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Música y Libros

‘Los poemas se escriben cuando al poema le da la gana llegar’

Darío Jaramillo Agudelo nació en Santa Rosa de Osos, Antioquia, en 1947.

Darío Jaramillo Agudelo nació en Santa Rosa de Osos, Antioquia, en 1947.

Foto:Mauricio León / EL TIEMPO

Darío Jaramillo es ganador del Premio Nacional de Poesía 2017, con el libro 'El cuerpo y otra cosa'.

Juan Carlos Rojas
‘El cuerpo y otra cosa’ es el libro de poemas por el que Darío Jaramillo Agudelo (Santa Rosa de Osos, 1947) será reconocido en la noche de este martes con el Premio Nacional de Poesía Colombiana, que otorga el Ministerio de Cultura. Este poemario engloba y sintetiza su universo poético, pues en él vuelve y teje hilos conductores con las más íntimas obsesiones de su obra: el yo múltiple, la ausencia, el cuerpo, la piel, la música, el silencio, el oficio de escribir, la palabra y el universo de las emociones amorosas y eróticas. En pocas palabras, este es su libro más amplio.
Aunque también es su libro más conciso, porque su lenguaje es transparente y hondo. No hay máscaras, sino la honesta desnudez del que escribe como protagonista, con la perspectiva del que presencia el fondo de sí mismo. Por lo que los lectores se encontrarán con la palabra de Jaramillo a plenitud, solo que con un tono mucho más sereno y reflexivo. Y, sobre todo, más personal que nunca.
Esa mirada hacia adentro, esa precisión en el lenguaje y esa redondez de un poemario que abarca casi toda su obra poética hacen que este premio sea un verdadero reconocimiento a quien describe así su vínculo con la poesía: “Sé que hubo un día en que supe que era la poesía lo que más me importaba, lo que más me importaría en la vida. La poesía en su sentido más amplio y desaforado, la ebriedad sin tiempo de una boca amada, el aroma de un eucaliptus, el laberinto interno de tu reloj de cuarzo, de tu procesador de datos, un atardecer, un gol, un sorbete de curuba, una voz familiar; Mozart, entender una cosa nueva, una crema de ostras, el galope de un caballo, en fin, tantas cosas que son la poesía en su más amplio sentido”. Eso escribió en ‘Historia de una pasión’ (1997), texto autobiográfico en el que, citando a Virginia Woolf, asegura que “el único género literario es la poesía”.
Por eso, así escriba novela –de ellas ya lleva siete–, poesía –ocho volúmenes–, libros infantiles –cuatro en total–, ensayos, reseñas literarias y obras inclasificables, no sueña con los aplausos y los laureles que sus obras le traigan. Por el contrario, sueña con ser invisible para evadir los reflectores y poder seguir escribiendo, pues lo único que realmente le interesa es escribir. “Escribo porque con las palabras alucino, porque así atravieso otros umbrales (...), escribo por puro placer”, continúa en ‘Historia de una pasión’.

No fue él quien se postuló a este premio, sino que fue la misma editorial la que 'llenó los formularios y aplicó'

