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Música y Libros

‘Me gusta que las líneas entre el bien y el mal sean borrosas’

Katzenbach hablará el próximo domingo, 30 de abril, a las 3 p. m., en el auditorio José Asunción Silva de Corferias.

Katzenbach hablará el próximo domingo, 30 de abril, a las 3 p. m., en el auditorio José Asunción Silva de Corferias.

Foto:Archivo particular

John Katzenbach, maestro del suspenso invitado a la FilBo, habla de su novela más reciente.

John Katzenbach es un hombre de 66 años que disfruta el ambiente familiar. Tiene dos hijos, un perro y ama pescar, pero en su interior está lleno de conflictos  y de pensamientos sombríos que él ha sabido convertir en historias tan truculentas como apasionantes.
Trabajó como periodista en el diario Miami Herald, cubriendo crímenes y casos escabrosos que lo impactaron y que, al mismo tiempo, dieron rienda suelta a su imaginación. En 1987 decidió abandonar el oficio y dedicarse enteramente a la literatura.
Luego de alcanzar reconocimiento por llevar al cine sus libros ‘In the Heat of the Summer’ y ‘Causa justa’, en el 2002 publicó ‘El psicoanalista’, un ‘best-seller’ que lo consagró como uno de las estrellas del ‘thriller’ psicológico.
El próximo domingo (30 de abril), el autor estadounidense estará en Colombia, invitado a la trigésima edición de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, donde presentará su novela ‘Personas desconocidas’. En entrevista con EL TIEMPO, Katzenbach da detalles sobre este nuevo trabajo y revela que está preparando la secuela de ‘El psicoanalista’.
¿Cómo fue su experiencia de ejercer el periodismo en Miami durante el auge del narcotráfico?
El mejor lugar para ser periodista suele ser el peor lugar para casi todos los demás. Me refiero a las zonas de guerra, a los barrios acribillados por el crimen e incluso a Washington en este preciso instante. Haber estado en Miami en esos años, con una libreta y un bolígrafo, fue como estar en la primera fila del teatro del mal. Aprendí más de lo que esperaba sobre las profundidades en las que puede hundirse una persona.
¿Lo que vivió durante esos años influenció su escritura?
Por supuesto, pero de una forma más sutil que la que uno podría imaginar. No se trata solo de aprender los pros y los contras del crimen, sino de absorber la personalidad del mal. Fue recibir una educación sobre los lados más oscuros de la humanidad. Cada palabra que escribo ahora está marcada por lo que vi, escuché y entendí en aquel entonces.
¿Cuando escribe se pone ‘en los zapatos’ del criminal?
Sí. Quiero que los pensamientos de mis personajes sean creíbles para los lectores. Al fin y al cabo, lo que ocurre en sus cabezas los impulsa a hacer lo que hacen. Independientemente de si estoy escribiendo sobre un asesino en serie o una adolescente perdida, busco que el lector diga: “es lo mismo que yo habría pensado o hecho en esa situación”. Esto les da a los libros una base de verdad psicológica y de realidad.
En sus libros se ve muy interesado por los trastornos mentales. ¿Cree que, como escribió Cortázar, “todos tenemos un poco de esa bella locura que nos mantiene andando cuando todo alrededor es tan insanamente cuerdo”?
Los rangos de las emociones, desde la depresión y la locura hasta la alegría y la satisfacción, siempre me han parecido las vigas que sostienen cualquier novela, ya sea la historia de un crimen, la biografía de una familia o incluso una aventura en el espacio. Dale un vistazo a Dickens o a Dostoievski y dime si no es cierto. Ahora bien, aunque estoy de acuerdo con el punto subyacente de Cortázar, no estoy seguro de describir la locura como bella. En mi experiencia, es tan dura y dolorosa como los inviernos creados por el cáncer o las enfermedades cardíacas. Pero creo que él hablaba menos de una enfermedad mental reconocible y más de esa necesaria excentricidad del pensamiento independiente. Se refería a la originalidad. Cortázar era un observador brillante de la naturaleza humana.
¿Es verdad que escribió ‘El profesor’ luego de ver a un amigo suyo padecer un grave trastorno mental?
