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EEUU

Los días de pesadilla para Donald Trump en la Casa Blanca

En ciudades como Nueva York no paran las protestas de varios sectores por las actuaciones del primer mandatario estadounidense.

En ciudades como Nueva York no paran las protestas de varios sectores por las actuaciones del primer mandatario estadounidense.

Foto:Jewel Samad / AFP

Trump cumple un mes en el cargo rodeado de polémicas, desde Rusia hasta su gabinete.

Diego Narváez
Nadie duda de que las primeras semanas de Donald Trump como presidente de Estados Unidos no han sido las mejores.
Pero estos últimos ocho días, en particular –cerrando su primer mes–, han sido más que una pesadilla para el líder republicano. Desde la crisis por sus relaciones con Rusia hasta el fracaso de su nominado a la secretaría del Trabajo, el mandatario se la pasó saltando de un escándalo a otro en medio de un caótica situación dentro de la Casa Blanca que no tiene paralelo en la historia reciente.
Algunos fueron banales, como el ruido que se armó por la foto de Ivanka Trump, su hija, sentada en el asiento reservado para el presidente en la Oficina Oval, y que muchos vieron como un abuso para promover su imagen.
Pero otros sí de alto calibre y que amenazan, como mínimo, la gobernabilidad del presidente hacia el futuro y la estabilidad del país como tal. Entre estos, por supuesto, la polémica por la cercanía de la Casa Blanca con el Kremlin es la más relevante.

Rusia, dolor de cabeza

El lunes pasado, y cuando Trump aún se recuperaba de la derrota que le propinó una corte de apelaciones al mantener bloqueada su orden migratoria para mantener por fuera a ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, tuvo que cortarle la cabeza a Michael Flynn, su asesor de Seguridad Nacional y una de las personas que más cerca le hablaba al oído.
Flynn, de acuerdo con los organismos de inteligencia del país, habría discutido con funcionarios rusos la posible eliminación de sanciones impuestas a este país cuando aún no había asumido su cargo.
Pero lo más grave es que, al parecer, le mintió al vicepresidente, Mike Pence, quien había salido a defenderlo en público negando que ese fuera el contenido de las charlas.
La salida de Flynn, sin embargo, hizo poco para detener un diluvio de información que lo dejó contra las cuerdas. Varios medios informaron que Trump estuvo al tanto de las mentiras de Flynn por casi tres semanas y solo actuó cuando el tema se filtró en la prensa. Así mismo, se reveló que miembros de su equipo diferentes a Flynn estuvieron en contacto con operarios rusos a lo largo de la campaña electoral.
Se trata de un dato clave, pues los organismos de inteligencia del país concluyeron en un informe publicado hace más de un mes que Moscú es responsable por la infiltración que sufrieron el Partido Demócrata y la campaña de Hillary Clinton durante el proceso electoral del 2016, y la cual se hizo para beneficiar a Trump.
A eso se añade la más que amistosa relación que Trump ha planteado con el antiguo rival y su constante defensa del presidente Vladimir Putin.
El Congreso, incluidos los republicanos, ha lanzado una serie de investigaciones para llegar al fondo del asunto. Y entre otras cosas quieren averiguar si Trump le dio la orden a Flynn para que se contactara con el Kremlin y ofreciera la eliminación de sanciones, o si son ciertos los rumores que circulan sobre información sensible que Rusia ha acumulado sobre el presidente y que explicaría su generosidad.
Para ahondar más en el drama y complicar el enredo ruso, trascendió que este país habría lanzando un misil crucero con un alcance de 5.000 millas y capacidad de portar una ojiva nuclear. Una abierta violación, en caso de ser cierto, a un pacto alcanzado entre ambos países a finales de los años 80.
Así mismo, se confirmó la presencia de un barco de espionaje ruso a 30 millas del estado de Delaware, en el Atlántico, y el hostigamiento que sufrió un destructor de EE. UU. que navegaba por el Mar Negro y fue interceptado por aviones de ese país. A todas las provocaciones Trump respondió con un parco “eso no está bien”.
El jueves pasado, en una maratónica rueda de prensa, el presidente negó todas las acusaciones, llamó al escándalo una “treta” inventada por la prensa para destruirlo y la emprendió de nuevo contra la comunidad de inteligencia por las filtraciones.
Eso sí, no pocos se percataron del juego de palabras que empleó para distanciarse de la polémica: “Nadie que yo conozca”, dijo el presidente en referencias a personas de su entorno en contacto con Rusia.
Paul Begala, comentarista en CNN y exasesor de los Clinton, llamó la atención sobre las quejas de Trump por las filtraciones. “Es como ‘Jack el Destripador’ doliéndose por unos rasguños. Si Trump llegó a la presidencia, probablemente, fue por filtraciones a la prensa”, dijo el analista en relación a los correos sobre Clinton que publicó WikiLeaks y la carta al Congreso del director del FBI insinuando, a diez días de las elección, que podía existir nueva información comprometedora sobre la exsecretaria de Estado.

