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Gente

Carta de una madre a padres de hijos transgénero

Esperanza Martínez abraza a su hija Laura Andrea Herrera.

Esperanza Martínez abraza a su hija Laura Andrea Herrera.

Foto:Julián Espinosa

Esperanza Martínez relata cómo ella y su esposo enfrentaron la transición de género de su hije*.

Pilar Camargo
A finales del año pasado, quien fue mi hijo menor nos dijo que era transgénero desde que tenía 6 años. Nos contó que se quiso suicidar… Toda la vida había sufrido y nunca nos había dicho, por el temor al rechazo y a que no le diéramos estudio.
Cuando nos contó quedé traumatizada. Dormía, reaccionaba y volvía a quedar dormida. Así fue durante más de 24 horas.
...Intenté suicidarme, me echaba la culpa de que le había gestado así. Cuando tenía a Andrés en mi vientre, como ya había tenido un niño, quería que esta vez fuera una niña.

...Intenté suicidarme, me echaba la culpa de que le había gestado así

Tuve miedo como mamá. Me preguntaba qué sería de su vida y cómo trabajaría. Era complicado aceptar que llegaría otra persona a mi casa, que no era mi hijo. En un momento me pidió que regalara su ropa; sentía que había enterrado un hijo y por eso estaba regalando sus pertenencias. Sin embargo, en el fondo sabía que no debía dejarla sola.
Fue un diciembre amargo, pero nos unimos como familia. Tanto los familiares de mi esposo como los míos nos brindaron su apoyo. Sufrimos menos gracias a ellos y al gran amor que le tenemos a quien ahora es nuestra hija.
Cuando nos casamos, Édgar y yo dijimos que aceptaríamos con amor lo que Dios nos quisiera dar. Ahora pienso que tuve mellizos, y que el niño se murió cuando tenía 27 años y me quedó la niña.

Ahora pienso que tuve mellizos, y que el niño se murió cuando tenía 27 años y me quedó la niña

Recuerdo que cuando supimos, Édgar pensó que se le había acabado el mundo, pero luego decía: “Quien me quiera seguir hablando que sepa que es mi hija”. Hoy la ha apoyado mucho más que yo: la lleva a la peluquería; nos acompaña a los centros comerciales, cuando hemos tenido el modo de comprarle ropa; la lleva a la universidad… En general, la cuida más.
Pensé que su hermano era de mente abierta, pero no. De pronto es el dolor que siente, decía que se le había ido el hermano con el que jugaba... En cambio, mi mamá, que tiene 88 años y poco estudio, la aceptó sin tanto prejuicio. “Sea hombre o mujer, lo quiero con toda mi alma, pero decirle Andrea es muy complicado”, dijo cuando le conté.
También les comenté a los vecinos porque la iban a ver vestida de mujer y no sabía cómo reaccionarían, ellos dijeron que lo más importante era que fuera honesta y juiciosa.
Una amiga me dijo que eso nos pasaba por consentirlos tanto y darles tantos besos, y hasta sintió lástima por el estudio que le habíamos dado. Le dije que si Andrea nos pedía un doctorado, no lo pensaría dos veces y me endeudaría. Otra amiga me dijo que mi hija tenía el demonio metido…
Hoy en día se llama Laura Andrea Herrera Martínez. A ella le gustan las mujeres y su identidad de género es femenina, aunque su sexo asignado -el médico y nosotros se lo asignamos, no ella- fue masculino.
Con su última novia estuvo dos años, fue como mi primera hija. Ella supo un año antes que nosotros, cuando él (en ese entonces) aún no se transitaba del todo, y le dijo que no le importaba, que le quería. Pero después fue complicado, ahora ella la ayuda a maquillarse o van a cine, pero no son pareja.
Andrea tenía una banda de metal y por eso empezó a dejarse el cabello largo, sin que nadie sospechara; ahora lo aprovecha para verse mejor, hasta una sobrina le arregla el cabello. Al principio fue muy duro y las primas le regalaban ropa. Ahora la veo como mi hija, la llamo ‘mi princesa’, ‘mi niña’, ‘mi bebé’. De hecho, compartimos el arreglo de las uñas y otras cosas. Tiene facciones femeninas y ya ha aprendido a vestirse, a verse como una mujer. La persona más indicada para asesorarla era yo, su mamá, porque todo eso era algo nuevo para ella.

