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Fútbol Internacional

Boca sale de La Bombonera con el agua al cuello: 2-2 con River

Wilmar Barrios y Rafael Santos Borré.

Wilmar Barrios y Rafael Santos Borré.

Foto:Tomado de @BocaJrsOficial

Luego del diluvio, al fin se jugó la primera final de la Libertadores, un partido intenso y parejo.

Camilo Nieto
Cesó la lluvia. Pero en La Bombonera cayó un diluvio con relámpagos cuando Armani, con sus brazos abiertos, como si abrazara el arco, paró con su muslo de hierro el disparo de Benedetto. Era el gol que le daba la ventaja a Boca sobre River en la final de la Copa Libertadores, en el último latido, en el minuto 90. Pero la pelota fue a descansar lejos de la red, y con el 2-2, La Bombonera, esa arca repleta de pasión que sobrevivió a la tormenta, se inundó de lamentos.
Un día de más tuvieron que esperar Boca y River para encontrarse, hasta que las nubes hicieron una tregua con el fútbol. Allí estaban los 11 guerreros de azul y oro, protegidos por la mística de sus feroces tribunas, por los gritos roncos que empujaron hasta el final. Del otro lado, los jugadores de River Plate solo tenían una fina armadura, una camiseta de banda cruzada, de rojo vivaz. 11 tipos y su soledad bajo las tinieblas xeneizes.
La final fue un choque de fuerzas parejas. Pero con una osadía de River, que jugó como si fuera ajeno a la atmósfera de terror. El colombiano Borré despertó el primer aullido del partido, ese uuuyyy poderoso y neutral que en una final no se sabe quién lo grita más duro, si los que se salvan o los que fallan. O el propio Borré, al que el arquero Rossi le apagó su remate de cabeza.
A los 20 minutos, el clásico ya era el clásico: con los roces, los empujones, los manotazos, el insulto. A los 26 cayó el primer guerrero de Boca, Pavón, y se marchó con ira, sin saber que Benedetto entraría para ser héroe y villano. Con Benedetto, al fin Boca se enteró de que era la final y que era en La Bombonera.

Dos goles sin respiro

Ramón Ábila apuntó a River con un doble disparo, uno de derecha y otro de zurda. Franco Armani atajó el primero y soltó la pelota, como si llevara fuego y le hubiera quemado las manos, pero no llevaba. Quedó el rebote. Entre Armani y el palo solo cabía una mosca, pero pasó la pelota, y llegó el 1-0. La Bombonera fue el epicentro de un movimiento telúrico en toda Argentina. El técnico Schelotto pidió calma a los suyos, como quien dice “seguimos empatados”, y sí, un minuto después iban empatados. Pratto cogió a Boca con las manos arriba, como si fuera un atraco, pero era que aún celebraban. Mandó la pelota al palo más lejano del portero Rossi y fue el 1-1. La Bombonera que latía fue una tumba...
El clásico entró en su clímax. En ese momento de tensión local y de euforia visitante, Borré volvió a fallar. Tuvo el gol del triunfo y seguro soñará con él, sin posibilidad de despertarse para anotar porque se pierde el partido final por amarillas. La Bombonera, esa tumba, despertó. Boca no quería esperar al segundo tiempo. No había segundos que perder. En el último instante de la primera parte, el colombiano Villa lanzó una granada al área de River, eso parecía, porque la defensa huyó y le tocó marcar a Borré, y Borré no sabe marcar, y Borré falló, y Benedetto le cabeceó en la nariz, y también soñará con él. Armani recogió el proyectil desintegrado en la red, fue el 2-1. La Bombonera era una caldera hirviendo.
Los cuerpos sudados, en las gradas y en la gramilla, hicieron el esfuerzo final en la segunda parte. La batalla fue en la mitad, la zona en la que mandó Barrios. Allí lucharon, hasta que de alguna parte River sacó sus últimas fuerzas. Pity Martínez lanzó un tiro libre al área –la granada de respuesta–, y en principio no se supo si cabeceó Pratto o fue el empujón de la hinchada ausente. Fue autogol de Izquierdoz, y los guerreros solitarios celebraron bajo las tribunas de espanto. La Bombonera, una sola grieta.
Pudo ser un final diferente, pero Benedetto falló ante un gigante Ar-ma-ni, como dijo el relator de la TV, y desató un aguacero de nervios en esa cancha herida. Boca salió de la Bombonera con el agua al cuello, y ahora serán sus guerreros, y su soledad, los que intenten ahogar a River en un Monumental que ya ruge.
Pablo Romero
Redactor de EL TIEMPO
En twitter: @PabloRomeroET
Camilo Nieto
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