Problemas internos

Rusia, con todo y lo delicado, no fue solo uno de los problemas que tuvo que capotear su joven administración durante la semana.
En su agenda doméstica, el golpe más duro le llegó de su propio partido cuando un grupo de republicanos le tumbó a Andrew Puzder, su nominado para la secretaría de Trabajo.
Puzder, durante años representante de una cadena de comidas rápidas, cayó en desgracia al conocerse que había empleado en su casa a una indocumentada, y por comentarios ofensivos contra el gremio de trabajadores en su empresa.
Trump asimiló el golpe nombrando de inmediato al latino Alexánder Acosta como su reemplazo. Pero como Puzder, tendrá que someterse al duro examen del Congreso de EE. UU., que aún no acaba de confirmar a casi la mitad de los funcionarios nombrados por Trump desde el mes pasado.
Tan solo el viernes, Scott Pruitt, un escéptico del cambio climático y defensor de la industria de combustibles fósiles, la paradójica elección del presidente Trump para liderar la Agencia de Protección Medioambiental (EPA, en inglés), fue confirmado por el Senado. Así, Pruitt sucederá a Gina McCarthy, la directora de la EPA bajo el gobierno del expresidente Barack Obama, una firme y decidida defensora de la importancia de reconocer y encarar el combate contra el cambio climático.
Para rematar, la Comisión de Ética del gobierno, una especie de procuraduría, concluyó esta semana que Kellyanne Conway, una de las altas asesoras de Trump, violó el código de ética administrativo al pedir al público comprar productos de la línea de ropa y accesorios de Ivanka Trump. En una carta a la Casa Blanca –que aún no responden– le piden sancionar a la funcionaria.
Todo esto se sumó a rumores sobre fuertes rencillas internas entre los asesores del presidente y reportes sobre un Trump furioso deambulando por la Casa Blanca en una bata blanca.

Norcorea, otro frente

Y tampoco fue de mucha ayuda la polémica que originó una reunión de Trump y su equipo de Seguridad Nacional sobre la amenaza de Corea del Norte, que se realizó a la vista de todo el mundo en las instalaciones de Mar-a-Lago, un ‘resort’ en Florida que es propiedad del presidente.
Durante su encuentro con lo medios, Trump también desechó los rumores del caos indicando que, por el contrario, su administración estaba operando como una “maquina bien aceitada”.
Pero es algo que al parecer está trascendiendo más allá de las palabras. Este mismo martes, Raymond Thomas, uno de los generales de más alto rango en el ejército, expresó su preocupación por la “increíble baraúnda” que está consumiendo a la Casa Blanca.
“Espero que lo resuelvan pronto, pues somos una nación en guerra (que no puede darse ese lujo)”, sostuvo el general.
Y el público lo está sintiendo. Las encuestas, por ejemplo, indican que solo un 40 por ciento de los estadounidenses (muestra de Gallup) aprueba el desempeño de Trump, la calificación más baja jamás registrada para el arranque de un gobierno en este país.
Un grupo de expertos considera que el presidente está pagando el costo de haber nombrado en su entorno a personas con muy poca experiencia, pero que tarde o temprano volverán al carril.
Pero otros, como el estratega republicano John Feehery, creen que quizá ese no sea el futuro. “Si en el anterior gobierno el mote era “No Drama Obama” –dice Feeherty–, con Trump puede que todo sea drama permanente, y habrá que acostumbrarse”.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
En Twitter: @sergom68
Washington.
Diego Narváez
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