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‘Ginks’ priorizan la ecología antes que la paternidad

Los defensores de esta tendencia creen que la superpoblación del planeta es una amenaza inminente para la supervivencia.

Los defensores de esta tendencia creen que la superpoblación del planeta es una amenaza inminente para la supervivencia.

Foto:123RF

Así se llaman las parejas que eligen no tener hijos por razones ambientales, como la superpoblación.

Mientras que el mandato de la paternidad cada vez más se encuentra bajo revisión y debate de la mano de movimientos globales como los ‘childfree’ (sin hijos), un nuevo matiz argumental se suma a la conversación. Conforme la conciencia verde permeabiliza numerosas áreas de nuestras vidas (vivienda, transporte, alimentación, vestimenta, tecnología, etc.), desde sectores de la sociedad se preguntan por las implicaciones de la paternidad en un sentido ambiental. ¿Y si tener hijos no fuera lo más sensato en términos ambientales?
Así surgieron en los últimos años subculturas como la de los ‘ginks’, acrónimo de ‘green inclinations’, no ‘kids’ (sin hijos, con inclinaciones verdes), que se preguntan acerca de la paternidad como práctica sustentable para el planeta, en particular teniendo en cuenta fenómenos como la superpoblación, la escasez de recursos y el calentamiento global.
El nombre surge de otro rótulo, los ‘dink: double income’, no ‘kids’, en relación con las parejas con doble ingreso pero sin hijos. Esta pareciera ser una versión ‘eco-friendly’ de aquella surgida en el ‘boom yuppie’ de los 80. “No es fácil sentirse optimista con los efectos del calentamiento global y los pronósticos volviéndose más negativos”, explica una nota de febrero de ‘The New York Times’ titulada ‘¿Sin niños por el cambio climático?’, en la cual se comenta en qué medida estas nuevas variables están siendo sopesadas por gente muy diversa entre los 18 y los 43 años. Una generación con chip verde. “Creo que el tema de los hijos lo hemos tratado de una manera muy poco constructiva como sociedad: pensamos que es una cosa impuesta, que ‘toca’ hacer, y no algo que debería hacerse a conciencia, pensando no solo en el bienestar propio sino en el de nuestro entorno y de los otros habitantes del planeta. He oído a muchas personas hablando de tener hijos porque quieren alguien que los cuide cuando estén viejos, porque quieren salvar un matrimonio (como si los hijos lograran eso) o porque quieren “mantener” el apellido (como si estuviéramos hablando con familias de la realeza)”, dice Mariana Matija (34), bloguera dedicada a causas ambientales, intentando desarmar algunos de los discursos más escuchados.

Más preparados

Las nuevas generaciones vienen más informadas y conscientes, sobre todo cuando se trata del medioambiente. Encuestas recientes refuerzan esta idea respecto de las prácticas verdes cada vez más ubicuas que hacen que, de a poco, distintos aspectos de la vida se piensen en torno a la ecología (el ‘ecoocio’, reducción en el consumo, reúso y reciclaje y otras movidas suelen ser impulsadas por los ‘millennials’). Lo interesante es que los replanteos lleguen ahora al ámbito personal.
También es cierto que dos factores contemporáneos permiten que estas preguntas puedan plantearse: por un lado, que hoy esté más legitimado como posible elección de mujeres y parejas el no tener hijos, y por otro, los problemas ambientales y las complejidades emergentes de esta época. Lo que para nuestros padres o abuelos era un futuro distante, para muchos se siente como un futuro cada vez más cercano. “Hay una sensación de que las generaciones previas no tenían que lidiar con estas dolorosas preguntas éticas. Algunos se preocupan por la calidad de vida de los niños que nacerán, sabiendo además que tener un hijo es hoy una de las acciones más costosas en un sentido ambiental”, sigue la nota citada.

No solo para verdes

Pero, ojo, estas consideraciones no son solo para activistas o personas con una participación en la agenda verde. Para María Iglesias (34), diseñadora gráfica, y su pareja Leandro (32), programador, este también es un tema sensible en su planificación de vida. “Creo que el ser humano está en deuda con el planeta. Adopté una alimentación vegana por amor a los animales y por la postura que existe sobre la contaminación ligada a la ganadería, el asesinato, el comercio y explotación animal. Elijo no tener hijos porque me parece que antes de seguir sumando cantidad de humanos a este mundo hay que mejorar la calidad de los que ya hay”.
Decidir tener o no un niño –aparte de las implicaciones personales y culturales por ponderar– plantea una serie de consideraciones vinculadas con la huella de carbono que cada individuo deja, al igual que sobre las condiciones de vida de las generaciones venideras. Estudios han demostrado que tener un hijo aumenta la huella personal por seis. Un informe publicado el año pasado por ‘The Guardian’ decía que el ahorro más significativo que se puede hacer es tener un hijo menos, por encima de otras acciones como reciclar, tener un carro híbrido, o no tener, evitar vuelos transatlánticos y emplear energías verdes.
“Elegir no tener hijos es de lejos uno de los mayores pasos que los estadounidenses pueden tomar para limitar el tamaño de su huella ambiental”, afirma Lisa Hymas, investigadora, editora de la revista ‘Grist’ y quien acuñó el término ‘ginks’. Hymes se encarga de rebatir algunas posturas alarmistas que plantean que el control o la reducción de la natalidad sería casi apocalíptico para el planeta.
“En mi opinión habría que distinguir entre el deseo de formar una familia y el instinto de reproducirnos. Como especie ya hace mucho dominamos nuestros impulsos, y la selección natural o la supervivencia no se dan precisamente por cuestiones naturales. Hay algo egoísta en querer que nuestros hijos sean genéticamente una copia de nosotros”, dice Dafna Nudelman, especialista en sustentabilidad y miembro del proyecto Germinar.ong.

Al mismo tiempo que una pareja quiere tener hijos propios, si pensamos un poco más globalmente, hay en todo el mundo niños huérfanos y sin padres

“Esto no es necesariamente algo malo o criticable, es una observación: queremos hijos biológicos para reflejarnos en ello. Al mismo tiempo que una pareja quiere tener hijos propios, si pensamos un poco más globalmente, en todo el mundo hay niños huérfanos y sin padres. Podemos pensar entonces si el deseo es reproducir nuestros genes o formar una familia y criar hijos, y quizás sea una opción para una pareja perfectamente sana la adopción de un niño sin padres”, agrega Nudelman.
Teniendo en cuenta que para 2050 la población se calcula en 9.800 millones, también existen opciones que intentan balancear deseo y responsabilidad. “Otra postura es tener hijos propios, con el compromiso de formar a las futuras generaciones como ciudadanos responsables que sean quienes cuiden el planeta”, explica Nudelman.
La elección de no tener descendencia, considerada por mucho tiempo un acto egoísta o frívolo, y analizada desde este punto de vista se convierte en una decisión responsable y comprometida. Y si bien esto no implica que sean estos los únicos motivos válidos, se agrega un nivel de complejidad al debate que nos obliga a preguntarnos por aquellas prácticas que se consideran naturales y hasta deseables.
LAURA MARAJOFSKY
LA NACIÓN (Argentina) - GDA
En Twitter: @LANACION
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