¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Lecturas Dominicales

El último playboy

La serie, protagonizada y producida por Manolo Cardona, puso de nuevo sobre la mesa el nombre de Porfirio Rubirosa, el dominicano que llegó a ser el mayor playboy del siglo XX.

La serie, protagonizada y producida por Manolo Cardona, puso de nuevo sobre la mesa el nombre de Porfirio Rubirosa, el dominicano que llegó a ser el mayor playboy del siglo XX.

Foto:Archivo particular

Protagonizada y producida por Manolo Cardona, esta serie puso sobre la mesa a Porfirio Rubirosa.

“Es uno de mis principios fundamentales: prefiero arriesgarlo todo a aburrirme”. Esta era una de las frases bandera del dominicano Porfirio Rubirosa, el gran playboy que se robaba los flashes a mediados del siglo pasado, dueño de una leyenda rodeada de misterio.
Su vida fue corta: nació en 1909, en San Francisco de Macorís, República Dominicana, y murió en París, en 1965. Rubi –como lo bautizaron en las páginas sociales– fue diplomático, jugador de polo, piloto de aviones, corredor de autos, buscador de tesoros, boxeador, espía a favor (o en contra, eso forma parte del misterio) del régimen del dictador Rafael Leónidas Trujillo, pero por encima de todo: un conquistador.
Sus hazañas amorosas construyeron su leyenda. Ava Gardner, Marilyn Monroe, Rita Hayworth, Evita Perón, Kin Novak, Veronica Lake, Joan Crawford y Zsa Zsa Gabor son algunas de las que cedieron a sus encantos. Sin contar que de sus cinco matrimonios dos fueron con las mujeres en ese momento consideradas las más ricas del mundo: Doris Duke, hija del propietario del imperio tabacalero American Tobacco, y Barbara Hutton, heredera del dueño de los almacenes Woolworth.
Buena parte de la fortuna de ambas cayó a los bolsillos del dominicano. “La mayoría de los hombres quieren ganar dinero. Yo prefiero gastarlo”, solía repetir.
Porfirio Rubirosa nació en un hogar de clase media. Su papá pertenecía a la milicia y logró ascender al punto de obtener un cargo en la embajada dominicana en París. Fue allí donde Rubi pasó su niñez y su adolescencia. A los 17 años, de regreso a su país, tuvo la idea de estudiar derecho, pero se decidió por la carrera militar: pensó que al portar un uniforme iba a ganar puntos con las mujeres.
Rubi ascendía en su carrera cuando su país cayó en la dictadura militar de Trujillo, que mantuvo un periodo de tiranía de más de treinta años. Trujillo fue otro de tantos que se rindió al encanto de Rubirosa. Tan pronto lo conoció, en medio de un partido de polo –otra de sus grandes aficiones–, lo nombró en su guardia presidencial.
Un día Rubirosa fue asignado para ir al aeropuerto a recoger a la hija del dictador, Flor de Oro, de 17 años, que venía de París. Rubi la recibió y durante el trayecto le habló en un francés perfecto. Ese tiempo fue suficiente para que la joven se enamorara. Cuentan que ella misma le propuso matrimonio. Se casaron en 1932 y casi de inmediato la pareja empezó a volar de un país a otro por cuenta de los puestos diplomáticos que el dictador le daba a su yerno.

La mayoría de los hombres quieren ganar dinero. Yo prefiero gastarlo

Uno de esos destinos fue Berlín, donde, en 1936, compartieron palco con Adolfo Hitler en la inauguración de los Juegos Olímpicos. También vivieron en París, ya en medio de la Segunda Guerra Mundial, periodo que Rubirosa aprovechó para vender visados dominicanos a judíos que querían huir de la persecución nazi. Las ganancias las podía gastar en una operación de nariz o en mandarse hacer calzoncillos a la medida.
Después de cinco años de matrimonio, aburrida de las infidelidades, Flor de Oro se divorció. Era 1938. La tiranía de Trujillo estaba en su esplendor. Otra persona hubiera caído en desgracia ante el dictador –mejor dicho: asesinado– luego de haber ultrajado a su hija. Pero se trataba de Rubirosa, un personaje que le servía a sus intereses: “Es muy bueno en su trabajo porque las mujeres lo adoran y es un gran mentiroso”, decía Trujillo.
Hay versiones que lo presentan como un fiel espía del dictador, otras lo sitúan al extremo, como promotor de la oposición al régimen. Nada está claro en este tema. “Su relación con Trujillo fue de amor y odio. Hay muchas especulaciones sobre si era espía o no. Los archivos secretos del FBI a ese respecto están incompletos y borrados”, dice el actor Manolo Cardona, que al conocer la historia de Rubirosa, hace algunos años en República Dominicana, se sorprendió de que no hubiera llegado al cine o a la televisión. Se puso manos a la obra y creó y protagonizó la serie Rubirosa, estrenada en diciembre pasado y disponible en Claro Video.
A partir del primer divorcio de Rubirosa comenzó su historia como el gran playboy internacional. El dominicano se codeaba con lo más exquisito del jet set americano y europeo. Era amigo de personajes como John F. Kennedy, Sammy Davis Jr. o Frank Sinatra, y quien quisiera organizar una fiesta exitosa tenía que contar con él como invitado. Buen conversador, políglota, con modales refinados, tenía el don de hacer sentir especiales a las mujeres.
Mildred Ricart, amiga suya, decía que “lograba que cada mujer se sintiera la más importante del mundo”. Claro que existe otra leyenda sobre la razón de su éxito: su miembro viril. “Era de la longitud de un palo de béisbol y de la anchura de una lata de cerveza. Las mujeres gritaban al ver su tamaño”, escribió la periodista Lynn Barber en The Sunday Times, en una reseña de 'The Irresistible Mr. Wrong', una biografía de Rubirosa. ‘Toujours Prêt’, le decían. ‘Siempre listo’, en referencia a sus dotes sexuales.
Zsa Zsa Gabor con Porfirio Rubirosa en un evento de 1954.

