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Música y Libros

No era gratuito que lo llamaran 'Titán'

Elkin Ramírez nació en Medellín y allá fundó Kraken en 1984.

Elkin Ramírez nació en Medellín y allá fundó Kraken en 1984.

Foto:Archivo particular

El legado de Elkin Ramírez es el de un combatiente que puso su música por encima de todo lo demás.

Cuando Elkin Ramírez supo que tendría que librar una batalla contra un tumor maligno en el cerebro, en julio del 2015, lo primero que lamentó fue tener que cancelar un concierto que la banda Kraken tenía programado en Bogotá. El vínculo que conservaba con sus fanáticos, sembrado desde hacía más de 30 años, era muy fuerte como para fallar a una cita. (Además: ¡Adiós, Titán! Bogotá y Medellín despiden a Elkin Ramírez)
Entonces, pese a la movilidad reducida en sus extremidades y al rigor de los tratamientos, Ramírez se trazó un propósito y nadie pudo disuadirlo: debía grabar, producir y publicar un nuevo álbum, que sería conocido como ‘Kraken VI’ y que llevaría por título ‘Sobre esta tierra’.
Reza la letra de la canción ‘Sobre esta tierra’: “Hay hombres que dan la vida por un ideal / hay otros que son solo herida porque son su propio puñal. / Los mediocres no suelen cambiar, / solo creen en la suerte, / pero hay hombres que ven más allá / sin temor a la muerte. ( Vea también: 'Vestido de cristal', de Kraken, a ocho voces)
No podía ser de otra forma para alguien a quien apodaban ‘el Titán del rock’. Elkin Ramírez se fue en su ley, haciendo música hasta el último aliento.
Aunque pertenezcan a entornos artísticos diferentes, ese compromiso lo pone en un mismo pedestal junto a David Bowie y Leonard Cohen, quienes el año pasado también demostraron que no podían irse sin dejar en un disco su despedida.
Durante ese difícil proceso contra el gliosarcoma grado 4 que lo atacó de forma agresiva, el músico antioqueño se cuidó de las malas energías y de los rumores negativos, pero sabía que no podía dejar en vilo a sus fanáticos.
Entonces, en octubre del 2015 compartió un primer video en el que relataba cómo iban los exámenes. Luego, otro en julio del 2016, en el que no ocultaba la restricción física en la que se encontraba, pero entregaba un mensaje positivo: “Vamos por buen camino, que es lo importante. Pero les tengo buenas noticias, el disco está ya está en posproducción”.

