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Música y Libros

Las revelaciones de Óscar Naranjo a Julio Sánchez Cristo

Naranjo le contó a Sánchez Cristo (izq.) que en 1985 denunció los riesgos de seguridad del Palacio de Justicia.

Naranjo le contó a Sánchez Cristo (izq.) que en 1985 denunció los riesgos de seguridad del Palacio de Justicia.

Foto:Cortesía Editorial Planeta / Francisco Carranza

Lea el prólogo del libro 'El general de las mil batallas', un repaso por la historia del país.

Andrea Morante
No sé qué me llamó más la atención en este libro: si la franca impertinencia de las preguntas o la inteligencia franca de las respuestas. De la mano de un entrevistador incisivo y de un entrevistado que no evade preguntas, en estas páginas recorremos capítulos trascendentales y escabrosos de la reciente historia nacional.
El nuevo vicepresidente de la República, el primer general de cuatro estrellas de la Policía, artífice de las más exitosas operaciones de inteligencia contra el narcotráfico y la guerrilla, reconocido en Colombia y el exterior por su integridad profesional, aborda aquí, de manera puntual, los momentos claves del país en los que estuvo presente. Que abarcan más de 30 años de crisis y sobresaltos de toda índole.
El primer gran episodio de la vida nacional en el que interviene el entonces capitán Óscar Naranjo fue durante la toma del Palacio de Justicia por el M-19, cuando ese 6 de noviembre de 1985 visita en su despacho al magistrado Alfonso Reyes Echandía, presidente de la Corte Suprema, inmolado en la toma, y a la salida se cruza en el ascensor con dos individuos de chaqueta azul parecida a las de guardias de prisiones, que más tarde se confirmaría que uno de ellos era Andrés Almarales, del comando del M-19. De nuevo en su oficina, Naranjo recibe una llamada de Reyes Echandía, quien le dice que se devuelva porque hay un tiroteo. La toma había comenzado. Naranjo regresa y entra a Palacio cuando ya las tanquetas habían ingresado y en medio del tiroteo, el capitán que iba delante de él queda gravemente herido. Horas más tarde entrega la información que desemboca en el allanamiento de una casa donde se había reunido el comando del M-19 y allí encuentran un rollo que contiene las fotos de todos los guerrilleros.
Fue su bautizo de fuego y de ahí en adelante no pararía. Pero ya había arrancado: algunos meses antes interviene en el primer caso de chuzadas de que se tiene noticia: el de las intercepciones telefónicas a las casas y oficinas de magistrados de la Corte Suprema que manejaban procesos de extradición. Los jefes del cartel de Medellín, Pablo Escobar y Rodríguez Gacha, el ‘Mexicano’, les hacían llegar a los aterrados magistrados casetes con las conversaciones que ellos sostenían, para demostrarles que los tenían monitoreados. Es cuando Naranjo y un grupo de la Dijín descubren y capturan a una red que chuzaba teléfonos para la mafia, en la que figuraba un exempleado de la empresa de teléfonos de Bogotá. Por esa misma época, Naranjo elabora el informe de 54 páginas que advierte que el Palacio de Justicia tiene serios problemas que pueden vulnerar la seguridad de los magistrados. Y plantea decenas de recomendaciones, que nunca fueron aplicadas.
Hasta el día de hoy, sigue siendo uno de los grandes interrogantes que aún rodean la tragedia del Palacio: ¿por qué no se tomaron medidas preventivas, sabiendo las amenazas que se cernían sobre los magistrados de la Corte Suprema?
Naranjo combatió el narcotráfico y la guerrilla.

Naranjo combatió el narcotráfico y la guerrilla.

