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Ni oro ni petróleo, ¡son futbolistas…!

La gente exige extranjeros de clase y baratos. ¿Dónde hay…?

Jorge Barraza
El punto de inflexión, posiblemente, sea el traspaso de Paul Pogba, de la Juventus al Manchester United en 120 millones de euros en agosto de 2016. Fue la madre de todas las bombas. La inflación ya venía instalándose fuerte en el mercado internacional de fichajes, no obstante hizo mucho ruido por tratarse de un jugador normal, ni siquiera un goleador o un armador talentoso -las cualidades más preciadas de este juego-, sí un centrocampista con una carrocería quizá demasiado grande, un recuperador y distribuidor cuyas virtudes son un buen remate y su vocación ofensiva, lo cual en una óptima temporada pueden reportarle ocho o diez goles.
Que no es poco para ese puesto, aunque de ningún modo puede rotulárselo de estrella futbolística, sí mediática. Pero es la moda: jugadores de redes sociales o de peinados estrafalarios, mejores en el márketing que con la pelota, que se sobrevaloran. Porque el índice de rendimiento ya no es la variable más importante en el precio de un jugador. Por eso decimos precio y no valor, son tópicos distintos. El mérito ha perdido importancia en el cúmulo de componentes que constituyen el precio.
También hay otro tipo de intereses relacionados: Pogba es modelo Adidas, la marca que viste al United, un club planetario con millones de hinchas en Asia y en Estados Unidos. Juntarlos puede ser un fenomenal negocio en ventas de camisetas. Quizás Adidas esté vinculada a la transferencia. Marco Verratti, del PSG, acaba de firmar un contrato de 30 millones de euros por pasarse a la escudería Nike. Vestía Puma. También en esto hay pases. Messi cobrará 170 M€ en tres años por su nuevo contrato en el Barsa.
El hecho es que el fútbol enloqueció en términos monetarios y cada día es más importante la optimización de los ingresos por derechos de TV, patrocinios, taquillas, premios por intervenir en torneos o por ganarlos, amistosos internacionales, imagen, mercadeo, etc. Para poder contratar buenos futbolistas y armar un equipo competitivo. El punto es que el aumento en los valores de mercado subió la vara para todos: los inflados y los buenos en serio. Por eso el Mónaco ni pestañea cuando le hablan de 120 millones por Mbappé. Sabe que es una joya como no hay otra en vidriera y podría obtener muchísimo más que eso. Dmitri Rybolóvlev, el magnate dueño del club del principado puede espetarle en la cara a Florentino Pérez o a quien sea “¡No me ofenda… Si 120 costó Pogba…!
El fútbol no tiene parámetros; no es un kilo de pan o un galón de gasolina. Se pide de acuerdo a la habilidad y audacia del vendedor o a la cara del cliente. Por eso el Valencia dice que quien desee llevarse a André Gomes debe dejar 35 M€ en caja más otros 20 en variables. Y aparece un FC Barcelona que los paga. Aunque lo único que pueda decirse de él, de momento, es que tiene buena técnica. Otra causa del encarecimiento es el desembarco de jeques árabes o empresarios rusos o pakistaníes archimillonarios que distorsionaron el mercado comprando clubes y pagando sumas exorbitantes con el fin de formar equipos exitosos de un día para el otro. Y no ya para ganar dinero con el fútbol, sino por vanidad personal. Michael Moritz, coautor con Alex Ferguson del libro Liderazgo cuenta: “Los ingresos del Manchester United en 2014 fueron 433 millones de libras, que es lo que gana Apple en treinta horas o Google en cuatro días”. Lo que ratifica que un megamillonario compra un club de fútbol inglés o italiano porque le da notoriedad, no por negocio.
Otra razón es la explosión de la Superliga China, o el despertar de la rusa. Y un factor determinante es el crecimiento del número de mercados. Talentos surgen como siempre, aumentaron los interesados en captarlos, por eso no alcanzan. Antiguamente los compradores se reducían a España, Italia, un poco Francia y, en otro escalón, México y Colombia. Ahora hay más de cien medios que son importadores de materia prima. Un caso testigo se da en América. Hasta un par de años atrás, México era el mercado de máxima para transferencias dentro del continente. Ahora, al menos en valores, la Major League Soccer estadounidense lo superó. Están pagando cifras muy altas por los jugadores. Ejemplo: en diciembre pasado, el Atlanta United, que aún no tiene un año de vida, desembolsó 13 millones de dólares por Micky Almirón, el muy buen volante ofensivo paraguayo de Lanús. Y paga sueldos importantes: Diego Valeri, otro ex Lanús, cobra 2 millones de dólares al año en los Portland Timbers. Clint Dempsey, el futbolista número uno de Estados Unidos, lo cuadruplica: 8 millones anuales en Seattle Sounders FC. Es otro destino que reclama abastecimiento y tiene dinero grande.
El Zenit FC de San Petersburgo (dueño del estadio donde jugaron la final Chile y Alemania, recinto que costó USD 1.100 millones) vino de compras a Buenos Aires en la semana, puso la tarjeta de crédito y se llevó a Driussi, el 9 de River, que le costó USD 22 millones, de los cuales 15 le quedan limpios a River. Se cruzó de barrio, fue a La Boca y dijo quiero a Pavón, un impetuoso puntero derecho. Boca pidió USD 22 libres, los rusos ofertaron 18.No hubo acuerdo. En La Bombonera nadie se lamentó por la caída del pase. A los hinchas de River y Boca ni se les movió un pelo; ni Driussi ni Pavón son extraordinarios, sí dos atacantes, rápidos, fuertes, con gol. Pero normales. Ocurre que la demanda es tan grande que disparó los precios. Si no los lleva el Zenit vendrá un club europeo, o chino, o árabe, o de Azerbaiyán. Hay cien interesados. Y los futbolistas eligen el destino: Lucas Alario rechazó 15 millones de dólares (para él) de China, sabe que tendrá una docena de ofertas de Europa.
Los clubes argentinos han espabilado. Hasta ayer nomás hacían pases a Europa de 4 ó 5 millones por jugadores de ciertas condiciones y veían que en el acto de la firma del contrato con el jugador ya le fijaban una cláusula de rescisión de 40. “¿Cómo… recién decían que 5 millones era mucho y ahora vale 40…?”. Las cotizaciones se elevaron considerablemente. Cualquier transacción más o menos relevante de un futbolista argentino se tasa en 10, 15, 20 millones de euros, dependiendo de la edad, si es comunitario o puede serlo, si es de selección. Y también cuenta el país del comprador.
Ese contexto cada vez más inflacionario se traslada a todas las operaciones, también las de nuestros países. Los hinchas en todos lados piden refuerzos de categoría, grandes cracks, pero estamos en la eternamente deprimida Sudamérica. Hay que buscar con lupa para hallar algo interesante. La gente exige extranjeros de clase y baratos. ¿Dónde hay…?
Último tango…
JORGE BARRAZA
Para EL TIEMPO
En Twitter: @JorbeBarrazaOK
Jorge Barraza
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