Ahora la veo como mi hija, la llamo ‘mi princesa’, ‘mi niña’, ‘mi bebé’

Nunca me había unido tanto a Dios como ahora. Todo empezó cuando se le cerraron las puertas de trabajo.
Mi hija estudió Biología para saber qué pasaba con ella… por qué sentía que era una mujer desde pequeña. Nunca nos perdió ningún semestre, siempre tenía las mejores notas... Cambió de nombre en sus documentos y en sus tarjetas profesionales, y salió a buscar empleo ya como Andrea. En ese entonces tocaba embolatar a mi mamá para que no la viera, le tocaba cambiarse en los centros comerciales... Recuerdo que hasta un día pensamos que se fuera a vivir lejos…

Mi hija estudió Biología para saber qué pasaba con ella… por qué sentía que era una mujer desde pequeña

Teníamos muchas esperanzas en que el estudio que le habíamos dado la sacaría adelante. Fue a muchas entrevistas de trabajo, obtenía los mejores puntajes y pasaba todos los filtros, y al final –sospechosamente- ningún laboratorio la recibía. Le podíamos dar el pan y tenerla viviendo con nosotros, pero ella como persona qué iba a hacer. Me angustió ver que no se podía realizar profesionalmente.
Les pregunto: ¿Nuestra hija es un cerebro que se debe echar a la basura por ser transgénero?, ¿en dónde está el país libre que tanto nos profesan nuestros gobernantes?
Mi mama le decía: “Mijito, si usted no consigue trabajar por los tacones, ¿por qué no se viste de Andresito mientras va a trabajar y cuando llegue se viste de Andrea?”; y mi hija le respondía: “No, abuelita, es que tengo que conseguir así porque yo ya no soy Andrés, soy Andrea”.
Gracias a Dios ya es profesional, se graduó de Biología y Bacteriología en la Universidad Javeriana. Es una doctora completica, ha hecho un montón de cursos y diplomados en Genética, que es su especialidad. Hace poco cambió de trabajo y es la coordinadora del área de células madre de un laboratorio privado de medicina reproductiva y regeneración celular, en Bogotá. Y en mayo se graduará de la especialización en Gerencia de la calidad en los servicios de salud, también en la Javeriana. Andreita ha dictado conferencias en universidades -el año pasado dio una charla en un congreso sobre bacteriología, en Cali-, y hasta con mi esposo hemos ido a verla…
Está triunfando gracias a nuestro apoyo; si no la hubiéramos apoyado, otro sería el desenlace. Cuando fue niño, fue maravilloso; pero ahora me siento muy orgullosa de ver que tengo una hija excepcional.

Está triunfando gracias a nuestro apoyo; si no la hubiéramos apoyado, otro sería el desenlace

Entre las cosas que le gusta hacer… Juega fútbol con los amigos -con su uniforme femenino-, juega videojuegos, toca la batería y el bajo eléctrico, se arregla y se pone bonita, y hasta lanzó un canal en Youtube para ayudar a las personas transgénero. De resto, sigue igual de voluntariosa, pero es más delicada. Aunque a veces no ayuda en el oficio -eso lo ha cambiado bastante-, ahora es más ordenada; pero en eso es el mismo de antes: le da flojera… Ahora tomamos esto tan tranquilos, como cada día tan normal.
Esta es mi historia a grandes rasgos. Lo que nos pasó es algo que, uno piensa, a cualquier familia le puede pasar, menos a nosotros.
Ojalá ustedes, que pasan por esta situación, piensen en sus hijes*. Que no les importe su identidad de género ni la orientación sexual que tengan, y los apoyen tanto como ahora lo hago con mi hija. Si no ayudan a su hijo o a su hija, los están tirando a un abismo.
A ella no le importa que la gente sepa que es transgénero y a nosotros tampoco. Ya no recuerdo a Andrés, recuerdo el sufrimiento como una etapa que las mamás tenemos que vivir. Sabemos que tenemos una hija, ese hijo quedó en un rinconcito del corazón.
Haré todo lo posible para ayudar a las mamás que sufren y piensan que el mundo se les acabó, que sus hijos son lo peor por tomar esa decisión.
¿Por qué abandonar a tu hijo por su condición sexual o su identidad de género? Sé que duele, porque a mí me pasó, pero ante todo el amor. Tus hijos son las personas que más necesitan ser apoyadas.

Tus hijos son las personas que más necesitan ser apoyadas

A mi hija la veo en la cima, siendo justa y honesta con todo lo que se propone. Sé que las personas diabéticas no duramos mucho, pero me puedo morir tranquila porque sé que Andreita será importante.
Me da miedo que se encuentre con personas homofóbicas, transfóbicas o que no tienen mucho conocimiento sobre el tema, que monte en Transmilenio, que ande por la calle sola y de noche; pero ya me puedo morir en paz. Mi hija consiguió un lugar en este mundo.
Los padres deben acompañar a sus hijos transgénero en la transición. Pensamos que en todo el proceso sufrirán, pero no. Ella me dice: “Soy feliz, mami, antes no era feliz del todo”.
Esperanza Martínez
*Esperanza Martínez emplea el término ‘hijes’ en alusión a la transición de género.
Equipo periodístico:
JULIÁN ESPINOSA. En Twitter: @Julerck
NATALIA BONNETT. En Twitter: @NataliaBonnett
MARÍA DEL PILAR CAMARGO. En Twitter: @PilarCCruz
Pilar Camargo
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