Zsa Zsa Gabor con Porfirio Rubirosa en un evento de 1954.

Foto:AFP

En los restaurantes más chic de París llamaban ‘rubirosas’ a los pimenteros, asociando sus dimensiones con las del pene del dominicano. Y el propio Truman Capote, en una de sus novelas, 'Plegarias atendidas', describió las dimensiones del miembro del gran conquistador. Más allá de estas historias, lo cierto es que era un seductor nato. Isabella Wall, autora de 'Persiguiendo a Rubirosa', afirma que el dominicano fue la inspiración de Ian Fleming para la creación de su mítico personaje: James Bond, el agente 007.
Su segunda esposa fue la actriz francesa Danielle Darrieux, una de las mejor pagadas del momento en su país. Se casaron en 1942, pero su matrimonio solo duró cinco años. El final se veía venir por las infidelidades de Rubi, pero la ruptura definitiva llegó después de que él conociera a una periodista que le hizo una entrevista a Darrieux con motivo del estreno de una de sus películas. Se trataba de una colaboradora de Harper’s Bazaar llamada Doris Duke: nada menos que la heredera del dueño de American Tobacco.
Acostumbrada a conseguir lo que se le antojaba, no vio mal agregar a Rubirosa como uno más de sus trofeos. Según uno de sus biógrafos, la multimillonaria estadounidense le pagó a Darrieux un millón de dólares para que se divorciara con rapidez. Rubirosa estaba recién casado con Duke cuando Trujillo lo asignó como diplomático en Argentina, destino que a él lo alegraba porque podía dedicarle horas al polo, pero que a Doris le aburría. De ese periodo surge el rumor de su romance con Evita Perón, esposa del entonces presidente argentino. Pero esa no fue la única aventura que Duke le conoció: lo que no soportó fue saber que se veía también con su primera esposa, Flor de Oro Trujillo.
El tercer matrimonio terminó, pero él no se fue con las manos vacías: Duke le dio un millón de dólares, caballos de polo, autos de carreras y una mansión en París. Nada mal para alguien a quien le resultaba imposible trabajar “porque no tenía tiempo”. Su historial de matrimonios siguió con la multimillonaria estadounidense Barbara Hutton, heredera del magnate Frank Woolworth y exesposa del actor Cary Grant. Esa relación duró menos todavía: Rubirosa ya venía teniendo un romance con la actriz Zsa Zsa Gabor, que fue escándalo en las revistas del corazón.
Seguir paso a paso su vida amorosa sería interminable. Al mismo tiempo que sumaba romances –era estéril, lo que él veía como ventaja para vivir con más tranquilidad sus aventuras– mantenía su contacto con Trujillo. “Era como un hijo para él”, dijo en una ocasión Ramfis Jr., nieto del dictador. Y agregó la razón: Rubirosa significaba la mejor inversión en relaciones públicas que el régimen podía tener.

Hay muchas especulaciones sobre si era espía o no. Los archivos secretos del FBI a ese respecto están incompletos y borrados

Con 47 años, llegó su quinto matrimonio. Al parecer esta vez se enamoró de verdad de una aspirante a actriz veinticinco años menor: Odile Rodin. Casado con ella, Trujillo le puso otro destino diplomático: la embajada en Cuba. Rubirosa estaba en La Habana cuando triunfó la revolución y su carisma le alcanzó para tener buenas relaciones con Castro, aunque al poco tiempo fue enviado de regreso a París.
La vida que lo había caracterizado fue desapareciendo. El primer golpe lo sintió con el asesinato de Trujillo, en 1961. Con su muerte, se le acabaron los cargos diplomáticos. Las fortunas que había recibido de sus exesposas también se habían ido. Sin embargo, no dejaba sus actividades frecuentes. “Rubirosa vivía su vida al límite, la llevaba hasta las últimas consecuencias en todos los sentidos –agrega Manolo Cardona–. Pensaba que todo lo podía conseguir, fuera bueno o malo. Ese rasgo terminó convirtiéndolo en lo que fue”.
Y al final de una de sus famosas parrandas, Porfirio Rubirosa encontró la muerte. Era de madrugada, estaba borracho, y se empeñó en conducir su Ferrari 250 GT. Iba a 160 kilómetros por hora cuando se estrelló contra un árbol en el bosque de Bolonia. El timón quedó clavado en su tórax. Tenía 56 años. Algunos hablaron de suicidio, pero no hay forma de saber. El misterio rodea su historia, de principio a fin.
LECTURAS
(Vea la serie 'Rubirosa' en exclusiva por Claro Video).
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO