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Empresas

Un hombre con ideas de empresas exitosas: Alberto Araújo

El empresario cartagenero Alberto Araújo Merlano en uno de los balcones del Hotel Las Américas, una de sus creaciones.

El empresario cartagenero Alberto Araújo Merlano en uno de los balcones del Hotel Las Américas, una de sus creaciones.

Foto:Cortesía Maruja Parra / El Universal

Alberto Araújo, fallecido el sábado a los 94 años, impulsó la industria hotelera en Cartagena.

Tras una breve experiencia como banquero, el abogado-economista de la Universidad Javeriana Alberto Araújo Merlano, desde la gerencia del Banco Popular en Cartagena, donde promovió la creación y consolidación de numerosos negocios pequeños, además de seguir impulsando el desarrollo urbano en el centro financiero de La Matuna, puso otra vez a prueba su espíritu cívico, naturalmente con la iniciativa empresarial a disposición.
En ese entonces, a fines de los años 60, quería abandonar la Heroica, como muchas otras familias, por el estado de abandono, postración, suciedad y continuos cortes de energía y agua, con todas las calles rotas por obras de alcantarillado. “Esto parece una ciudad después de un bombardeo”, declaró, con dolor y rabia, el presidente de turno, Carlos Lleras Restrepo.
Pero, ¡vaya sorpresa! En tales circunstancias, le ofrecieron la gerencia de Empresas Públicas, solo que Lleras se opuso a que lo designaran por considerarlo uno de sus más fuertes críticos en el Congreso, como representante a la Cámara, de su proyecto de reforma agraria. Y cuando él se enteró de la intervención presidencial, ¡aceptó el cargo que días antes había rechazado!
Se enfrentó, pues, a una crisis sin precedentes, a la guerra política del gobernador en alianza con un sindicato comunista, a continuos sabotajes en las operaciones para hacerlo fracasar en su gestión y, sobre todo, a una difícil situación financiera, sin haber siquiera para pagar el sueldo a los empleados. Por fortuna, sus ideas salvadoras volvieron a hacer acto de presencia.
La solución fue simple, en verdad: igual que en Araújo & Segovia, el problema financiero se originaba en la falta de pago, ante lo cual llegó a un acuerdo con el Banco Popular para que les prestara a sus deudores con un fondo creado allí por las mismas Empresas Públicas, de modo que el dinero sacado de un bolsillo le entrara al otro, pero multiplicado con las acreencias.

Llegó a un acuerdo con el Banco Popular para que les prestara a sus deudores con un fondo creado allí por las mismas Empresas Públicas, de modo que el dinero sacado de un bolsillo le entrara al otro

Entre tanto, sobre la fachada del banco, mientras se anunciaban los pagos respectivos en módicas cuotas mensuales, se exhibía un termómetro gigantesco que mostraba, en rojo, las deudas por pagar y al lado, en verde, el saldo a favor, que fue creciendo tanto como los clientes bancarios. La estrategia tuvo un éxito rotundo, como él lo esperaba.
Logró, asimismo, pavimentar las calles en su totalidad, gracias a otra idea maravillosa: como los propietarios de inmuebles no pagaban impuesto de valorización, les dio la oportunidad de invertir ese dinero en sus calles, al frente de las propiedades, en alianza con Empresas Públicas, que puso la mayor parte de la financiación.
Cuando, un año después de su visita, Lleras Restrepo vio la ciudad reconstruida buscó al “culpable”, le hizo un justo reconocimiento y se convirtió, a partir de ese momento, en uno de sus mejores aliados y consejeros, dejando atrás la enemistad que traían de vieja data.

Capilla del Mar

Fue gerente de Colpuertos, donde denunció sus elevados niveles de corrupción, lo cual le trajo numerosos problemas hasta con el presidente Misael Pastrana Borrero, de quien nunca esperaba que le diera la espalda. Por ello regresó a su amada Cartagena, volviendo a su inmobiliaria, pero con el propósito de emprender otro proyecto que le daba vueltas en la cabeza.
Le dio, en fin, por construir un apartahotel –hotel con apartamentos–, idea que consideraba original, aunque después comprobó que no lo era. Respondió así a una necesidad que saltaba a la vista: en la ciudad solo había dos hoteles cinco estrellas, el Caribe y el Americano, por lo cual se mantenían copados, y muchos turistas debían alquilar apartamentos en sus vacaciones.
Buscó socios, comenzando por su propia casa, en Araújo & Segovia; recurrió por enésima vez al Banco Popular por la financiación, que al final se le negó ante otra intervención presidencial indebida, y al final no tuvo una salida distinta que la de emigrar hacia una corporación de ahorro y vivienda, con el sistema Upac, donde exigieron múltiples requisitos que parecían imposibles de cumplir.
Ante las dificultades obvias de conseguir la plata, los socios fueron tirando la toalla: el primero, porque el proyecto no arrancaba; el segundo, dizque por un sueño premonitorio en el cual era perseguido de muerte, a lo mejor –dijo al despertarse– por las enormes deudas que iban a contraer, y el tercero, porque decidió venderle su parte, cansado de esperar.
Siguió adelante, a pesar de todo. Logró la aprobación del crédito cuando ya el lote, adquirido con el respaldo de las hipotecas de sus propiedades, estaba en venta; se hicieron efectivas las promesas de compra, que algunos visionarios osaron firmar, y hasta se ganó un cuantioso aporte oficial a su plan de desarrollo turístico, cumplidos también los exigentes requisitos.
Fue su ingreso, con pie derecho, al sector hotelero, nada menos que con la presencia de los reyes de España en la inauguración, quienes participaron, con el presidente César Gaviria, en los fastuosos actos conmemorativos de los 500 años del Descubrimiento de América, todo porque a él se le ocurrió invitarlos cuando el monarca, en cierta entrevista internacional, manifestó su intención de asistir a tan magna celebración en sus antiguas colonias.
Cuando Alberto Araújo vio en la bahía de Cartagena acercarse el lujoso barco de la Armada española, custodiado por hermosos buques de la Escuela Naval y la Marina colombiana, sintió una alegría desbordante, que no cabía en su cuerpo, al comprobar cómo otro de sus sueños, fruto de la imaginación o la fantasía, se hacía realidad para sorpresa del mundo entero.

