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Lecturas Dominicales

'Yo no soy gay, soy una loca': Luis Negrón

Además de escritor, es librero y curador de arte. Negrón recibió por 'Mundo cruel' el premio Lambda, que reconoce obras de temática LGBTI.

Además de escritor, es librero y curador de arte. Negrón recibió por 'Mundo cruel' el premio Lambda, que reconoce obras de temática LGBTI.

Foto:Eny Roland Hernández

Entrevista al autor puertorriqueño que debutó en el 2010 con el libro de cuentos 'Mundo cruel'.

Sergio Alzate
Aferrado a las esquinas de las discotecas, Luis Negrón se enamoraba perdidamente de hombres que llegaban para luego irse. O que ni siquiera llegaban, que eran amores mudos que veía desfilar por el barrio de Santurce, en San Juan de Puerto Rico. Era como Edwin, uno de los personajes de sus cuentos. Un muchacho tímido, un garabato rápido al borde de una página, una personalidad traslúcida que prefería escuchar antes que hablar.
Ahora, con cuarenta y siete años, Negrón ha ratificado en la exuberancia y la irreverencia su derecho a tener una personalidad propia. Es librero y curador de arte. También escritor, aunque por mucho tiempo lo hizo desde el clóset. Escribía y guardaba, y volvía a escribir para volver a guardar. Nadie leía sus historias. Pero un día dos amigas suyas, lesbianas, como él resalta, le propusieron que en las discotecas se hicieran lecturas literarias. “Las locas nos odiaron porque íbamos y les dañábamos la fiesta”, cuenta. Leyó en aquellas tertulias sus cuentos, que eran como animalitos desarticulados que empezaron a agruparse hasta llegar a ser un libro, Mundo cruel. Este debut literario se dio en el 2010 y desde entonces ha tenido cinco ediciones en español. Tuvo, además, una edición en inglés en el 2013 por parte de Suzanne Jill Levine, traductora de la obra de autores como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Manuel Puig, entre otros. Con esta traducción, Luis Negrón recibió el Premio Literario Lambda, que galardona las obras de temática LGBTI. Mundo cruel en Puerto Rico fue un éxito de ventas e inspiró dos musicales.

Pero Negrón también sabe llorar. Llora cuando habla de su país, Puerto Rico, una isla que ha sido declarada en quiebra

El título engaña. Mundo cruel no son los lamentos de la vida en los márgenes de la sociedad, sino los cantos jubilosos de quienes han hecho del precipicio su pueblo. Los cuentos son, ante todo, melodramas que saben reírse de la tragedia. Cada relato es una lección de cómo burlarse de la pobreza, las frustraciones cotidianas, la homofobia, el odio, los chismes, los señalamientos. “Si a mí alguien me pregunta si soy gay, le digo que no porque no tengo plata. Lo que yo soy es una loca”, dice Negrón.
Pero Negrón también sabe llorar. Llora cuando habla de su país, Puerto Rico, una isla que ha sido declarada en quiebra y cuyo destino no está en manos de sus habitantes. Llora cuando piensa en los estudiantes que tienen que enfrentarse a la fuerza pública y que son ignorados. Y cuando Negrón se entristece no se lleva una mano a la frente para decir entre sollozos “adiós, mundo cruel”. Lo hace disimulando las rosetas de llanto que parpadean en sus ojos y doliéndose con la misma intensidad con la que ríe. Pero como él dice, el humor aligera todo. Se limpia el refilón de sus lágrimas y se aclara la garganta. Después de todo esto es una entrevista.
¿En qué momento al librero y curador se le empieza a filtrar la vocación de la escritura?
Siempre estuvo, pero mi relación con ella es rara. No siento la necesidad constante de publicar. Empecé a hacer unos cuentos y los leía en las barras gays usando mucho el humor en mis intervenciones. La gente me decía que publicara y, una vez tuve el manuscrito, me decían que era demasiado puertorriqueño y que nadie lo entendería. Yo les respondía: “no importa, de todas formas a los puertorriqueños nadie nos lee”. Luego me decían que era muy gay. Yo decía: “qué importa, porque esto es para cincuenta locas”. Al fin se publicó y pasó lo que pasó con él.
En sus cuentos, más allá de una lucha por el reconocimiento de lo gay, parece desarrollarse una lucha de clases.
Claro, porque también la pobre es la loca que no le gusta a nadie, la que incomoda, la que es más difícil de controlar. Porque ahí no solo briegas con la homosexualidad, también con la vulgaridad, con la cursilería, con la pobreza. Es que la gente cree que los gays somos ricos, y se lo imaginan a uno con champán, con dinero. Nada que ver. Lo que sí debemos ser las locas es malas. Nadie que ha sobrevivido al maltrato va a ser demasiado pendejo como para dejarse tratar mal otra vez. Mi libro no se trata de los gays, mi libro se trata de las mariconas. Ser gay, al final, es un estatus social. Y el miedo que hay es no ser parte de esa élite.
¿Hay en el uso de palabras como loca, pato, maricón una resignificación de lo que antes eran insultos?
¿Sabes cuándo inició la revolución queer? Cuando a alguien le dijeron loca y ese alguien se volteó y dijo “¿y qué?”. No sabemos cuándo fue, no vamos a poder registrarlo. Pero esto pasó en Perú, en Guatemala, en China, en todo el mundo.
Hay en sus cuentos un eco de los de su compatriota Ana Lydia Vega. Más allá de la oralidad y musicalidad que comparten sus historias, lo que los une es que hablan de las periferias. Ella desde ser mujer y usted desde ser un hombre gay, pero no se lamentan y convierten todo amago de denuncia en humor.
A mí lo que me gusta de Ana Lydia es esa actitud que tiene de “no nos vamos a engañar: yo soy feminista, pero también quiero acostarme contigo”. Y su denuncia es magistral. Es como aflojar una luz para poner en evidencia a los machos. En cuanto a las similitudes, no sufro de la pendejada de muchos escritores sobre la muerte del padre. Si algo ha fortalecido a la humanidad es que aprendemos de los demás. Yo creo en la genealogía y me siento hijo de otros escritores como Puig, que es papi y mami a la vez; tengo tías como Copi o Mario Bellatín. Eso de la sustitución me parece una cosa bien burguesa. Son los burgueses quienes necesitan que desaparezca una generación para acceder ellos al capital. ¡Estoy hecha toda una loca marxista!

