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Lecturas Dominicales

El paisaje misterioso de David Vann

Desde su debut literario en 2008, David Vann ha atraído la atención de los críticos y su obra ha recibido galardones en países como Francia y España.

Desde su debut literario en 2008, David Vann ha atraído la atención de los críticos y su obra ha recibido galardones en países como Francia y España.

Foto:AFP

El autor de 'Sukkwan Island', que fue un fenómeno literario mundial en 2010, regresa con 'Acuario'.

Sergio Alzate
David Vann (Alaska, 1966) se ha convertido en los últimos años en una luz a seguir dentro de la narrativa contemporánea norteamericana. Alejado de los focos donde se reúne la crema y nata de la literatura estadounidense –o lo que comúnmente se promociona como la crema y nata de la literatura americana–, Vann ha sabido construir desde la distancia una voz disidente, peculiar y, en términos temáticos, explosiva.
Con 'Leyenda de un suicidio' (que reúne la novela 'Sukkwan Island' y cinco relatos más), una especie de ajuste de cuentas y expiación alrededor del suicidio de su padre, Vann no sólo debutó con éxito en la escena literaria norteamericana en 2008, sino que unos años después atrajo la atención de la crítica internacional al recibir el Premio Médicis a la mejor novela publicada en Francia, en 2010, y un año después, el premio a la mejor novela publicada en España.
“He sido muy afortunado más allá de mi país, y me agrada saber que miles de lectores encuentran una conexión con lo que escribo”, dice Vann, a propósito de la traducción al español de su más reciente novela, 'Acuario', un libro en el que si bien los paisajes sobrecogedores de su Alaska natal están ausentes (los ríos agrestes, las montañas silenciosas, la nieve intacta), el tema de la asfixia y la destrucción familiar continúa presente. “Lo me hace pensar que ciertas experiencias, como la pérdida de un ser querido o el suicidio de alguien, trasciende siempre cualquier frontera cultural; nos afligimos del mismo modo en Noruega, China, Estados Unidos, Australia o Turquía”.
Su vida personal, su familia, el suicidio de su padre, son temas recurrentes en sus novelas. ¿Es cierto que la literatura lo salvó de la muerte?
Mi padre se suicidó cuando yo tenía trece años. Durante tres años le dije a todo el mundo que se había muerto de cáncer. No quise visitar ningún terapeuta. Me la pasaba todo el tiempo disparando afuera. Tras la muerte de mi padre, mi familia pensó que podía ser una buena idea que yo heredara todas sus armas. Él tenía rifles, escopetas, incluyendo una para matar osos. Así que yo salía por las noches y les disparaba a los postes de luz y a veces les apuntaba a mis vecinos en sus casas. Fue como un salto al vacío en el que por suerte jamás herí a nadie. Después ingresé a un grupo de teatro y, una vez allí, pude por fin contar la verdadera historia del suicidio de mi padre, y empecé a curarme. Comencé entonces a escribir y me sorprendí al darme cuenta de lo que pasaba cuando describía ciertos paisajes. Era como estar frente a un test de Rorschach en el que, a medida que describía los cambios en un bosque, o en el mar, veía los cambios internos de mi propia vida. Es en este proceso cuando el arte puede cambiar o salvar una vida.
¿De dónde vienen toda la violencia y los desórdenes afectivos de sus novelas?
En mi familia ha habido cinco suicidios y, si contamos la familia de mi madrastra, también un asesinato. Ha habido también muchos divorcios. Y todo en medio de los paisajes idílicos y hermosos de Alaska y California. Este material ha sido perfecto a la hora de escribir tragedias griegas con el paisaje como telón de fondo. En lo personal, lo que me gusta de la tragedia griega es que lleva al límite la relación entre dos personas que se aman, pero que, a su vez, se destruyen por la falta de control.
Una adolescente, casi una niña, entabla una relación con un desconocido, un anciano, en un acuario en Seattle. Así comienza la trama de su última novela. ¿Qué lo inspiró para escribir esta historia?
No sé cómo pasó, pero cuando estaba escribiendo 'Bright Air Black' –novela que aún no se traduce al español– empecé a ver la imagen de una niña y de un viejo sentados en un acuario, mirando los peces, y supe de inmediato que él iba a ser importante en su vida. Cuando comencé a escribir la novela, me sorprendí al darme cuenta de que la historia no iba a terminar en una tragedia, lo que significó mucho para mí, porque era la primera vez que escribía algo que no era trágico. De hecho, se trata de una novela de amor y perdón. Además, este es el segundo libro que escribo en el que no aparece ninguna referencia a mi familia, salvo cierta alusión a mi madre y al modo como nos enfrentamos al perdón hace un tiempo. La segunda novela en la que no aparece mi familia es 'Bright Air Black', pero ocurre hace 3.250 años.

