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Fútbol Colombiano

Tras su sanción, la segunda oportunidad de Brayan Fernández

Brayan Fernández, jugador de Cortuluá.

Brayan Fernández, jugador de Cortuluá.

Foto:Santiago Saldarriaga/EL TIEMPO

Fue castigado por dos años, pero trabajó para limpiar su nombre y probar su inocencia.

A Brayan Alexis Fernández el fútbol le viene desde la cuna. Su padre, Álex Fernández, fue un recio zaguero central que jugó en Medellín, Millonarios, Cali y Tolima, entre otros clubes, y que alcanzó a disputar seis partidos con la Selección Colombia, entre 1995 y 2001.
Brayan eligió que en vez de evitar goles, como su padre, los iba a marcar. Comenzó su carrera en el DIM, el club de sus amores, y luego pasó por Bogotá Fútbol Club, Rionegro y Leones, donde actuaba el día que se frenó su carrera.
El 11 de octubre de 2014, Leones, que por entonces era local en Bello, goleó 3-0 a Barranquilla. Fernández marcó el segundo gol de su equipo. Ese día fue citado para un control antidopaje. Salió positivo. La sustancia que apareció fue la octopamina, un estimulante que aparece en la lista de la Agencia Mundial Antidopaje y que normalmente está en productos para quemar grasa. Fernández aseguró, en su defensa, que nunca consumió esos productos.

Nunca bajé los brazos, siempre confié en que tenía que volver a jugar.

El tiempo por fuera del fútbol lo dedicó a preparar su defensa y a demostrar que la octopamina se produce también de manera natural. Y aunque por vencimiento de términos no pudieron reducirle la sanción, Fernández tiene la conciencia tranquila. El 9 de abril de este año volvió a jugar, ahora con Cortuluá. Y el día que regresó hizo el gol del triunfo frente a Equidad.
Esto es una victoria, un sueño cumplido. Hace dos años veía el panorama oscuro. Nunca bajé los brazos, siempre confié en que tenía que volver a jugar. Todo mundo sabe cómo pasé estos dos años tan difíciles”, dijo Fernández.
¿Qué recuerda del partido en el que le hicieron ese control al dopaje?
Ese día ganamos bien, teníamos un muy buen equipo: estaban Jeisson Palacios, el central que está ahora en Bucaramanga; Víctor Cantillo y Daniel Cataño, que jugaron este semestre en Pasto; arriba, conmigo estaba Arley Rodríguez, también jugaba José Moya, el de Santa Fe. Hicimos una gran campaña, jugamos la final del semestre con Quindío.
Usted siguió jugando e incluso alcanzó a comenzar la siguiente temporada con Leones. ¿Cómo se entera de que el control salió positivo?
Apenas me hicieron esa prueba, a mí me preguntó el médico del equipo que qué había consumido, que la prueba había salido positiva. Yo le dije que nada, absolutamente nada. No había comido nada raro ni diferente. El médico me dijo que estaba bien, que él sabía cómo era yo como profesional y que no me preocupara, que él se encargaba del tema. En ese momento entramos a finales y yo, por andar pensando en el ascenso, me desentendí del tema. De pronto ahí ellos no hicieron la tarea que se debía y yo quedé muy confiado. Al otro año volví a la temporada y ahí me dicen que no puedo entrenar porque mi tema se estaba resolviendo aún. Yo quedé muy extrañado. Ahí comencé a investigar bien con un abogado y me di cuenta de que ellos no habían preparado la defensa y habían dejado pasar los tiempos.
Brayan Fernández (azul), jugador colombiano.

Brayan Fernández (azul), jugador colombiano.

Foto:Archivo EL TIEMPO

¿Cuánto tiempo pasó entre el momento que le avisan y cuando empieza a apersonarse de la investigación?
Fueron cerca de tres o cuatro meses. Cuando me avisan que no podía entrenar y que entraba en investigación, quedé frío, y como uno no conoce del tema judicial, entonces más difícil se volvió la situación.
¿Cómo apareció la octopamina en su cuerpo?, ¿cómo empezó a averiguar?
Cuando me entero de que el equipo no había mandado nada, empiezo a investigar junto con mi esposa sobre la sustancia. Se llama octopamina. Dicen que era un neurotransmisor, que todo el mundo la tiene en el cuerpo. Cuando empiezo a investigar, encuentro que con el consumo de algunos se incrementaban esos niveles. Entonces, vimos por ahí la solución, me replanteé toda la situación, yo nunca tomé nada, no tomo ni pastillas ni nada por el estilo. Cuando enviamos la defensa, no la aceptaron, dijeron que ya era extemporánea y que no podíamos hacer nada. Sabíamos que yo era inocente, pero no nos aceptaban las pruebas. Es algo muy injusto.

