno mismo, cómo ser optimista y resistente. Nos hemos enfocado en estudiar las relaciones y conexiones, y en hasta qué punto dedicamos recursos a la colaboración y la cooperación.
En los últimos 50 años se ha dado un enfoque a cómo se entiende la felicidad, cómo se diferencia de no simplemente estar triste y cuáles son esos factores que en realidad dictan la posibilidad de que alguien caiga en la categoría de ser feliz.¿Cómo se puede definir la felicidad?
La felicidad es un poco difícil de definir. Desde una perspectiva científica, la felicidad es pensada como algo que tiene tres partes relacionadas. Se mezclan un sentido de la positividad, es decir, la facilidad de experimentar estados positivos; un sentido de entender cuándo la vida es significativa, cuándo se tiene un propósito y una habilidad para recuperarse de ciertas dificultades; y un sentido social, el cual tiene que ver con la capacidad de conectarse con los otros. Entonces, la felicidad tiene que ver con positividad, resiliencia y conexión.¿Cuáles son las claves para entender que la felicidad no es blanco o negro?
La felicidad no es un momento sobre algo bueno que ha pasado, sino una combinación de varios momentos diferentes, que juntos crean el sentido de propósito, significado y resiliencia. Es muy importante no quedarse con la idea de que conseguir sentirse feliz es tratar de poner juntos tantos momentos de alegría como sea posible.
Las personas más felices tienen un rango más grande de emoción que esa, y también tienen experiencias valiosas de tristeza. La felicidad no está exenta de tristeza. En la vida hay dificultades, y hay muy poco que podamos hacer para evitarlas. No importa cuánto dinero tenemos o qué tan bonitos somos, al final todos sufrimos por dificultades y pérdidas. Lo importante es cómo enfrentamos esas situaciones.
Lo mismo sucede con la rabia. La gente que es más feliz experimenta rabia cuando la injusticia es una característica particular en algún momento. Es muy importante experimentar la rabia y dejarla que nos motive a buscar una solución para esa injusticia.
Emiliana Simon-Thomas, experta en neurociencia.

Emiliana Simon-Thomas, experta en neurociencia.

Foto:

