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Música y Libros

‘Más que entretenida, esta es una novela incómoda’: Melba Escobar

Melba Escobar (Cali, 1976) es autora, entre otros libros, de ‘Duermevela’ y ‘La casa de la belleza’.

Melba Escobar (Cali, 1976) es autora, entre otros libros, de ‘Duermevela’ y ‘La casa de la belleza’.

Foto:Rodrigo Sepúlveda/EL TIEMPO

En 'La mujer que hablaba sola', la autora da voz a una madre para retratar la violencia del país.

“Me casé contigo para hacer parte de esa cofradía en donde los papás se iban de fiesta con sus hijos, jugaban baloncesto los sábados y veían películas de acción en piyama. Eso quería para Pedro. Pero ahí estaba el error. Lo quise demasiado tarde, cuando ya no había tribu. O, para ser precisos, la tribu se extinguió demasiado rápido. Ahora quedaba yo sola atorándome de palabras con el eco sordo de mi propia confusión”.
Esta es una de las reflexiones que dan vueltas y vueltas en la cabeza de Cecilia Palacios, la protagonista de 'La mujer que hablaba sola', la nueva novela de la escritora caleña Melba Escobar.
Inspirada en el atentado contra el centro comercial Andino, el 17 de junio de 2017, Escobar retrata de manera descarnada a un país violento, clasista, en donde abundan los radicalismos, un entorno que le da pie a reflexionar sobre las dificultades de ser mujer en un país dominado por los hombres.
¿Cuál fue la idea inicial del libro?
Quería escribir sobre la maternidad, pero también sobre la polarización: sobre esos prejuicios que construimos sobre el otro, el desconocido, sea el guerrillero o el militar, el estudiante que milita en cualquier movimiento, o la señora cuarentona que vive en el norte de Bogotá. Tenemos esta tendencia a creer que sabemos quién es el otro por dónde vive, cómo habla, dónde estudió o cómo se viste. Entonces vino la bomba del Andino, y surgió la pregunta: ¿cómo se sentirá la mamá de uno de esos jóvenes sindicados y, al mismo tiempo, cómo vería el joven a su mamá? ¿Qué prejuicios pueden tenderse entre ambos? Ese fue el detonante.
Aunque hablan otros personajes, la novela podría definirse como el gran monólogo
de Cecilia, la protagonista...
Sin duda, la novela es un monólogo de una mujer en estado de shock tras enterarse por las noticias de que su único hijo ha sido sindicado de poner una bomba. Sin embargo, este monólogo no está en primera sino en segunda persona, pues va dirigido al padre, que ya murió. Cecilia viaja al momento en que se casó con él, y las circunstancias en las que sucedió esa unión. Es un monólogo adolorido de una madre a quien la violencia le ha quitado a los dos hombres de su vida. Al mismo tiempo es sobre la relación entre esa gran violencia de género que opera en la intimidad de los hogares y los vasos comunicantes que la atan con la violencia pública o política, esa que efectúa masacres y siembra el terror.
Una de las columnas de la trama es, sin duda, el hecho de ser madre y todo lo que ello convoca...
Por supuesto, diría que esta es sobre todo una novela sobre la maternidad. En el caso de Cecilia Palacios, es una mujer educada, libre, privilegiada, y a pesar de eso termina casándose y siendo madre, más como cumpliendo una sentencia del destino que como una decisión independiente. Por desgracia, creo que hoy en día, la sociedad sigue induciendo a las mujeres a la maternidad como si se tratara de una experiencia ineludible. Quienes eligen no ser madres tienen que someterse a una presión inaudita, ¡en pleno siglo XXI!

Las mujeres aún seguimos culpabilizándonos del deseo que podemos suscitar o sentir (...). Fuimos educadas para ser deseadas, no para desear; para ser gustadas, no para elegir quién nos gusta.

