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Gente

No sabía que tenía un bebé, cuando lo supe tuve que dejarlo morir

Nadie está preparado para en cuestión de dos días saber que lleva una vida dentro y luego dejarla ir.

Nadie está preparado para en cuestión de dos días saber que lleva una vida dentro y luego dejarla ir.

Foto:Anna Suárez

Mi nombre es Anna Suárez y quiero contarles cómo sobreviví a la pérdida de mi bebé.

Diana Ravelo
No sabía que estaba esperando un bebé. Todo parecía normal en mi cuerpo. 
En algún momento tuve sospechas porque sentí algunos mareos y nauseas, pero mi menstruación siguió llegando regularmente y por eso no indagué. Cualquiera en mis zapatos también habría pensado que no pasaba nada. 
Un embarazo ectópico, según me han dicho varias mujeres, es más común de lo que se cree. El problema es que pocas veces uno se entera de que es algo que le podría suceder.
En mi caso esta experiencia, además de dejarme un fuerte dolor emocional, me costó una trompa de falopio ( o eso me dijo el médico). Sobre mi ovario derecho solo sé que sacaron un quiste.
No quiero compasión, no busco palabras de afecto ni un lo siento.

2 de enero de 2018: estoy sangrando

Nadie está preparado para en cuestión de dos días saber que lleva una vida dentro y luego dejarla ir.

Nadie está preparado para en cuestión de dos días saber que lleva una vida dentro y luego dejarla ir.

Foto:Anna Suárez

Esperaba ir a piscina con mi hijo de 4 años y mi esposo Nick. Estaba almorzando en casa de mi mejor amiga cuando sentí un dolor espantoso bajo el abdomen. Era como un cólico demasiado fuerte, parecido al que sentí cuando di a luz años atrás.
Sudaba frío, sangraba, mis labios se pusieron morados, temblaba y no podía caminar bien del dolor. Quienes estaban conmigo decían que estaba tan pálida que mi piel tenía un tono entre amarillo y verde.
Pensé que se trataba de algo pasajero y por eso tomé dos pastillas que por un momento lo hicieron llevadero. Luego volvió el dolor con más fuerza y como no podía respirar, acepté ir a urgencias.
Al llegar a la IPS el primer doctor que me examinó dijo que todo parecía indicar que se trataba de un embarazo con riesgo de aborto. Nick y yo estábamos asustados, ¿qué haríamos si se trataba de otro bebé? ¿Con qué dinero lo íbamos a sostener?

Pensé en arriesgar mi vida para que el bebé naciera, pero el médico fue claro: ninguno se salvaría

Después de ponerme suero con medicamento para el dolor, me hicieron la prueba de orina y salió positiva.
Como era bastante improbable, decidieron hacer una prueba beta para tener datos más exactos respecto al embarazo. Los resultados: en mi vientre crecía un bebé que ya tenía 8 semanas y 4 días. Es decir, llevaba 2 meses y 4 días embarazada sin saberlo.
Su tamaño era el de un arándano, su forma la de un chito con corazón. El cerebro aún era minúsculo y se veía algo parecido a unos diminutos brazos y piernas. Salimos de ahí sorprendidos.
Aunque sabíamos que era un embarazo de alto riesgo, era inevitable empezar a pensar cómo sería nuestra vida con dos hijos. Mis hermanas estaban felices. Ya estábamos escogiendo nombre, teníamos de nuevo un corral y un plan de vida.
Me concentré en cuidarme. Como ese día estaba sangrando tanto, le hablé al bebé y le pedí que no se fuera. Dejé de sangrar por varias horas y pensé que, pese al peligro, al otro día me confirmarían que todo estaba bien.

3 de enero de 2018: la ecografía y una mala noticia

Pasó un día, tenía que hacerme una ecografía de emergencia para saber qué tan grave era el estado del bebé. Con muchos nervios esperábamos que no fueran malas noticias. Tras un par de horas recibimos los resultados.
Ecografía Anna Suárez.

Ecografía Anna Suárez.

Foto:Anna Suárez

El bebé estaba vivo, sano, sin que yo lo supiera su cuerpo se había desarrollado dentro de mí aparentemente bien, pero existía un gran problema: el niño estaba en el lugar equivocado.
Me explicaron que el saco gestacional estaba adyacente a mi ovario izquierdo y por eso no existía posibilidad alguna de que pudiera vivir o seguirse desarrollándose. Mi diagnóstico: embarazo ectópico.
Para rematar descubrieron que tenía un quiste de seis centímetros en mi ovario derecho. Cuando entré al baño a cambiarme, el médico le dijo a mi marido que no entendía cómo estaba aguantando tanto dolor físico y por qué el bebé estaba vivo en ese contexto.
Sé que no soy la primera a la que le sucede, varias de mis amigas lo han sufrido en carne propia. Pero uno jamás se imagina que le va a tocar. Lloré, lloramos junto a Nick. No podía entender por qué no existía alguna manera de salvar al bebé, pensé en arriesgar mi vida para que él naciera, pero el médico fue claro al decir que de ser así ninguno se salvaría.
Me impacto ver a mi esposo Nick llorar, es bastante fuerte. De hecho solo había visto a Nick derramar un par de lágrimas una vez por un dolor en su pierna.
¿Pero cómo despedirse de un hijo después de oír su corazón latir, ver su cuerpo empezar a formarse? Nadie está preparado para en cuestión de dos días saber que lleva una vida dentro y luego dejarla ir.

4 de enero de 2018 en la mañana: una cirugía para decir adiós

Nuevamente tuve que ir al hospital, esta vez para una cirugía. La noche anterior no dormí nada, no sabía si me dolía más el alma o mi cuerpo.  La primera enfermera me preguntó por unas pastillas, me dijo que si no me las habían dado no me operaban hasta el siguiente día.
De la nada el hospital se convirtió en un lugar recurrente.