Soy un hombre feliz

Por lo visto, el sector de la hotelería le quedó gustando. Y más el desarrollo urbanístico, ahora con su amplia experiencia en el mercado inmobiliario. Y si antes fue pionero de la moderna infraestructura turística en Bocagrande, el siguiente paso fue hacia el lado opuesto de la ciudad, siempre frente al mar, cerca del aeropuerto y por La Boquilla, un sector de pobres pescadores, bastante deprimido, donde la inseguridad reinaba a sus anchas.
Por enésima vez, pocos creían en su proyecto. Que este era muy ambicioso, moderno en exceso y, sobre todo, con un costo exorbitante que lo obligó a vender varias de sus propiedades para ayudar a financiarlo; que el barrio en cuestión no era sano ni recomendable, en especial para los turistas extranjeros, y cosas por el estilo.
Tampoco dio su brazo a torcer. Al final, con el futuro presidente Andrés Pastrana a bordo y una fiesta de fantasía en medio de juegos pirotécnicos y carrozas que llegaban con hermosas mujeres como en un cuento de hadas, fue inaugurado el hotel Las Américas, después del cual vinieron otros similares, todos de cinco estrellas, en un nuevo polo de desarrollo urbano.
Las gentes de La Boquilla, por su parte, empezaron a beneficiarse, hasta el sol de hoy, con programas de salud, educación, vivienda y empleo, gracias a una fundación que él y varios de sus colegas crearon como expresión de su responsabilidad social empresarial.
Y vino el Centro de Convenciones en Las Américas, estando próxima a abrirse la imponente torre de este hotel en Panamá, mientras Alberto Araújo, a sus más de noventa años, no para de producir ideas, convertirlas en proyectos y hacerlas realidad, cuyo éxito está casi siempre garantizado.

No le teme al fracaso. Y se declara satisfecho por el deber cumplido, con la enorme alegría de hacer lo que sabe y lo que le gusta

No le teme al fracaso. Y se declara satisfecho por el deber cumplido, con la enorme alegría de hacer lo que sabe y lo que le gusta, clave en su concepto no solo de tan positivos resultados económicos, sino también de su paz interior.
“Soy un hombre feliz”, asegura como reflexión al final de la entrevista.

Ante el adiós, luto en Cartagena

Alberto Araújo Merlano falleció a los 94 años de edad, en la madrugada del sábado. El empresario cartagenero y líder gremial dedicó su vida a forjar exitosas compañías en su ciudad natal. Era el padre del exministro Fernando Araújo Perdomo y abuelo del actual senador del Centro Democrático (CD), Fernando Araújo Rumié. De hecho, fue director honorario de esta colectividad política.
Aunque se graduó en Ciencias Jurídicas en la Universidad Javeriana, ejerció por muy pocos años su profesión. Se dedicó por completo a la creación de empresas.
Al finalizar sus estudios asumió la gerencia de La Voz de Colombia, la cual sacó de las ruinas en que la había dejado un incendio. En tres años la puso en los primeros lugares de sintonía en el país.
A los 35 años de edad creó, con Ricardo Segovia Morales, la firma administradora de finca raíz Araújo & Segovia, empresa que todavía subsiste como una de las más reconocidas y serias en el sector inmobiliario.
Fue gerente de las Empresas Públicas Municipales de Cartagena, único cago público que ejerció en su vida.
Además, presidió el Directorio Conservador de Bolívar, construyó el hotel Capilla del Mar, el hotel Las Américas y el Centro de Convenciones de Las Américas, entre otras innumerables iniciativas en el sector privado y público.
Por toda esta labor recibió múltiples reconocimientos, como la Gran Cruz de Cotelco, Grado de Comendador, otorgada por la Asociación Hotelera y Turística de Colombia, por su dedicación en beneficio del sector turístico del país; el Premio al Mérito Empresarial Simón Bolívar 2011, en la categoría de empresario benemérito; director emérito del Centro Democrático y la Orden José Gutiérrez Gómez, por su trayectoria como forjador de empresas en la ciudad, entre otras distinciones.
JORGE EMILIO SIERRA MONTOYA *
* Fragmento del perfil de Alberto Araújo Merlano que forma parte del libro ‘Líderes empresariales del Caribe’. El autor es miembro Correspondiente de la Academia Colombiana de la Lengua
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