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Meluk le cuenta… (Se gana como se vive)

La política estatal deportiva colombiana puede que sea poca o insuficiente, pero existe.

Gabriel Meluk
Eso de que no existe una política de Estado en Colombia para el deporte es mentira. Una creencia que se prende con las lágrimas del que dice que corre abandonado, desamparado y a la buena de Dios o con el reclamo de los papás de unos muchachitos de un equipo de cualquier cosa, pongamos de tute, que dicen que el Gobierno los abandonó y no les da para los pasajes, los hoteles y los viáticos para ir a jugar a Hawái.
Hay una política que consiste en encontrar unos talentos, darles unos apoyos económicos que, en prosaico, son un sueldo, un salario, para que tengan con qué pagar arriendo, servicios y mercado y se dediquen a entrenar. Los sueldos que reciben son diferentes entre ellos y van de acuerdo con nivel, trayectoria y logros.
Como cualquier sueldo siempre es poco, seguro. Pero ese sueldo que reciben los deportistas apoyados les permite dedicarse a su oficio, el deporte. Y eso no es algo menor en un país como el nuestro en el que, según el Dane, el 34 por ciento de los hogares asegura que no les alcanza el salario para vivir; en el que, según la Central Unitaria de Trabajadores, 11 millones de personas ganan menos de un salario mínimo en el sector informal y en el que el 8 por ciento de los 22 millones de trabajadores (1,7 millones) gana el mínimo, según el Ministerio de Trabajo. Se juega como se vive y se gana igual.
A esos talentos, además, los dirigen en muchos casos entrenadores extranjeros (pesas, boxeo, tiro con arco, por ejemplo) y compiten internacionalmente en los más importantes torneos contra los más importantes rivales de sus disciplinas y modalidades.
En plata blanca, y simplificando, los recursos estatales se empelan en unos deportistas escogidos que pintan para ganar y a ellos se les da un salario, entrenador y competencias. Para los que les da urticaria –carranchín es lo mismo-, eso es resultadismo. Pues bien: el deporte olímpico colombiano apeló al resultadismo para pasar de cero medallas en los Olímpicos de Atlanta-96 a ocho metales en Londres-2012 y Río de Janeiro-2016.
Esa política de Estado en Colombia para el deporte la convirtió en potencia suramericana y hoy pelea, en Barranquilla, el segundo puesto en los Centroamericanos y del Caribe. Y puede lograrlo.
Cada quien obtiene sus victorias a su manera y como puede. Básicamente, como puede. Sí, eso es más exacto. Si se tiene la bomba atómica se suelta sobre Hiroshima y Nagasaki y sanseacabó. Si se cuenta con más de dos millones de soldados en tierra, pues se ponen muchos muertos hasta hacer recular a los nazis y tomar Berlín. Y hay quienes solo tienen pantanos y “soldados de pies descalzos” para expulsar al ejército más poderoso del mundo de Vietnam. Lo hicieron como pudieron: focalizando sus luchas.
Así es la política de Estado deportiva colombiana: focalizada, resultadista. Aquí no existe la bomba atómica estructural deportiva que pasa por los colegios y las universidades que lanzan deportistas a la gigante y multimillonaria industria de la empresa privada del músculo estadounidense. Aquí no se tienen los millones de soldados patrocinados por el estado omnipresente que ordena enlistarse en el ejército deportivo y ganar como los chinos o los rusos hasta tomarse los medalleros.
La política estatal deportiva colombiana puede que sea poca o insuficiente, pero existe. Y esa es otra discusión totalmente válida y legítima. Pero esos mismos que dicen que no hay nada y que las medallas aparecen de esa nada, mienten; pues esas medallas, pocas o muchas, son las de esta política de Estado, de este modelo focalizado y resultadista.
Meluk le cuenta…
GABRIEL MELUK
Editor de Deportes
En Twitter: @MelukLeCuenta
Gabriel Meluk
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