Foto:Editorial Planeta

Esta extensa entrevista, que en buena hora decidió realizar Julio Sánchez Cristo, arroja luces sobre hechos turbios del pasado, y el general Naranjo despeja no pocos interrogantes sobre el suyo propio. Habla en extenso de su controvertida relación con su amigo el coronel Danilo González, que murió al servicio de la mafia, y explica por qué fue a sus exequias. Asegura que su hermano capturado en Alemania por narcotráfico fue víctima de un complot que le montó el capo del norte del Valle Diego Montoya, y habla también del aniquilamiento de un equipo élite de la unidad antinarcóticos de la Policía por miembros de un batallón del Ejército, cerca de Jamundí, Valle del Cauca. Un caso que sacudió al país.
En este contexto, les responde a quienes lo han acusado de trabajar para un sector del cartel del norte del Valle y narra en detalle su estrecha relación con las agencias antidrogas de Estados Unidos, asegurando que en todas las operaciones que realizó siempre estuvieron presentes agentes de ese país.
Años antes, Naranjo interviene en la estrategia que termina con la muerte de Pablo Escobar y revela que el coronel Hugo Aguilar no fue quien mató a Escobar, como se ha dicho tanto. Cuenta detalles del posterior proceso 8.000, de la cancelación de la visa a Ernesto Samper y examina la figura de la extradición, explicando por qué las condenas de los extraditados son hoy cada vez menores. Experto como pocos en el tema de narcotráfico, el exdirector de la Policía analiza la conformación actual de los carteles colombianos de la droga y el fenómeno de la corrupción en la institución que él dirigió durante muchos años, así como el de los generales que salieron del servicio activo por dejarse permear de organizaciones criminales.
Además de sus acciones contra los carteles de la droga y el paramilitarismo, Naranjo es instrumental en contundentes golpes a las Farc y cuenta detalles de las operaciones que conducen a la caída de Raúl Reyes y el ‘Mono Jojoy’, entre otros cabecillas de esa organización guerrillera, con la que luego le toca hablar durante cuatro años en La Habana, como miembro de las Fuerza Armadas –junto con el general Jorge Enrique Mora–, en el equipo de negociadores plenipotenciarios del gobierno. En La Habana sostiene largos cara a cara con quienes tanto combatió y hay constancia del respeto que le expresaron como adversario implacable y digno.
En sus 36 años en la Policía, Óscar Naranjo estuvo siempre ligado a labores de inteligencia y ha sido un hombre de confianza de los Estados Unidos, lo que le ha conferido un poder especial, que también es fuente de suspicacias por parte de gobernantes y hombres públicos recelosos, o temerosos, de la información que maneja. En este texto habla de su relación con el poder político, en particular con los presidentes, y se refiere a las tres veces –en los gobiernos Samper, Pastrana y Uribe– en las que estuvo casi en el asfalto. No es de extrañar que a una persona de su perfil le surjan contradictores desde todos los flancos. Los tiene de antaño, inclusive entre antiguos miembros del alto mando militar, y los tiene más recientes, entre la clase política actual: desde personajes como José Obdulio Gaviria y Fernando Londoño Hoyos, que criticaron su designación como vicepresidente, hasta el excomisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, con quien aún mantiene una vieja disputa. A estos y a otros críticos se refiere en las páginas que siguen.
Aunque son muy reveladores, no se trata de reseñar aquí todos los hechos y temas que el vicepresidente aborda. Este breve prólogo debería ser suficiente abrebocas a la lectura de lo que Naranjo define como su rendición de cuentas sobre hechos que los colombianos tienen derecho a conocer. Dice que algunos han sido mitificados y por eso quiere ponerlos en contexto, para que no se tejan leyendas alrededor suyo.
Actitud que se corresponde con la conducta desplegada a lo largo de su carrera.
Conozco al general desde que era capitán. Y me impresionó por su inteligencia, capacidad de análisis y una actitud de transparencia no siempre usual entre las fuerzas de seguridad. Me consta la entereza con la que afrontó delicados momentos de crisis personal, cuando, por ejemplo, los presidentes mencionados quisieron marginarlo por desconfiar de su independencia. Pero lo que cuenta es la confianza de una sociedad que valora su desempeño como el mejor jefe que han tenido los servicios de inteligencia del Estado.
Ahora, en un periodo de inminentes crispaciones y turbulencias políticas, el general Naranjo entra de lleno a este terreno, en su condición de vicepresidente de la República.
Y habría que hacer votos para que no deje de ser general; para que ejerza un probado don de mando y pueda desplegar toda su experiencia en el manejo de la complicada coyuntura que le ha correspondido. Servidores públicos como Óscar Naranjo son los que necesita este país. Cabe confiar, entonces, en que en su nuevo cargo deje la huella que los colombianos esperan de él.

Este sábado en la Feria del Libro de Bogotá

Julio Sánchez hablará este sábado con el general Naranjo a las 11 a. m. en el auditorio José Asunción Silva, de Corferias.
ENRIQUE SANTOS CALDERÓN
Especial para EL TIEMPO
Andrea Morante
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