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Lecturas Dominicales

'Debemos volver al pasado'

Concheiro fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo con su libro 'Contra el tiempo',

Concheiro fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo con su libro 'Contra el tiempo',

Foto:Johann Mergenthaler

El filósofo mexicano Luciano Concheiro propone una salida a estos tiempos acelerados en que vivimos.

Acelerada. Esta es una de las mejores palabras para describir la forma de vida actual. Acelerada y muchas veces sin rumbo. Cortoplacista. Estamos como “un hámster en su rueda”, girando sin parar, sin objetivo distinto que el de ser parte de un sistema que nos utiliza para producir y producir. Que nos impide detenernos porque eso sería perder el tiempo. Pero ¿cómo salirse de esto?, ¿cómo escapar de la aceleración? Es curioso que la propuesta de cómo lograrlo venga de un joven que a los 16 años entró a la Universidad Nacional de México, que se graduó de historiador a los 19, que hizo una maestría en sociología en Cambridge a los 20, que se licenció como filósofo a los 24 y, un año después, resultó finalista del Premio Anagrama de Ensayo con su libro Contra el tiempo. En este texto, precisamente, el mexicano Luciano Concheiro analiza el origen de estos tiempos rápidos –desde la llegada de la máquina a los sistemas de producción, hasta la influencia actual de la tecnología– y sus consecuencias, no solo como sociedad sino como individuos. Y en su libro plantea una salida: una resistencia que tendría que vivirse desde la esfera más privada. Propone cambiar la concepción del tiempo.
¿Qué lo llevó a reflexionar sobre este tema? ¿Hubo algún hecho en especial que lo hizo pensar en la aceleración actual y en la necesidad de buscar una salida?
Fue la propia realidad la que me empujó a reflexionar sobre la aceleración. Supongo que, en sentido estricto, eso es lo que siempre sucede. Los temas de investigación no llegan de la nada. No surgen como epifanías. Más bien, son como una especie de ansiedad que va creciendo poco a poco. Hasta que se vuelve insoportable. Hasta que nos vemos forzados a trabajarlos. A explorarlos. Aunque, como cuando trabajamos cualquier ansiedad o trauma, cause vértigo. Y miedo.

Los temas de investigación no llegan de la nada. No surgen como epifanías. Más bien, son como una especie de ansiedad que va creciendo poco a poco.

Plantea que estamos como un hámster en su rueda, corriendo sin otro propósito que producir en y para un sistema capitalista. ¿Cuáles son las principales razones por las que este sistema es el causante de la aceleración?
Seré reduccionista, pero necesito serlo para responder de manera concreta. Al capitalismo lo guía, tal como decía Karl Marx, un “apetito insaciable de ganar”. Históricamente la aceleración ha sido uno de los mecanismos para aumentar esa ganancia. El aumento de la velocidad se ha dado en los distintos momentos del ciclo de rotación del capital: en la producción, pero también en el consumo y en el transporte. Tampoco hay que perder de vista que esa aceleración funciona de muy distintas formas: con innovaciones tecnológicas, con mejoras técnicas y operativas, con generación de nuevos deseos, con obsolescencia programada, etcétera.
Es interesante lo que señala respecto a la tecnología, precisamente. Sobre cómo los aparatos ya no se reparan, por ejemplo, sino se cambian. Y cómo vivimos de actualización en actualización. ¿Considera que esta realidad ha modificado el valor y la relación que tenemos con las cosas?
Bajo el capitalismo, las cosas o lo que otros llamarían objetos operan como mercancías. Son bienes con valor de uso y valor de cambio. Si bien existe una clara fetichización de las mercancías, también existe un significativo principio de rotación y desecho de las mismas. Se nos incita a consumir cada vez más y, al mismo tiempo, a tirar a la misma velocidad.
¿Y cómo ha afectado esto las relaciones personales y la vida diaria? Según su ensayo, frases como “amor para siempre” ya pueden sonar ridículas. Incluso negativas, si se entiende que estamos en un momento en que nada perdura.
El capitalismo, y por tanto la aceleración, ha trastocado nuestra subjetividad, nuestros cuerpos y la forma en que nos relacionamos con los otros. Los vínculos sociales y afectivos se han debilitado y mercantilizado. En este sentido, el tema del amor resulta especialmente interesante. La velocidad, la exigencia por consumir, por gozar lo nuevo, aunque también el individualismo interesado y el egoísmo calculador, han vuelto cada vez más difícil generar una relación amorosa que dure “para siempre”. Alain Badiou ha argumentado que hoy en día estamos obligados a pensar en el problema de la duración del amor y su potencial subversivo. Estoy totalmente de acuerdo: debemos volver a discutir acerca del enamoramiento prolongado, de la constitución de un compromiso amoroso a largo plazo, de la vida en común. Es una tarea política. Una tarea radical.
Concheiro fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo con su libro 'Contra el tiempo'.

