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Cine y Tv

‘¿Y dónde es el partido?’, el fútbol en distintos escenarios

La producción de la serie es de Andrés Orozco y la dirección, de César Romero. Se grabó en varios lugares de Colombia, víctimas de la violencia.

La producción de la serie es de Andrés Orozco y la dirección, de César Romero. Se grabó en varios lugares de Colombia, víctimas de la violencia.

Foto:Señal Colombia

Desde el 5 de junio, Señal Colombia emitirá esta serie documental.

El fútbol va más allá de los goles, las jugadas, la dirección técnica y las estrategias. Tiene emoción, superación, talento, derrota y también de dolor.
¿Y dónde es el partido? reúne todo lo que es este deporte a través de ocho historias de la Colombia rural y desde la que ha sido víctima de la violencia.
Es una serie documental coproducida por Mnesia Films y Señal Colombia, y sus historias se emitirán desde el 5 de junio, de martes a viernes a las 8:30 p. m. por Señal Colombia.
Son las historias de dos mujeres –Regina en Buenaventura y Durvis, en Corocito (Arauca)–; dos indígenas –Sneyder, en la Sierra Nevada de Santa Marta, y Jhon, en Bocas del Yi (Vaupes)–; Leonardo, un árbitro de El Tambo (Cauca); Javier, un exsargento del Ejército, de Bogotá; William, un narrador deportivo de Vallecito (Bolívar), y Ramón, un valiente campesino de La India (Santander).
Para Andrés Orozco, el productor, la serie muestra que “este deporte es practicado en todos los rincones porque solo se necesitan dos piedras y algo que ruede para jugar. Eso es lo que queremos reflejar: que el fútbol tiene lugar en diferentes territorios, culturas y tradiciones, y sirve de excusa para mostrar la vida de los sobrevivientes y de las comunidades que han resistido la guerra y que encuentran en el él una práctica para reconstruirse”, dice.
Y a la pantalla llega, en el primer capítulo, una madre adolorida, Regina, afrocolombiana con una mirada de dolor por la muerte violenta de su hijo.
El joven era matachín de las celebraciones populares de Buenaventura en Semana Santa, y futbolista. Y se lo llevaron con el argumento de jugar un partido de fútbol por el que le pagarían 200.000 pesos. Fue asesinado en la masacre de los 12 de Punta del
Este, el 19 de abril de 2005.
Por su parte, Jhon, que nació y creció a orillas del río Vaupés, en Bocas del Yi (Vaupés), se aficionó al fútbol desde niño hasta que a los 14 años se fue a la guerrilla por decisión propia.
Pronto se arrepintió, pero no había marcha atrás. Cuando pudo escapar regresó a su hogar y encontró que aunque la cancha de fútbol seguía siendo un “peladero”, como dice, para él es el más hermoso lugar.
Alrededor del mundo, los aficionados al fútbol han hecho museos para guardar sus copas, sus glorias y sus reliquias. Pero seguramente ninguno es tan emotivo como el de Durvis Tonocolia Macualo, que está en Corocito (Arauca), protagonista de otra de las historias.

Un pequeño museo

Tiene pocos objetos: unas fotografías y unos trofeos. No son muchos, pero son la memoria de su hermano, Onésimo Leonel, una de las víctimas de la masacre del 8 de febrero de 2003 en Corocito por parte de los paramilitares de las Auc.
Y Santander Ramón, de La India, en el Carare, ya no juega fúbol por su edad (80 años), pero sigue perteneciendo a la Asociación de Trabajadores Campesinos del Carare, en Santander.
Hombre de resistencia, en 1987 la asociación fue a hablar con las Farc para que no siguieran involucrando a la población civil en el conflicto, luego lo hicieron con los paramilitares y más adelante con el Ejército. “Ni con ustedes ni con ellos, nosotros solos”. Esa es su historia.
Y en Bogotá, y con una sola pierna, Javier, sargento de las Fuerzas Armadas, cuenta que retomó el fútbol luego de pisar una mina antipersona y hoy es un gran jugador.
A William, protagonista de otro capítulo, le tocó salir corriendo de Vallecito (Bolívar), porque llegó la guerra. Tenía 14 años y desde una montaña vio cómo los paramilitares quemaban el corregimiento.
Cuando pudo regresar decidió, con su amigo Saavedra, narrar los partidos de fútbol en tiempos de paz.
Cierran la serie una historia de El Tambo (Cauca), en la que Leonardo, fundador de la Escuela de Árbitros de El Tambo, se hizo amigo de Ricaurte Pungo, a quien asesinaron los paramilitares del Bloque Calima. La asociación desapareció y hoy Leonardo dirige equipos locales.
Y la que ocurre en Atshintujkua, en Sierra Nevada de Santa Marta, donde Sneyder, un indígena wiwa, es coordinador de la institución etnoeducativa internado Zharneka, y vio cómo a varios de sus amigos los engañaron los actores armados.
El profesor decidió que era hora de resistir a través del fútbol y hoy hay un gran campeonato entre varios equipos de indígenas y campesinos.
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