Me puse a entrenar en gimnasios, tuve entrenadores de mi propio bolsillo, jugaba todos los torneos amateurs.

¿Siguió entrenando?, ¿qué hizo durante ese tiempo?
Entrené un tiempo con Leones. Intenté que me ayudaran, pero me dijeron que no se querían meter en el asunto, que era algo muy complejo y que al quedarme ellos tenían responsabilidades subjetivas. Entonces, yo en ese momento seguí apelando, seguí defendiéndome. Contraté algunos abogados de mi propio bolsillo, pero sin resultado. El equipo me terminó el contrato: me dijeron que no era nada personal, que ellos me estimaban mucho y que ojalá pudiera volver al equipo, pero me sacaron. Creo que Dios en ese momento me fortaleció: saqué fuerzas y dije: ‘No me voy a quedar con los brazos cruzados’. Me puse a entrenar en gimnasios, tuve entrenadores de mi propio bolsillo, jugaba todos los torneos amateurs. Los fines de semana iba y jugaba cuatro o cinco partidos, conseguía uniformes diferentes y me esforzaba al máximo. Hacía tres o cuatro goles en cada partido de esos. Eso fue lo que mantuvo físicamente.
Así se mantenía físicamente, pero tenía que pagar su defensa y también tenía que vivir de algo… ¿cómo se mantuvo todo ese tiempo?
Ahora te digo que fue muy difícil. Tuve que adquirir muchas deudas, tuve que sacar muchos préstamos. Gracias a Dios, los bancos me tenían con buena referencia y logré conseguirlos. Mi esposa, Margarita Guerra, en ese momento era mi novia y me ayudó muchísimo. Ella, digamos, invirtió en mí y estoy muy agradecido. Cuando uno está en los peores momentos se ven las personas que verdaderamente lo aman y eso fue lo que me mantuvo, ella, mi familia. Ahora aún tengo deudas de ese caso, de todo lo que tuve que contratar: médicos, abogados, las clases personalizadas. En cierto momento, incluso, tuve que ponerme a trabajar en algo distinto al fútbol. Me puse a trabajar en mensajería, tuve que comprar una moto. Yo nunca en mi vida había trabajado, esto también me dio humildad y me dio esa lucha que ahora demuestro en los campos de juego.
Brayan Fernández y su esposa.

Brayan Fernández y su esposa.

Foto:Archivo EL TIEMPO

¿Qué se puso a estudiar?
Administración de Empresas. Eso también me abrió la mente. Uno como jugador no le presta atención a eso y es algo muy importante: te desarrolla la inteligencia, te desarrolla muchas cosas. Hoy lo sigo haciendo, voy en tercer semestre. Voy a seguir la carrera y a terminarla.
¿Cómo fue el proceso legal?
Cuando me avisaron en enero de 2015, yo dije que había investigado el tema. La primera instancia era la Dimayor, pero ya no me dejan presentar las pruebas. Fui a una apelación con la Federación y esta ratifica lo que ya había dicho la Dimayor. Y cuando voy a hacer la apelación en la Federación, me niegan el recurso porque dicen que es extemporáneo. La siguiente etapa fue ir a un tribunal internacional, al TAS. Tuve que pagar 1.000 francos suizos de entrada, es un proceso costoso, pero yo desde el primer momento dije que iba hacer hasta lo imposible por demostrar mi inocencia. Primero fui con el abogado Andrés Charria, pero él me dijo que ya no era posible, que los términos se habían vencido. Yo quedé frío porque era mi última esperanza.
En ese momento, ya estamos hablando de julio de ese año, me dije: ‘Tocó pagar mi sanción ya hasta lo último y no se pudo hacer nada’. Gracias a Dios a los seis meses encontré un grupo de abogados que me ayudaron, César Giraldo y el Grupo Gher. Ellos me ayudaron mucho en el caso: me mostraron un artículo donde decía que si yo encontraba pruebas nuevas o algo que hubiera podido cambiar el curso del caso podía apelar antes de seis meses. Ahí fue donde encontré una investigación en la que decía que la octopamina también podía producirse de manera natural, con el consumo de ciertos alimentos, como los limones, como los cítricos, como los chocolates. Presenté esto como nueva investigación.

