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Música y Libros

El músico que le ganó una demanda a Spotify

Lowery, de 56 años, tocó en el grupo Cracker y ahora lo hace en Camper Van Beethoven.

Lowery, de 56 años, tocó en el grupo Cracker y ahora lo hace en Camper Van Beethoven.

Foto:AFP

David Lowery, defensor de intereses de compositores, llama al consumo responsable de música.

Diana Rincón
David Lowery pasó de ser una estrella del periodo posterior al grunge a uno de los activistas más importantes de la era del streaming. Este guitarrista texano, que alcanzó su nivel más alto de popularidad con la canción Low (1994), al frente de la banda Cracker, presentó hace dos años una demanda colectiva por 150 millones de dólares contra Spotify. Lowery, compositor, actual cantante del grupo Camper Van Beethoven y catedrático de la Universidad de Georgia, alegó que el pago de sus regalías y las de un puñado de músicos independientes no ha sido justo.
La plataforma de música en línea tuvo que negociar con él, por fuera de la corte, un acuerdo de 43 millones. Su demanda es la primera contra Spotify que gana una persona en nombre de un grupo de artistas. Su objetivo, dijo, no era solo el dinero, sino que se trabajara de manera colaborativa para mejorar el recaudo de información sobre los dueños de las composiciones, de manera que se garantice que dichos propietarios reciban el pago de sus regalías en el futuro.
La compañía sueca, que revoluciona el mundo de la música, publicó hace unas semanas que tiene 150 millones de usuarios, 50 millones de suscriptores y pérdidas por 610 millones de dólares.
Lowery conversó con EL TIEMPO sobre los beneficios del streaming y las consecuencias que la decisión de la corte acarreará para la industria de la música.
Escuche aquí la entrevista
¿Cómo funcionó la demanda?
En Estados Unidos lo llaman class action lawsuit (demanda colectiva). Es cuando uno va a una corte y dice que hay un grupo de personas con un asunto financiero pendiente con determinada compañía. Yo llevé esta demanda contra Spotify porque los artistas que represento no habían recibido remuneración por la reproducción de sus canciones y estas no se habían licenciado en forma apropiada. Las editoras grandes negocian con Spotify, pero existe un gran colectivo de compositores que no ha sido remunerado.
¿Eso es bueno para el ‘streaming’?
Sí, porque hasta que se presentó la demanda no había un método efectivo de licenciamiento de las canciones de artistas independientes. Y aunque muchos no estén ganando o no vayan a ganar mucho de lo obtenido por Spotify por reproducirlas –pueden ser mil dólares o más, como en mi caso–, era importante negociar.
¿Hay una solución del problema?
Al final del día, sí. Hay una solución justa. Eso esperamos.
¿El Congreso de Estados Unidos protege estas economías?
No mucho. Nuestra oficina de derecho de autor no tiene un líder verdadero en el Congreso porque juega un rol de asesor, no de legislador. Esto es lo único que tenemos, y por eso fue importante embarcarse en este proceso legal.
¿La radio paga mejor que Spotify?
Depende, porque es muy difícil saber cuántas personas oyen una canción en la radio. Pueden ser 1.500 o un millón. Es duro sacar esa estadística. Yo hice una prueba con mi canción Low, para evaluar cuánto me pagan por cada reproducción. Pandora, por ejemplo, me da el 70 por ciento de lo que paga la radio en FM. Pero en Colombia y otros países se le paga al intérprete por la rotación de esa canción, al igual que al compositor. En Estados Unidos no le pagamos al intérprete. La radio en FM no es una buena comparación porque tampoco paga tan bien. Si usted está hablando de quién paga mejor, la radio paga mejor a los compositores. Spotify es más retador porque, aunque está bien que les paguen a los intérpretes, para el compositor siempre va a ser la mitad.
¿Cómo ve a los nuevos artistas, mejores que su generación?
Es una época muy buena para la creatividad, porque es fácil conocerse, hacer networking y encontrar música desconocida. Hay una escena global. Uno puede tener una banda en Quito colaborando con una de aquí, y esa banda puede estar a su vez colaborando con una en Nigeria... Así que es muy interesante. Pero asumo que parte de lo que quiere preguntarme es si financieramente estamos bien. Tengo cierto pesimismo frente al tema. Veo muchos jóvenes saliendo a tocar, y están haciendo algo de dinero. Pero estarían haciendo mucho más si hubieran aparecido en los 80 o en los 90, dinero de las ventas versus el streaming. Tal vez no habrían hecho muchísimo dinero, pero sus vidas probablemente serían más cómodas.