Sitio en el rock

Así para muchos pueda parecer hoy una banda anacrónica, Kraken, que nació en 1984, ha jugado un papel fundamental en la historia del rock colombiano y en la música popular. (Además: Así recuerdan bandas colombianas a Elkin Ramírez, de Kraken)
Primero, porque fue una bisagra entre el rock nacional artesanal de los años 60 y 70, que protagonizaban nombres como Carbure, Ship, Traphico, Crash (y los pioneros Flippers y Speakers), pero entró en hibernación ante el escaso interés de emisoras e industria, y el rock duro de la segunda mitad de los 80 y el estallido en los años 90, que consolidaron internacionalmente a artistas como Aterciopelados.
Por ese despertar, a Ramírez se lo considera también un pionero. Pero además, uno que tuvo que combatir contra los estereotipos por el estigma que le endilgaban al rock pesado, lo que le impedía ser programado en la radio. Por no decir lo complejo que era socialmente tener el pelo largo.
Fue con una balada, ‘Vestido de cristal’, que pudo conquistar las emisoras; y para lograrlo, su representante tuvo que ocultarles a los programadores que se trataba de una banda de metal.
El músico inquieto nació y creció en el barrio Belén, en Medellín, cerca de donde murió Carlos Gardel. Y desde un comienzo tuvo una conexión especial con la música, a través de los discos que su padre le ponía a oír por toda la casa. Por eso, su primera inmersión fue en tangos, boleros y en música clásica.
“Se escuchaba un día a Los Tres Ases, pero también a Chopin, Mendelssohn, y luego a Piero, Ana y Jaime, y luego a Mozart, Vivaldi y Liszt”, contó Ramírez a EL TIEMPO, en una de sus últimas entrevistas.
También lo impactaron los baladistas y la música de plancha. Ramírez recordaba al cantante argentino Sabú como una de sus máximas influencias, porque pese a una voz ronca alcanzaba unas notas altas imposibles. Y entonces, el paisa descubrió que podía intentar lo mismo, con un registro doble de tenor y contratenor.
Pero fueron Judas Priest, Led Zeppelin y, en especial, el cantante Ronnie James Dio quienes le abrieron a Ramírez el camino que debía seguir.
“Abrí el abanico de mi mente para entender a esa nueva generación, y vi que si quería cantar debía estar más a la vanguardia; ya estábamos en los 80 y sentía que los cantantes colombianos en ese momento eran tímidos para cantar –recordaba el ‘Titán’ en ese diálogo–. Cuando de repente escuché a Rob Halford (de Judas Priest), dije: ‘Uy, juepucha, ¿qué es esto?’. Ya había escuchado a Robert Plant (Led Z.) pero ¿qué es esto?, y escuche a Geoff Tate (Queensrÿche), y fue como ‘¿qué pasó aquí?’ ”.
Así nació Kraken, conformada por Ramírez, Jorge Atehortúa, Hugo Restrepo, Gonzalo Vásquez, Jaime Tobón y Ricardo Posada.
Y en 1987 editó su primer álbum, titulado ‘Kraken I’, que incluía canciones intensas en contenido, como ‘Muere libre’, ‘Soy real’, ‘No me hables de amor’, ‘Fugitivo’ y en especial ‘Todo hombre es una historia’, un retrato que era el de cualquier hombre en una realidad como la Medellín de ese momento.
“Sentía que no había un mensaje directo que plasmara la realidad social del muchacho antioqueño, y en ese momento la mafia se tomó a Colombia”, recordaba. Los primeros sencillos vendieron más de 7.000 copias, todo un récord, y sin sonar en la radio. Así empezaron las giras en bus, “como tenía que ser”.
Ya con ‘Vestido de cristal’, las cosas cambiaron para Kraken. Hacía parte de su segundo álbum, ‘Kraken II’, de 1989, y conquistó espacios como ‘El show de las estrellas’, de Jorge Barón.
Aunque Kraken ha tenido otros miembros muy simbólicos de toda esa historia, como Atehortúa, el bajista Luis Alberto Ramírez, el tecladista Rubén Gélvez y el guitarrista Andrés Leiva, entre muchos otros –han sido 23 integrantes en diferentes épocas–, realmente fue la insistencia y pujanza de Ramírez la que la sostuvieron, casi como un proyecto personal.
Tal vez por eso era posible que Kraken se lanzara a ideas tan singulares. Ramírez, como buen titán, siempre se trazaba batallas más difíciles, y entonces, a comienzos de este siglo se le metió en la cabeza la idea de hacer un Kraken formato sinfónico.
“Desde un comienzo, cuando componía los primeros temas de Kraken, sentía una orquesta sinfónica que sonaba en mi cabeza”, decía. Después de varios rechazos, su propuesta tuvo eco en Ricardo Jaramillo, director titular de la Filarmónica de Bogotá, quien había sido integrante de la banda de rock Hora Local.
Cuando ya se hizo realidad, el formato fue un éxito en presentaciones en el auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional y en Rock al Parque 2005.
“No sé por qué muchas personas no entienden que el rock and roll va de la mano de la música clásica. Cuando escuchas a Yngwie Malmsteen (guitarrista de metal) escuchas a Paganini; cuando oyes la canción ‘Black Sabbath’, de Black Sabbath, ¡eso es Wagner! (...). Yo venía de escuchar ‘The Wall’, de Pink Floyd, y Tommy, de The Who, o ‘Jesucristo superestrella’, con Camilo Sesto a la cabeza”, contaba al respecto ‘el Titán’.
Elkin Ramírez era de una casta muy particular de roqueros que llevan el oficio de manera muy profesional. No había lugar para los vicios, porque iban en detrimento de la calidad de la música.
En lo suyo había una búsqueda de perfeccionamiento que podía parecer obsesiva para otros, pero tenía todo el sentido para el estilo vocal del heavy metal. Y siendo la voz más reconocida del género en Colombia, no creía estar en la cima de sus posibilidades:
“No me gusta pensar eso, porque sé que no es a lo que quiero llegar; sigo en el proceso pero aún sin encontrar esa voz que yo quisiera tener. Espero que eso ocurra en los próximos 30 años”, dijo Ramírez a este diario en el 2015.
Hace unas semanas, cuando EL TIEMPO quiso rendirle un homenaje al músico a través de un video, convocó a varios artistas de muy diferentes corrientes y épocas del rock en Colombia, quienes reconocían esa influencia titánica: la del roquero que nunca se cansó, que se mantuvo en su propia vía pese a todos los mensajes en contra que les arrojaban la industria y los medios, que fue superior a los estereotipos y que sostuvo su arte por encima de cualquier cosa.
CARLOS SOLANO
Cultura y Entretenimiento
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