Cuando comencé a escribir la novela, me sorprendí al darme cuenta de que la historia no iba a terminar en una tragedia.

El New York Times se refirió a usted hace unos años como un escritor muy talentoso, nacido en Alaska, con una acogida extraordinaria en el extranjero, pero poco conocido en su país. ¿Cuál es el lector de sus novelas?
Durante diez años estuve escribiendo mi primer libro, 'Leyenda de un suicidio', desde los 19 hasta los 29 o 30. Pero sólo se publicó doce años después, cuando yo tenía 42. En esos veintidós años en realidad no tuve lectores, y no los tuve porque no había publicado más que un par de historias y un libro autobiográfico sobre mi vida como marinero. Yo creo, entonces, que no hay un lector a quien yo le escriba. Tengo la sospecha de que todas las buenas novelas se han escrito solo para que las lea un único lector: el propio escritor. En ese sentido, el posmodernismo se ha equivocado al pensar que el lector importa, o que la interpretación del texto por parte del lector tiene alguna injerencia. Creo que solo el texto y el escritor son importantes, y que solo el escritor puede comprender y conocer de verdad el texto. El posmodernismo ve al escritor como una especie de idiota. Yo me alejo de esto.
Da la impresión de que los escritores hoy en día deben ser más animadores que escritores, y que su éxito se mide más por el número de ejemplares vendidos que por su calidad…
En Estados Unidos, la mayoría de las personas no continúa sus estudios, y cerca del 65 por ciento ni siquiera lee un libro al año. Los que leen, leen basura, y parece que la disfrutan. Pero, ¿es que alguna vez ha importado lo que hagan o no los artistas, los escritores? Los escritores que están trabajando hoy en día, y descubriendo cosas, están lejos de este debate.
Usted ha sido profesor de escritura creativa en Estados Unidos, en Inglaterra, en Francia… ¿Se puede enseñar a escribir literatura?
La respuesta corta es no. No puedo enseñarle a alguien a ser talentoso, ni siquiera a que se concentre en escribir una historia. Pero puedo enseñarles a mis estudiantes a ser mejores lectores, a entender mejor el lenguaje, a comprender el estilo. Para aquel que tiene talento y está motivado puede ser una ayuda invaluable. Los talleres sirven para dedicarle tiempo a la escritura, para estar rodeados de personas que también escriben, para conseguir, si se tiene suerte, un buen mentor. En este sentido creo que los programas de escritura creativa son formidables y que valen la pena.

Pero, ¿es que alguna vez ha importado lo que hagan o no los artistas, los escritores?

Viet Thanh Nguyen, ganador del premio Pulitzer el año pasado, aseguró recientemente que la literatura en Estados Unidos pecaba de no ser política. ¿La literatura debería serlo?
Todo acto de escritura, de un modo u otro, es político. Incluso mis descripciones del paisaje de Alaska son políticas: mientras la gente ve a Alaska como la última frontera de la bondad y los recursos naturales, yo muestro el horror que se vive adentro de esos paisajes. Sin embargo, creo que cuando la literatura trata de ser política termina limitada por las ideas y pierde cualquier posibilidad de arte.
¿Qué piensa de Donald Trump?
No pensé que fuera a ganar. Yo me fui de Estados Unidos en 2003, cuando estaba Bush y comenzó la guerra en Iraq. Estaba indignado con Estados Unidos. Pero la elección de Trump me ha llevado a indignarme más con mi país y con los americanos que viven en él. Esto es algo que nunca se había visto. Estamos viendo cómo se destruyen las instituciones. Nos tomará décadas reconstruirlas.
Volviendo a la literatura, ¿qué contacto ha tenido con las letras latinoamericanas?
Gabriel García Márquez ha sido una influencia muy grande. 'Ketchikan', una de las historias que aparecen en 'Leyenda de un suicidio', se basó en uno de sus cuentos: 'El último viaje del buque fantasma'. Este mes voy a presentar la película 'Eréndira' en un festival en Lyon, y hablaré de sus cuentos. También me han influenciado Borges, Cortázar y Vargas Llosa. Con Junot Díaz salimos juntos de Cornell y en su momento leí los borradores de lo que sería su libro de cuentos 'Drown' (traducido como 'Negocios en español'). He leído y conocido a un amplio grupo de autores latinoamericanos y brasileños.
¿Hay una nueva forma de escribir en Latinoamérica o todavía quedan rezagos del realismo mágico?
He leído a los autores de la generación pasada y los escritores más recientes, y debo decir que no creo que haya habido un giro completo. Todavía existe un cierto deseo de usar metáforas literales que seguramente viene de las generaciones pasadas. Sin embargo, es claro que no he leído todo lo que debiera para dar un juicio tan autoritario en la materia.
LECTURAS
Sergio Alzate
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