La tristeza y la rabia no son emociones que se deben suprimir o con las que se debe pretender que no pasaron, pero tampoco se las debe dejar invadir toda nuestra experiencia mental como para sentir que no se tiene esperanza.
Algunas personas creen que la felicidad tiene que ver con ser entusiasta y alegre, y con estar emocionado todo el tiempo, y que tienen que tratar de olvidar lo que las hace sentir tristes, pero la investigación muestra que esas experiencias de emociones negativas son buenas para la noción de felicidad, pero cómo las manejamos es importante.
Hay que manejar las emociones como si se tratara de un problema social y construir lazos sociales, y no en maneras que lo aíslen a uno de la gente que lo apoya.
Desde la infancia, a las personas les enseñan que tienen que ser felices. ¿Cómo se pueden manejar las emociones negativas como la rabia, la tristeza y la frustración de una mejor manera?
Uno de los asuntos en los que nos enfocamos en el curso es una técnica muy investigada y conocida para que uno se pueda volver consciente de la manera en la que maneja las emociones que está sintiendo, y se llama mindfulness (concentración de la atención y la conciencia).
Lo primero es volvernos conscientes de cómo nos sentimos, cómo nos relacionamos y cómo manejamos esas emociones. Darnos cuenta es clave, pues todos tenemos hábitos de manejo de nuestras emociones que vienen desde nuestra configuración genética y desde las experiencias que hemos tenido en la vida.
Es decir, los hábitos tienen que ver con el tipo de sensibilidad con el que nacemos biológicamente y con cómo la comunidad en la que crecimos nos enseñó o moldeó para que manejáramos situaciones emocionales.
Es importante que nos demos cuenta de cuál es nuestro punto de partida y, por eso, el mindfulness es útil para saber qué nos dice nuestro cuerpo con ciertas emociones, cómo pensamos y vemos esas emociones y cuáles son nuestros hábitos.La empatía es otro de los elementos que están presentes en el curso de la felicidad...
Sí. La felicidad consiste en tener unas dimensiones de positividad, de resistencia y de conexión. Esta última comienza con nuestra capacidad innata de ser sensibles a las expresiones de otras personas.
Esa es otra manera de definir la empatía, que es la habilidad de darse cuenta y de entender lo que otras personas están expresando.
Si no tenemos la capacidad de entender a los demás, no podemos crear conexiones significativas, y las conexiones significativas o las conexiones auténticas de apoyo son una clave para la felicidad. Sin ellas no se puede ser feliz porque las necesitamos, pero las conexiones significativas requieren que uno sea sensible y entienda a otra gente.
Algunas veces, la gente habla de empatía, pero quiere decir compasión, pues cuando tiene al lado a alguien que está sufriendo, lo quiere ayudar a mejorar o aliviar su dolor o sufrimiento. Pero la empatía es el comienzo para tener la capacidad de desarrollar relaciones duraderas y mutuas de apoyo.¿Desarrollar conexiones significativas, empatía y compasión hace a la gente aspirar a una mejor sociedad?
Es una esperanza que tengo... La gente debe entender que la felicidad viene de nuestras conexiones sociales significativas y empáticas, en lugar de nuestro placer y seguridad personal. Esas dos ideas están presentes en cada persona. Todos estamos preocupados por nuestra seguridad, pero también estamos interesados en colaborar y ser generosos con los demás. Pero todo depende de cómo interpretamos el mundo a nuestro alrededor.
(Lea también: 'Hygge', la fórmula danesa de la felicidad)¿Qué dicen las investigaciones sobre cómo se ve reflejada la felicidad en el cuerpo y en el cerebro?
Como una observación general, las personas que son más felices tienen un sistema inmune más fuerte. El cuerpo se comporta de una mejor manera al enfrentar enfermedades y protegiéndose de ellas. Las personas que son más felices tienen métricas fisiológicas de menor estrés, no tienen la presión alta, tienen menor riesgo de enfermedades cardiovasculares y viven más tiempo.
Tener una sensación de conexión social protege a las personas de las enfermedades. Pero cuando alguien es solitario, según nuevas investigaciones, puede presentar vulnerabilidad a enfermedades cardiovasculares, el sistema inmune no funciona bien y hay señales de tendencia al estrés.
Nuestro sistema nervioso, a un nivel fundamental, espera tener acceso a salud y comida, pero también espera tener acceso a otras personas. Nosotros evolucionamos para buscar oportunidades, para cooperar y formar relaciones sociales significativas.
Hay mucha gente que tiene la idea de que las amistades, las relaciones y la familia son algo opcional. Pero eso no es lo que la investigación muestra. No somos aislados o especies solitarias, sino especies multisociales.
Del cerebro sabemos más de lo que sabíamos hacía 20 años, cuando pensábamos en placer y en una dimensión hedónica del placer en términos de la activación de áreas del cerebro asociadas con este. Investigaciones más recientes revelan que esa área del cerebro que muestra placer es muy sensible a la generosidad y cuando contribuimos al placer de otros, se activa.¿Qué es la gratitud?
La gratitud es una emoción o una característica de una persona. Como emoción, tiene que ver con una apreciación por algo que te pasa y por lo no que tienes que trabajar o que depende del esfuerzo de otro, pero también es definida como la apreciación de lo bueno en la vida.¿Por qué ser agradecido hace feliz a la gente?
La gratitud es interesante porque requiere diferentes procesos. Primero, hace que nuestro sistema nervioso se fortalezca para darnos cuenta de qué es lo que está pasando afuera y no reflexionar tanto sobre nosotros mismos.
Segundo, nos hace tener una capacidad más grande para ver lo bueno que está disponible para uno en cada momento de la vida.
Y lo tercero, que es algo único, es que la gratitud –cuando se piensa en alguien que ha hecho algo por uno– ejercita las áreas en el cerebro envueltas en lo que reconocemos como conocimiento social, es decir, adoptar la perspectiva de otras personas, ver cómo alguien más se está sintiendo, pensar en otra persona o algo bueno fuera de la burbuja del pensamiento autorreferencial. Esas tres cosas están enlazadas a la felicidad.
SANDRA RAMÍREZ CARREÑO
Redacción internacional
En Twitter: @esalgosimple
Redacción El Tiempo
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