Concheiro fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo con su libro 'Contra el tiempo'.

Foto:

Usted pertenece a una generación que nació en un mundo acelerado. Es decir que el libro y la teoría que plantea no se derivan de la nostalgia de un mundo que antes “pudo haber sido mejor”...
Esta pregunta plantea otra pregunta interesante: ¿podemos sentir nostalgia de algo que no vivimos? No lo sé. Tendría que pensarlo con cuidado. Sin embargo, de algo sí estoy convencido: debemos volver al pasado. Aunque no necesariamente con nostalgia, es decir, queriendo restituir aquello que fue. Quizás más bien lo que debemos perseguir es su redención.
¿Qué responsabilidad tienen las redes sociales en esta aceleración? ¿Son una causa o una consecuencia? ¿Existe una manera de relacionarse con ellas sin entrar en ese ritmo efímero que las caracteriza?
Habría que hacer una lectura dialéctica de esto. Son la causa y la consecuencia. Estoy en un momento en que siento que resulta realmente complicado entrar en ellas y no verse engullido por su ritmo. Digamos que estoy en una etapa en la que siento que el éxodo de las redes sociales tiene sentido. No obstante, esa opinión podría cambiar si encontrara otras formas de funcionar dentro de ellas, de utilizarlas. Es probable que ya existan esas formas y yo no las conozca.
¿Cómo ha afectado todo esto a los medios de comunicación?
Los medios de comunicación, en tanto operan como negocios, se han visto profundamente afectados. Se persiguen obsesivamente clicks. Se exige producir una cantidad enorme de notas. Por dar un ejemplo, The Huffington Post publica mil seiscientas notas por día. Tristemente, cada vez se ven menos investigaciones a profundidad. Lo que sobresale son los escándalos, los cuales, por definición, son estruendosos y fugaces.
En países como Colombia, tan necesitados de que los hechos no se vuelvan solo “escándalos de un día”, ¿cómo evitar que reine la desmemoria?
Una vía es el rememorar. El proteger, casi literalmente, la memoria. O, para retomar lo que platicábamos hace un momento, volver al pasado. Hay que combatir por él. No dejar que desaparezca. Tampoco dejar que se lo adueñen. Además, hay que tener presente lo que Walter Benjamin nos enseñó: el potencial revolucionario no viene del futuro, sino del pasado. Tenemos un compromiso con los derrotados.

Tristemente, cada vez se ven menos investigaciones a profundidad. Lo que sobresale son los escándalos, los cuales, por definición, son estruendosos y fugaces.

En su libro también describe cómo la aceleración ha cambiado el ejercicio de la política. Podría pensarse que a muchos políticos les interesa mantener la velocidad y la falta de memoria…
Los políticos responden a la aceleración. En buena medida, se ha instaurado una política cortoplacista. Las genuinas disputas ideológicas han sido sustituidas por escándalos y propuestas coyunturales. Hay que reimaginar la política más allá de lo electoral si queremos un cambio radical. Para mí, lo que dijo el subcomandante Galeano –el finado subcomandante Marcos– sobre la realidad de mi país puede aplicarse prácticamente a cualquier otro del mundo: “Las cuestiones fundamentales de la maltrecha nación mexicana no se deciden ni en el Poder Ejecutivo ni en las Cámaras Legislativas ni en el Poder Judicial”.
¿En qué consiste la propuesta que plantea para resistirse a la aceleración, lo que llama en su libro la filosofía práctica del instante?
La resistencia consiste en transformar cualitativamente el tiempo. En vivir otro tiempo, diferente al que nos ha impuesto el capital. Uno de esos tiempos radicales es el instante –entendido como un momento de suspensión temporal–. Uno de sus problemas es su fugacidad. Su corta duración. Aunque suene extraño, no creo que sea una solución verdadera. Es, a lo más, un mientras tanto. Debemos seguir luchando.
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