Por eso vive feliz y agradecido con Pre-Textos, la prestigiosa editorial española que desde el 2000 lleva su obra, pues quienes la conducen “editan los libros que les gustan; no tienen departamento de mercadeo y sí, colecciones de poesía”. Lo cual le permite escribir sin la presión de entregar una nueva obra cada dos años; aunque en esta ocasión fueron ellos los que se encargaron de hacerlo visible, ya que no fue él quien se postuló a este premio, sino que fue la misma editorial la que “llenó los formularios y aplicó”, según cuenta Jaramillo.
No es la primera vez que él se lleva un reconocimiento de esta magnitud. En 1978 obtuvo el primer puesto en el Concurso Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus por su segundo poemario, ‘Tratado de retórica –o de la necesidad de la poesía–‘, en el que incluía a la vez elementos humorísticos e irónicos, otros coloquiales y algunos más de corte intelectual.
Eso sí, Jaramillo reitera que lo que más lo conmueve de recibir un premio “es la forma como se alegran los amigos: se sienten tan felices que es como si ellos se lo hubieran ganado. Entonces tienen un pretexto para llamarlo a uno, para escribirle, para demostrarle afecto... Y que lo quieran a uno es muy grato”.
Y él sí que conoce bien ese afecto, pues todas las personas que lo rodean –no son muchas porque, como él mismo dice, “hoy son escasos los que también quieren pasar inadvertidos”– lo protegen y le ayudan a cuidar ese mundo interior que ha construido y del que solo sale cuando se trata de eventos literarios. Ahí se hace visible, y –valga decirlo– no solo en Colombia, sino en otras latitudes iberoamericanas donde, además de ser reconocido como uno de los autores nacionales más destacados y respetados, es también el par de reputadas figuras intelectuales y del mundo cultural.
No hay que olvidar que este abogado y economista, graduado en la Universidad Javeriana y también exprofesor de allí, fue subgerente cultural del Banco de la República durante un poco más de 22 años. Un cargo desde el cual lideró la construcción del Museo de Arte Miguel Urrutia y de su colección, la ampliación del Museo del Oro, la consolidación de la Red Nacional de Bibliotecas y la donación Botero. Aunque, con la modestia y el humor que le son propios, solía decir que no era más que el “tendero” de la Subgerencia, en alusión al hecho de que años atrás se había encargado de administrar Almacenes El Mar, tienda de Medellín cuyos propietarios eran sus padres.
De modo que con los agites de ese cargo, su editorial, Pre-Textos, le permitió ir a su ritmo, que es bastante particular porque Jaramillo entrega un libro para publicar después de un largo camino que lo ocupa durante años: manuscribe en libretas de taquigrafía, con una pluma estilográfica pesada; pasa “a limpio” y va corrigiendo a medida que transcribe. Se graba en audio para mejorar el ritmo y la sonoridad. Guarda por años esa versión, hasta que un día la rescata de un cajón perdido y, solo si pasa la prueba de una despiadada relectura, de otras nuevas correcciones y de una nueva “cuarentena”, la deja en manos de Manuel Borrás, su editor.
Así mismo sucedió con la escritura de ‘El cuerpo y otra cosa’, cuyos orígenes se pueden rastrear hasta el año 2012, aunque con la particularidad de que los libros de poemas los va escribiendo en “papelitos sueltos” y con lápiz porque, según él, “los poemas no se escriben cuando uno quiere, sino que los poemas se escriben cuando al poema le da la gana llegar”.

