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Entretenimiento

¿Hay un límite para el humor?

Sábados felices, especial Cuál es la gracia

Sábados felices, especial Cuál es la gracia

Foto:EL TIEMPO

Comediantes colombianos analizan esa línea invisible entre el chiste atrevido y la ofensa vulgar.

Andrés Hoyos
Solo cuando una reconocida emisora popular comenzó a recibir una escalada masiva de mensajes de indignación, a través del teléfono y por Twitter y Facebook, sus locutores jóvenes entendieron que no estaba bien hacer pegas telefónicas fingiendo al aire el secuestro del ser querido de uno de sus oyentes.
“¡No es gracioso. Menos en este país!”, les reclamaban. Fue tal el impacto que, horas después, el director de la cadena tuvo que salir a ofrecer disculpas públicas.
¿En qué momento se les alteró el ‘chistosómetro’ para creer que dicha situación podría ser graciosa? Sin embargo, ¿por qué no es graciosa esta broma pero sí lo es, por ejemplo, una caricatura de la revista Charlie Hebdo sobre el Estado Islámico? ¿Existe un límite para el humor?
El especial multimedia ‘¿Cuál es la gracia?’, de EL TIEMPO, ha buscado responder esta pregunta, cuyo valor parece variar, además, según la cultura en la que se plantee.
Tras un sondeo a comediantes de diferentes estilos y generaciones, una primera conclusión con el humor colombiano es que especialmente en el escénico (televisión, teatro, cine) regía la parodia de los estereotipos, desde el retrato de la pobreza a la caricaturización según la región, la raza, el género (y de lo que se entendía, por ejemplo, de la homosexualidad), y paulatinamente va girando a una corrección política y a un alto grado de sensibilidad.
“Donde hay humor no hay espacio para fanatismos”, explica el comediante Diego Camargo acerca de la sensibilidad que tiene un pueblo para entender y concebir el humor.
Sin embargo, para el periodista Daniel Samper Ospina, “hay un tipo de colombiano que es muy solemne y al cual lo hieren mucho los chistes regionalistas en contra o del patrioterismo y la ilusión nacional. Su región y su idea de patria están primero”.
Carlos Mario Aguirre, de El Águila Descalza, cuyo humor combina la esencia popular paisa con toda una tradición y estudio del teatro, cree que “no hay que pensar en un antes y un después en la risa, pensar en eso es crearle un límite a la emoción que no creo que sea efectivo”.
Sin embargo, es innegable que hay una transición, pero que no todas las audiencias ni los comediantes van a la misma velocidad.
La reacción negativa al soldado Micolta, un personaje afrocolombiano caracterizado por un humorista de piel blanca, es un ejemplo de ello. Paradójicamente, una de las parodias más famosas de Les Luthiers, grupo argentino considerado cima del humor latinoamericano más inteligente, recreaba la vida del africano Yogurtu Mghe, que “era tan negro que todos en su tribu le decían el Negro”.
¿Somos demasiado sensibles? “Ya de plano, Colombia es el único país que tiene un mártir del humor, el único en el que un humorista es asesinado; eso ya indica muchas cosas”, sostiene Camargo, refiriéndose a Jaime Garzón.

Ya de plano, Colombia es el único país que tiene un mártir del humor, el único en el que un humorista es asesinado; eso ya indica muchas cosas

¿Correcto e incorrecto?