¿Sabes cuándo inició la revolución queer? Cuando a alguien le dijeron loca y ese alguien se volteó y dijo '¿y qué?'

Habría que hacer dos lecturas de Mundo cruel. Una en silencio y otra en voz alta para identificar y disfrutar los matices del habla puertorriqueña, inmensamente musical. ¿Cómo fue conseguir esa cadencia?
Yo solía ser un nene tímido que se reía callado, pero que absorbía todo. Y ahí aprendí que el lenguaje te da mucha información. Te dice de dónde viene una persona, su edad. En la literatura, el habla te ubica en cuestiones sobre un personaje que representa algo en su realidad.
A pesar de que el título hace referencia a la crueldad, en lo cruel se teje el sentido de hermandad de los personajes de sus cuentos.
Nosotros los gays nos unimos porque el ser humano necesita pertenecer a un lugar. Y hay que aprender a ser fuerte para afrontar la crueldad. En casa me daban para evitar que me pegaran. El pobre le enseña al pobre a palo para que la vida no lo golpee más duro. Hay algo de eso en las amistades gays.
'Mundo cruel' fue traducido al inglés por Suzanne Jill, traductora de la obra de autores como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Manuel Puig.

'Mundo cruel' fue traducido al inglés por Suzanne Jill, traductora de la obra de autores como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Manuel Puig.

Foto:Eny Roland Hernández

Entre todos los personajes hay uno que destaca: el barrio de Santurce. ¿Siempre hubo esa intención de darle ese protagonismo al barrio?
Vivo fascinado con Santurce, aunque no quiero hablar mucho de él porque se está mudando mucho hipster. Ahora hay esas campañas para renovarlo y la gente llega y dice que deberíamos cambiarlo todo. Santurce es un espacio donde la gente pobre puede vivir y la decadencia no se avergüenza de ser. Y me fascina el lujo excesivo del pobre. Esa cosa de que una pared no se puede dejar en blanco. Mi casa es todo color, pongo cosas porque me dan gracia, tengo vírgenes porque me gustan así no crea en eso. Lo que une a este libro es el barrio, Santurce, que es bien maricona.
Puerto Rico actualmente vive crisis sociales, políticas y económicas. Usted en Facebook habla de esto, llama a marchar, a criticar a la administración que va en contra de los intereses de la isla. ¿De qué sirve todo este activismo?
Es un tema que me entristece. Yo no quiero poner esas cosas en Facebook. Yo quiero hablar de mariconerías y de hombres y de películas y de libros. No sé si estoy haciendo lo correcto, tal vez resistir sea peor. Me da miedo que lo mejor sea que la gente aprenda a aguantar los golpes en vez de resistirlos. Que alguien me diga cómo es que se cierran 184 escuelas. Si algo tiene la gente es la educación. Yo vengo de un lugar violento y lo que me salvó fue la universidad. Y veo a los estudiantes protestando y quisiera verlos estudiando.
Y en este caso, ¿cómo puede ayudar el humor?
Ya lo van a ver. Yo no sé un carajo, mis comentarios no son análisis. Pero se viene la sátira, el romper con el orden. Si no podemos tomar el control del país, pues tenemos el teatro, la literatura, el cine. Ya lo van a ver.
LECTURAS
Sergio Alzate
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