Así es. Lo escribí después de ver a un viejo amigo ser superado por una demencia originada en el lóbulo temporal frontal –aunque el tipo de demencia al que se refiere la novela es diferente–. Fue difícil ver a alguien tan inteligente disminuirse con el tiempo, pero esa es la naturaleza de mi profesión: que una conversación, una experiencia o una observación entre en tu vida y se canalice en una historia que exige ser contada. Hay otra gran verdad en cada uno de mis libros: puedo apuntar a un solo elemento –algo tan pequeño como un breve intercambio de palabras o tan grande como una enfermedad fatal– que me generó un pensamiento y que luego se convirtió en una trama con final.
¿Cuál cree que fue la clave detrás del éxito que tuvo su libro ‘El psicoanalista’?
He pensado en ello durante años. Podría equivocarme, pero creo que su popularidad tiene que ver con la vulnerabilidad y la superación de las probabilidades. También con encontrarnos a nosotros mismos en nuestro propio pasado y... podría seguir enumerando razones. Traté de poner algunas de esas cualidades en mi último libro, Personas desconocidas, donde los personajes principales se niegan a ser derrotados cuando la derrota sería una opción mucho más fácil, emocionalmente y para sus carreras. Curiosamente, mientras probaba a estos personajes y los enfrentaba a retos pensaba en Ricky Starks, el protagonista de ‘El psicoanalista’. Fueron esos pensamientos los que me llevaron a escribir el libro en el que estoy trabajando, que será una secuela de esta obra. No puedo dar muchos detalles, pero digamos que los problemas que el doctor Starks creía haber resuelto no han terminado.
¿Qué lo motivó a escribir ‘Personas desconocidas’ y a crear este universo oscuro donde todos los personajes viven al límite de sus emociones?
Un tema que quería explorar es la idea de que algunos misterios que parecen estar relacionados con una situación A realmente tienen que ver con B. Incluso, puede que en definitiva todo se trate de C. También quería explorar ciertas cuestiones del corazón que llevan a la gente a hacer cosas malas por razones correctas. Me gusta escribir sobre mundos donde las líneas entre el bien y el mal a veces son borrosas.
Así como ‘El profesor’, esta novela tiene personajes que cometen delitos sexuales. ¿De dónde surge su interés por estas conductas?
Trastornos mentales, comportamientos sexuales, abusos que se esconden detrás de la normalidad y el privilegio… ¿Por qué me interesan? No lo sé. Tal vez porque sugieren motivaciones más complejas para los personajes. Debo decir que no me gustan para nada esos novelistas que simplifican las emociones humanas, especialmente en los ‘thrillers’.
Ambos libros ('El Profesor' y 'Personas Desconocidas')  giran en torno a una niña extraviada. ¿Hay alguna intención detrás de esto?
Realmente no creo que haya muchas similitudes entre Jennifer Riggins (‘El profesor’) y Tessa Gibson ('Personas Desconocidas'), pero déjeme decir algo: siempre me ha gustado escribir sobre personajes que se plantean grandes preguntas y que no están preparados para encontrar las respuestas sin una seria introspección. Este conflicto ayuda a alimentar la tensión inherente a las novelas y es, en gran medida, el motor de mis historias.
‘Personas Desconocidas’ mantiene la tensión psicológica de inicio a fin. ¿Cómo consigue alcanzar esta intensidad en sus thrillers?
Ojalá tuviera una respuesta exacta. Creo que el enfoque que uso consiste en crear situaciones donde los personajes se vean envueltos por dudas desde la primera página hasta la última, generando cierta incertidumbre en el lector. Hay demasiados libros en los que la audiencia sabe exactamente lo que va a suceder. Esa previsibilidad derrota la tensión, así que trabajo duro para asegurarme de que ninguno de mis personajes esté psicológicamente seguro a lo largo del relato.
¿Ha tenido que aprender algo sobre psicología o psicoanálisis para escribir este tipo de historias?
Demasiado, pero no soy un clínico. Soy un narrador. Aunque en cierto sentido los clínicos también son narradores. Ellos escuchan historias y tratan de ayudar a crear un nuevo relato a partir de lo viejo. Esa es la magia de la psicoterapia. La mayor diferencia radica en que ellos ayudan a las personas, mientras que yo solo trato de mantenerlas despiertas hasta altas horas de la noche, leyendo, cuando tal vez deberían estar durmiendo plácidamente.
DANIEL TORRES
Redactor de EL TIEMPO
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