Un ejemplo de esa forma en que el humor colombiano se ha transformado conforme a la corrección política y social es, según Dago García, lo que fue el éxito de la comedia de situación 'Vuelo secreto', original de la productora Punch y que dirigió Mario Ribero, que se emitió por la televisión colombiana durante ocho años, a mediados de los años 90.
“Era lo más divertido de la televisión colombiana, y en ella todo el tiempo los jefes (encarnados por Carlos Barbosa y Alberto Saavedra) vivían acosando a las secretarias y a las trabajadoras de la agencia de viajes, y en ese momento nos parecía divertidísimo; hoy como que ese tema se convirtió en algo sensible y no hay tal de reírse de eso”, señala el director y productor, quien conoce muy bien las fórmulas que activan hoy el humor popular en el lenguaje audiovisual.
– “Mire a Lilianita y Pilarcita, semejantes bomboncitos, es que una minifalda hace milagros (...) imagínesela con tanguita”, murmullaban los patrones de la compañía Francisco Pombo (Saavedra) y Eduardo Suárez Vergara (Barbosa), mordiéndose los labios, desde lo alto de su oficina. Una escena convencional en aquella época, probablemente inaceptable hoy.
“Hay una cantidad de cosas que la dinámica social las hace pasar del tema del humor a lo serio y viceversa”, explica García.
En medio de una marcada identidad nacional del cuentachistes colombiano, que en muchos casos repite las fórmulas década tras década, algunos creadores se atrevieron a cruzar fronteras, ser más ácidos, buscar estilos no convencionales, a riesgo del fracaso contundente, pero cultivando el humor en otras generaciones.
Fue lo que ocurrió con el formato de los exitosos programas 'La tele' y 'El siguiente programa', del equipo que giró en torno a Martín de Francisco y Santiago Moure, no sin mencionar propuestas suyas que parecen olvidadas como su programa 'Anónimos', con un humor más cercano al absurdo de los ingleses de Monty Python y que logró volverse de culto para un público muy reducido. Para la posteridad quedará en los anales de ese programa que en su episodio dedicado a los pantalones de dril (sí, el tema era eso) apareció como un extra más un muy joven y melenudo David Murcia Guzmán, quien años después fue el cerebro de la estafa conocida como DMG.
“La ramplonería es vital en el humor colombiano, debe estar, sin ello no lo acepto, no me gusta”, insiste De Francisco: “Hasta Alfredo Iriarte lograba con un gusto hacer lo ramplón elegante”.
Otros estilos de comedia más inusuales, como el de Gonzalo Valderrama, del circuito del stand-up comedy bogotano, que giran en torno a la tragedia y al ser diferente, encuentran un nicho y se niegan a la idea de ser populares. Un camino comparable con el de comediantes extranjeros como Andy Kaufman, admirados por unos pocos frente a la total incomprensión de parte del resto del público.

La ramplonería es vital en el humor colombiano, debe estar, sin ello no lo acepto, no me gusta. Hasta Alfredo Iriarte lograba con un gusto hacer lo ramplón elegante

Los colombianos “no somos muy abiertos a la risa que nos cambie conceptos, que nos ponga a pensar, que nos desbarate la cabeza –asegura Diego Camargo–, no entiendo bien por qué. En México y Argentina, el humor es una forma de señalar lo que no funciona en la sociedad”.

Comedia vs. insulto

En el universo amplio de comediantes que registró el especial ‘¿Cuál es la gracia?’ son muy pocos aquellos que causaron estupor o polémica por ser desafiantes, transgresores o por romper moldes –que no es lo mismo que ser polémicos por ser insultantes u ofensivos–, si se compara con el humor estadounidense y europeo, en donde hay casos de comedia que no respetan autoridad, el poder o la violencia, incluso a riesgo de terminar en la cárcel o atacados por alguna comunidad.
Casos como el del artista de stand-up comedy Bill Hicks, quien no tenía problema con burlarse de la Biblia, de la política de los Bush o hacer un chiste tan cáustico como este: “En todo el mundo reclaman ‘revolución’ y en Tennessee piden a gritos ‘¡evolución, evolución!, queremos dedos pulgares’”. Hicks también hizo del cáncer un protagonista de sus últimos espectáculos hasta que murió por aquella enfermedad.
“Es que solo puedes hacer chistes de cáncer si tienes cáncer... De lo contrario, es insensible y no se puede”, sostiene Diego Camargo.
“Siempre he creído que el humor no debe tener límites –concluye Daniel Samper Ospina–. Nadie puede redactar una especie de código del humor sobre lo que se puede y lo que no se puede decir ni los castigos que tendría decirlo”.
CARLOS SOLANO
EL TIEMPO
Andrés Hoyos
icono el tiempo

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