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Asia

Wanfujing: el mercado donde se comen alacrán y otras delicias

Foto:Rafael Quintero / EL TIEMPO

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Está ubicado en el centro histórico de Beijing y es uno de los lugares más exóticos para visitar.

Luisa Mercado
Parecen hermanitos. Tienen un trajecito ceremonial rojo con azul y sus manos en actitud de oración. Pero en su mirada hay picardía. Una malicia que parece advertirle al visitante lo que le espera al cruzar la pagoda de tonos dorados, azules y verdes que engalana la entrada al mercado de Wanfujing, en el centro histórico de Beijing y uno de los lugares más exóticos que suelen visitar los turistas que llegan a la capital de China.
Ya adentro, a pocos metros de estos dos hermanitos tallados en madera y que hacen parte del decorado del tradicional lugar, comienzan las sorpresas: atravesados por pinchos de madera, al menos 20 escorpiones patalean dentro de un vaso de madera.
Al lado hay una codorniz entera, con cabeza y todo, pero adobada por condimentos que la dejan roja y' acaramelada'. Y más allá, en otro local, una mujer saca una serpiente de un balde y la alista para ser freída. A su lado, esperando el mismo destino, hay grillos, gusanos y escarabajos regordetes.
Pero la sorpresa mayúscula es otra. Basta mirar alrededor para notar que quienes se lanzan con avidez sobre los insectos, pagan los 20 yuanes (tres dólares) que vale el pinchito y se comen uno o hasta dos, no son los chinos. Son los turistas gringos, europeos y,  claro está, colombianos.
Los chinos poco y nada consumen este tipo de alimentos. Vaya a saber si es parte de su  dieta en realidad. Muchas cosas sobre la comida china son más mito que realidad. Lo que sí disfrutan es que lo haga el turista.
Disfrutan viendo la cara de horror o de alegría que hace cada persona al enfrentarse en la realidad con el lema 'comer todo lo que se mueva que no sea una bicicleta'.
El procedimiento es sencillo. El turista escoge el espécimen que quiere y el dependiente lo toma y lo fríe en aceite hirviendo.
Una vez freído el bicho, es como comerse un pincho. En el caso del alacrán, queda muy crocante. De hecho, los adobos que usan le dan cierto gusto a maní o algo así. Es rico y la sensación en la boca no es muy diferente a la de comer hormigas culonas.
El otro insecto, que parece un cucarrón, sabe muy diferente. Es más suave al morderlo y la boca queda con mucha sensación a condimento. Pero su sabor no es nada desagradable.
Pero lo realmente interesante es el escenario que se arma mientras usted está a punto de comer su escorpión frito: una gran cantidad de 'curiosos'  graba con su celular. Se ríen, celebran cada mordisco con un grito y palmaditas en la espalda. Por unos segundos, uno se vuelve el héroe de Wanfujing. Pero una vez se termina el  particular pincho, todo vuelve a la normalidad.

Una famosa calle escondida

No es fácil dar con Wanfujing si no se piden indicaciones de alguien que viva en Beijing o sea nativo de allá. El metro se detiene muy cerca, pero se debe caminar y buscar con calma, pues el pequeño callejón puede pasar inadvertido en medio de la cantidad de tiendas, almacenes y restaurantes que lo rodean. 
Por lo general, la calle vive siempre llena de personas y su atmósfera suele está cubierta de humo proveniente de los puestos de comidas. Se recorre en un poco más de una hora y al final siempre hay un hombre, vestido como emperador, que canta algunas piezas de ópera china.
Wangfujing es más que solo comida. Allí no solo se consiguen las comidas ya mencionadas. También se pueden adquirir recuerdos y algunos regalos. Eso sí, siéntase con todo e derecho de practicar al arte del regateo.
Un consejo: no crea en el 'teatro' del vendedor. Seguro se indignará, se molestará, le dirá que no repetidas veces cuando usted le plantee un precio más bajo, pero finalmente, con paciencia, accederá.
RAFAEL QUINTERO CERÓN
ELTIEMPO.COM
Luisa Mercado
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