El cuerpo

“Somos solo cuerpo. / No me prometas nada, / solo dame un presente, /dame el instante intenso, / sí, mi relámpago, / déjame flotar convertido en parte tuya, / cuerpo mío, / tú, mismísimo, mi paroxismo siempre”, se lee en este nuevo libro, que cuenta con 41 poemas en total, aunque, según explica el mismo autor, en realidad consta solo de cinco poemas: el primero, que tiene 37 partes, y cuatro elegías finales. “En ese primer poema procuro que los 37 sean un solo poema, pero si están divididos en 37 partes es porque también intento que cada parte sea un poema que pueda leerse independientemente de los otros”, aclara.
Esta manera de abordar el cuerpo es una pura cuestión de coherencia entre fondo y forma del libro, pues su intención es mostrar el cuerpo como totalidad, en un solo bloque temático, y fragmentar ese cuerpo para mostrar que puede estar habitado por muchos seres cambiantes. Jaramillo lo resume así: “Me habitan muchos debajo de este pellejo, y en este libro corroboro que hay otros nuevos aquí dentro de mí”.
“No espero al otro que también soy yo. / Mi doble no es el huésped: es probable que quien viene sea el original y yo la copia. / Tal vez solamente un borrador”, escribe en el poema 35. Lo mismo sucede en el 31: “Aquí adentro está otro que acusa mi memoria y pide olvido, tabla rasa para instalar su calma y tomar posesión de mis olvidos, para ser dentro de mí solo silencio, / un silencio que ambos compartimos, / alma nueva y viejo cuerpo”.
Esa certeza la ha manifestado en varias ocasiones a lo largo de su obra. De hecho, declaraba en ‘Poema de amor n.° 1’, de 1986, uno de sus versos más conocidos y celebrados –ganador del ‘Mejor verso de amor de la poesía colombiana’, galardón que le fue concedido por votación de los lectores, mediante un concurso que lanzó la Casa de Poesía Silva en 1989–: “Ese otro que también me habita, / acaso propietario, invasor quizás o exiliado en este cuerpo ajeno o de ambos, / ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel, / ese otro que está solo siempre que estoy solo, ave o demonio / esa sombra de piedra que ha crecido en mi adentro y en mi afuera, / eco o palabra, esa voz que responde cuando me preguntan algo, / el dueño de mi embrollo, el pesimista y el melancólico y el inmotivadamente alegre, / ese otro, también te ama”.
Ese desdoblamiento en otro, en otros, ese juego de espejos, de dobles y ‘matrioshkas’ que aparece de nuevo en ‘El cuerpo y otra cosa’ “es un testimonio acerca de la sensación de ser otros y de estar cambiando, que he tenido toda la vida. Aquí se acentúa eso a lo que César Vallejo se refería como un desfile de almas distintas, pues no tengo continuidad de yoes”, dice.

‘Y otra cosa’

Cuando se le pregunta acerca de qué es esa otra cosa a la que alude en el título del libro, responde que fue “deliberado dejarla abierta”, pero lo cierto es que el poema 11 resuelve la duda y el equívoco: “Eso es el cuerpo, el cuerpo hecho de tiempo. / El cuerpo y esa otra cosa y esa otra. / El cuerpo y el alma y esa otra. / El cuerpo y el alma y la muerte. / La muerte que es cuando el tiempo ha dejado de pasarnos. / El tiempo, que es el cuerpo”.
“Alguien dijo que estaba cantando mi propia muerte... De pronto, pero no lo veo así –comenta–. Lo que sucede es que estoy escribiendo poemas sobre el cuerpo y por ahí es inevitable llegar a la muerte. Al principio del libro digo que el final del yo es el final del cuerpo y que el alma o lo que sea vuela y nunca tendrá memoria de lo que fuimos; entonces la conciencia del cuerpo también es la conciencia del final del cuerpo”.
“Solo sé que llegará. De resto, no sé nada de la muerte. / La espero sin esperarla, no la espero y estoy pendiente de ella, / acaso displicente y envalentonado. / Como buen mentiroso”.
Sin embargo, este abordaje de la conciencia de la propia muerte no se detiene allí, sino que se amplía en las cuatro elegías del final, unos versos muy narrativos en los que relata los vestigios propios de la muerte de los seres que ha amado: “Qué voy a hacer con las cosas que descubro para ti. / Ignoro si lo que me sucede y quiero contarte / es un truco tuyo para que no te olvide, / una manera de decirme que no estás muerto, / que estás por ahí, invisible, / conspirando para que yo no te olvide”.
Así, en ese movimiento de mirar afuera y adentro, nos revela, como bien concluye en su reseña a este poemario el también poeta Mariano Peyrou, que “de todos los que somos, hay uno que es más verdadero. Eso lo sabemos todos. (…) Y Darío, en este libro, ha conseguido acercarse a él, ha logrado retratarlo. Nos lo ha recuperado”.
MELISSA SERRATO RAMÍREZ*
Para EL TIEMPO
* Periodista, magíster en Literatura de la Universidad Javeriana y en Literaturas Románicas de la Universidad de París 8.
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