Pero no hay cómo devolverse...
No, y por eso hay que ver lo que está pasando como un asunto laboral, como cuando los trabajadores de los ferrocarriles estadounidenses hicieron huelga contra las empresas ferroviarias en el siglo XIX: no estaban en contra de los ferrocarriles y las carrileras, sino que querían que les pagaran mejor. Y así es como debe enmarcarse el debate.
Los compositores necesitan que les paguen mejor. Cuando los artistas se quejan del streaming y de los pagos que reciben por las reproducciones en línea, usualmente están hablando de la porción destinada a los compositores. Y estamos hablando también de la discrepancia entre los pagos resultantes de los servicios como YouTube, respaldados por la publicidad, y los del streaming por suscripción. A uno le pagan casi diez veces más por servicios como Spotify y Apple Music que por los servicios que tienen publicidad.
Hay que educar al consumidor y hacerle saber que si paga por un servicio, los artistas serán compensados mucho mejor.
Las discográficas grandes también están siendo enfáticas sobre el tema de la suscripción. El CEO de Universal, Lucian Grainge, ha insistido en la conversión de los usuarios gratuitos a la suscripción mediante el ‘streaming’...
Eso es sorprendente. Está bastante bien que Lucian Grainge haga ese tipo de solicitudes, porque personas como yo, en favor de los derechos de los artistas, no estamos siempre de acuerdo con los sellos discográficos; parecería que tuviéramos algunos intereses cruzados en estos momentos. Es muy complicado, de todos modos. Si yo miro mi catálogo en los servicios de streaming, en particular el catálogo de Cracker, que tiene por lo menos cinco canciones que sonaron duro en la radio y suenan todavía, el pago que obtengo es más o menos lo que esperaría.
Pero si usted es un artista independiente, como lo es mi banda, Camper Van Beethoven, no funciona tan bien porque el streaming reemplazó las ventas de álbumes. Obviamente, estos servicios están aquí para quedarse, y como consumidor me encantan. Puedo, por ejemplo, buscar artistas colombianos y encontrar una gran oferta...
Claro, pero cuando empieza a mirarla de cerca, ¿se da cuenta de que la mayoría de esos artistas tienen contratos con grandes discográficas?
Así es.
¿Ser independiente no es luchar contra ese mercado homogéneo con toques, vendiendo ‘merchandising’ en esos toques y mandando a hacer el vinilo?
Hasta cierto punto. Por ejemplo, con Camper Van Beethoven no creo que hubiéramos logrado vender tanto como lo hubiéramos hecho en la época en que se vendían discos. Miremos los viejos tiempos por un minuto: una de las cosas que pasaban como artista independiente era que me iba de gira, hacía algo de dinero en el camino y a eso le seguían nuestras ventas de discos. Así que se producía un ciclo por medio del cual había tiempo para volver a casa, comenzar a trabajar en nuevas canciones, grabarlas con la plata de las regalías producidas por los discos y volver a irse de gira. Y eso significaba sacar álbumes con más frecuencia. Y por eso no estábamos siempre de gira. Jimmy Iovine, de Apple, hablaba de eso: de que extraña que los artistas no puedan detenerse y trabajar en sus cosas durante un año. Como Neil Young, que se iba para algún pueblo perdido en el norte de Ontario y se guardaba con su banda durante un año y hacía álbumes maravillosos. La lucha de ser independiente es genial, pero ojalá existiera una manera de recuperar esa ausencia de cinco o seis meses para trabajar en nueva música, música genial... Extraño eso.
¿Se quedará el ‘streaming’ con el negocio de la radio?
Sí. Aunque hay algo que pasa con la radio que no pasa tan efectivamente con los servicios de streaming y es que selecciona la música que pone. Muchas veces no quiero escoger yo la música.
¿Cuánto es muchas veces?
Yo diría que la mitad de las veces. Quizá la radio se transforme con el tiempo, pero no creo que los algoritmos logren superar la curaduría humana.
Alejandro Marín
Para EL TIEMPO
Diana Rincón
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