De la nada el hospital se convirtió en un lugar recurrente.

Foto:Anna Suárez

La segunda persona (que nunca entendí si era médico o jefe de enfermeras) me explicó que la cirugía al parecer iba a ser abierta (como una cesarea) para poder sacar al bebé y coserme.
No sé si fue tonta mi pregunta, pero indagué sobre la posibilidad de sacar el saco gestacional y acomodarlo en mi útero para que el niño naciera bien. Mi inquietud le causo ternura, obviamente su respuesta fue que la ciencia aún no estaba tan avanzada para algo así.

¿Cómo despedirse de un hijo después de oír su corazón latir y ver su cuerpo empezar a formarse?

Nick me hizo un par de masajes para tranquilizarme, poco a poco me fueron alistando. Era mi primera cirugía, mi primera anestesia, ni en el parto de Luca alcanzaron a ponérmela.
Faltando 15 minutos para la intervención nos despedimos del bebé, le pedí perdón por esta situación, le dije que lo amaba y le pedí mil veces disculpas por no saber cómo más luchar por él, aunque no era mi culpa me sentía impotente.
Nick también dijo adiós, me besó mi panza, y con sollozos dejamos ir a nuestro pequeño. Lo último que le dije mi esposo es que si algo salía mal que cuidara a Luca. Tal vez les pueda parecer mucho drama, pero en esos contextos pasan tantas cosas por la mente que lo sentí necesario.
Pase a una sala donde me acostaron. El médico que me iba a realizar la cirugía se presentó, empecé a verlos alistar todo muy rápido. Luego me quedé observando las luces encima de mí mientras me repetía una y otra vez Nick, Luca. Nick, Luca…

4 de enero en la tarde y noche: bebé ya no está

-“Ana Carolina, ya es hora de despertar”, fueron las primeras palabras que oí de voz del anestesiólogo. Mi camilla era tan solo una de las muchas que había en la sala.
Sentía frío, hambre y no podía controlar la tembladera.
También tenía un sabor raro en la garganta y quería orinar. Otra de los pacientes en el cuarto preguntó si podía ir al baño y le dijeron que aún no. Por eso me resigné y cerré los ojos para obligarme a dormir.
Pasadas unas horas nuevamente desperté, una enfermera con acento caleño me saludó amablemente y me empezó a alistar. Mi esposo estuvo todo el tiempo pendiente y juntos fuimos a casa en compañía de mi hermana.
La cirugía en medio de nuestra perdida salió bien.
Dure varios días con la panza inflada, como si estuviera en un embarazo de 5 meses por la inflamación. Llegué a casa con tres heridas en mi cuerpo y una aún más profunda en el corazón.

Febrero a septiembre de 2018: la reflexión

Ya han pasado varios meses y he tenido que continuar. No ha sido fácil, pero el saber que debo estar bien por mi hijo y mi esposo me ha fortalecido.
Algunas veces viene el recuerdo de todo lo sucedido, pero he trabajado para buscar espacios que me hagan seguir como grupos de apoyo por redes y escuchando a mujeres que vivieron lo mismo.
El hablar del tema y descubrir que compartir tu experiencia puede aportar a otros es muy sanador. Es importante darse la oportunidad de vivir el duelo, de buscar apoyo, hablar sin miedo y sobretodo de entender médicamente lo que pasó para no culparse.
Ahora vivo un día a la vez, con la certeza de que existe mucha vida por delante y el dolor se supera. Mientras estemos respirando, hay vida por delante aguardando a que la enfrentemos con valentía y por eso vencerse ante las adversidades no puede ser una opción. 
ANA SUÁREZ
*Este texto contó con la edición, construcción periodística e investigación de DIANA MILENA RAVELO MÉNDEZ (@DianaRavelo), periodista de ELTIEMPO.COM. Si quiere compartir su testimonio con nosotros puede escribirnos al correo diarav@eltiempo.com.

¿Qué es un embarazo ectópico?

Según el doctor Andrés Millán Peralta, médico general de la Universidad del Rosario, se debe entender como embarazo ectópico a la situación que atraviesa una mujer cuando el ovulo fecundado no realiza el proceso de migración correspondiente desde la trompa de falopio hacia el útero, lugar en el que debe implantarse e iniciar un proceso enzimático para la formación placentaria y crecimiento embrionario.
Esta enfermedad es considerada de alta importancia clínica por ser una de las principales causas de morbilidad infantil y materna en el primer trimestre del embarazo.
"Este fenómeno fue descrito por primera vez en el año de 1863. Los embarazos ectópicos pueden ocurrir en la región tubárica, en el ovario, región cervical y abdominal, siendo la más frecuente -en casi un 98%- la trompa uterina", asegura Peralta.
Entre los factores de riesgo se encuentran las infecciones abdominales previas, enfermedades anatómicas propias de las trompas de falopio, un embarazo ectópico previo, tener el dispositivo intrauterino, cirugía ginecobstétrica fallida y la exposición algunos medicamentos o el tabaquismo.
Su diagnóstico se basa en pruebas de laboratorio como la beta gonadotropina corionica humana en sangre u orina, nieles de progesterona y por medio de imágenes como la ecografía ginecobstétrica intravaginal.
El tratamiento médico depende de la condición del paciente, puesto que se puede utilizar tratamiento médico con tabletas o procesos quirúrgicos, siendo el último el elegido por la rápida recuperación y presentar menos complicaciones para la mujer.
FUENTE: Vásquez PMH et al /Enfermería Investiga, Investigación, Vinculación, Docencia y Gestión Vol. 3 Sup.1 2018
Diana Ravelo
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