Incluso, usted se demoró para ser madre, ¿cierto?
Así es, no fui una mamá joven, me tomé mi tiempo, entre otras razones porque la maternidad me resultaba conflictiva, tenía mis dudas. Ahora tengo dos hijos a quienes quise y busqué tener, pero el tema de la maternidad, al contrario de darlo por sentado, ha seguido siendo muy fuerte en mi vida, desestabilizador a menudo, confuso, duro, como todo lo que resulta definitivo. Pienso que la maternidad es una experiencia extraordinaria, pero también muy idealizada, sobre la que seguimos diciendo verdades a medias.
Acá también aparece la mirada de la mujer moderna, autónoma en lo económico, pero atada a la estructura machista tradicional...
Hoy hablamos de derechos reproductivos, pero aún nos falta hablar de sexo, construir una narrativa del deseo, así como involucrar a los hombres en esta conversación. Las mujeres aún seguimos culpabilizándonos del deseo que podemos suscitar o sentir, y de sus consecuencias. Fuimos educadas para ser deseadas, no para desear; para ser gustadas, no para elegir quién nos gusta. Y para esperar pasivamente a un salvador que venga a pintarnos un destino, no para trazarlo nosotras solitas.
Muchas cosas han cambiado, y en las nuevas generaciones hay mujeres empoderadas. Sin embargo, en el grueso del país –y del mundo, diría yo–, el machismo sigue estando a la orden del día, un machismo latente tanto en la vida pública como en la intimidad.
Lo que me interesaba en la novela era mostrar una pareja de enamorados que se ven atrapados en un juego de roles que les constriñe sus movimientos, determina sus conductas. Como un zapato ortopédico, un corsé, el género predetermina actitudes, respuestas. Son dos personajes maravillosos, pero el género actúa sobre ellos como una camisa de fuerza que no solo limita, también hace daño.
Los protagonistas (Cecilia, la madre; Rayo, el padre, y Pedro, el hijo), reflejan un cuidadoso proceso de estructuración. ¿Cómo los definiría?
Mirando en mi pasado he llegado a comprender que fui víctima del machismo más de lo que creía. Lo mismo me pasó pensando en personas cercanas y queridas. Cuando hablo de Rayo hay un afecto. Es un artista, un encantador, un rumbero, pero es también un macho alfa con la cabeza llena de cucarachas. Uno de tantos hombres que fueron educados para no llorar, para defenderse, para seducir, para ser valiente, para desarrollar un instinto predador. En ese sentido, Rayo puede ser injusto con Cecilia y hasta cruel. Pedro va a nacer de esta unión, un chico idealizando y queriendo emular a un papá de izquierda, un papá al que no conoció y sobre quien construye un monumento. Mientras tanto, su mamá, Cecilia, es esta mujer que parece estar siempre buscando su identidad y su lugar en un mundo de hombres. Ella tiene la lucidez para ver todo lo equívoco que hay en su historia, para ver sus propios errores; también, las injusticias a las que ha sido sometida, pero no tiene la fuerza para luchar contra algo que siente más grande que ella.
El atentado al centro comercial se une a una mirada retrospectiva de la violencia del país en las últimas décadas. ¿Era este otro de sus intereses?
Sí, porque creo que hay vasos comunicantes que enlazan los episodios violentos a lo largo del tiempo en una sensación de eterno retorno muy angustiosa. Como que todo vuelve. Y esa sensación de la violencia circular me embargaba mientras construía la trama. La novela fue también un desahogo.

Existe una rama de la izquierda que es anacrónica, se quedó congelada en unas consignas de hace medio siglo.

Se siente que este libro continúa con esa reflexión que también subyace en La casa de la belleza, sobre las clases sociales. ¿Es esta una de sus preocupaciones literarias?
Lo es. Es un malestar. Escribo para desahogarme y también para intentar entender. Construir una novela es perderse a voluntad entre las preguntas que uno mismo va formulando.
La novela también reflexiona sobre ciertos movimientos de izquierda en el país. ¿Pareciera que ellos viven un eterno ciclo repetitivo?
Existe una rama de la izquierda que es anacrónica, se quedó congelada en unas consignas de hace medio siglo. No ha renovado sus iconos ni su discurso... y es una izquierda radical muy machista, por cierto. Su opositora es una derecha vinculada al poder, con dirigentes que no tienen problema en defender la violencia o hacer apología de las masacres. A veces, uno siente que esos extremos se alimentan el uno al otro, se dan cuerda y buscan mantener la mecha de la guerra encendida.
¿Cómo definiría el libro?
No es una novela que calificaría de entretenida. Creo que tiene más de incómoda.
El libro es editado por Seix Barral.

El libro es editado por Seix Barral.

Foto:Archivo particular

Presentación

La escritora Melba Escobar conversará sobre ‘La mujer que hablaba sola’ este miércoles 10 de abril con su colega Pilar Quintana, a las 6:30 p. m., en la Biblioteca Los Fundadores, del Gimnasio Moderno (carrera 9.ª no. 74-99, Bogotá).
CARLOS RESTREPO
CULTURA Y ENTRETENIMIENTO
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