Yo creo que en ese juicio quedó demostrado que yo nunca me dopé.

Tuve que volver a pagar todo. El TAS nos pone un juez mexicano, Ricardo de Buen. Ahí se sienta un precedente, pues esto nunca había pasado en Colombia: este tribunal llega a Bogotá, programamos como una especie de juicio donde estaba la Federación, estaba mi abogado, estaba este juez internacional y donde estaba yo. Llevamos el médico de toxicología que me sirvió como perito para demostrar físicamente que la octopamina era algo natural. Se hizo toda la tarea. Yo creo que en ese juicio quedó demostrado que yo nunca me dopé, que la octopamina no era un factor dopante ni me ayuda deportivamente, sino que era algo natural, que los alimentos lo tienen y que en mi cuerpo se subieron las cantidades en ese momento. Todo quedó así, y la verdad yo vi que habíamos ganado.
Entonces ¿por qué no le levantaron la sanción?
La Federación simplemente se defendió aduciendo que ya no era el momento de presentar esas pruebas. Un mes después me dan una respuesta. Me dicen que, efectivamente, yo era inocente, que yo nunca me había dopado, pero que esas pruebas las había podido presentar en el 2014 en esa semana que el club no presentó defensa. Entonces le dieron la razón a la Federación y, bueno, ahí murió todo. El único fresquito que sentí fue cuando dijeron que yo era inocente. Cumplí mi meta, que era limpiar mi nombre. Acepté mi sanción con la conciencia tranquila. Muchas personas mintieron y muchas se lucraron de esto, pero gracias a Dios me puso otro ángel para jugar.
¿Cómo encontró la investigación sobre la octopamina?
Busqué mucho en internet, en investigaciones científicas. A uno le tocaba pagar para ver esos documentos científicos y ahí fue que la encontré. Me ayudó mucho en ese momento el presidente de la Asociación de Toxicólogos, Alfonso Marín. Uno como persona natural no tiene acceso a documentos científicos tan avanzados. Él en ese momento tenía ese acceso a revistas científicas, documentos que una persona normal no puede ver. El doctor Luis Eduardo Contreras, de Indeportes Antioquia, también me ayudó mucho.
¿Cómo logra volver al fútbol y de una vez a jugar en primera división con Cortuluá?
A mediados de 2016 faltaban seis meses para que se acabara mi sanción. Me llamaron de Leones a ver si quería volver. Yo estaba adolorido con ellos, pero no veía otra opción: si quería jugar tenía que dejar a un lado el orgullo. Empecé a entrenar con ellos, y Roberto Diez, quien estuvo vinculado con Santa Fe, se dio cuenta de que había vuelto a entrenar y me llamó, él me había visto jugar y sabía que tenía condiciones, que quería trabajar con él. A los pocos días me preguntó si quería ir a Cortuluá. Me vieron, les gustó mi fútbol, ‘Nacho’ Martán confió en mí y ahora estoy feliz en este equipo.
Brayan Fernández, jugador de Cortuluá.

Brayan Fernández, jugador de Cortuluá.

Foto:Santiago Saldarriaga/EL TIEMPO

¿Qué lección le queda de este caso?
Uno como jugador ignora muchos temas legales. Eso no se puede descuidar. Ahora, gracias a Dios, tengo más conocimiento, más inteligencia para afrontar esas cosas y más experiencia. Ahora hay dos muchachos del Huila, Yovani Ricardo y Daniel Londoño, que andan en un proceso similar. El abogado ha hecho hasta lo imposible por ayudarlos, tiene muchas pruebas y espera que la Federación se retracte.
JOSÉ ORLANDO ASCENCIO
Subeditor de Deportes
@josasc
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