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Cine y Tv

Favor va, favor viene / Crítica Mente

'Graduación' muestra la poca distancia entre infracciones de la vida cotidiana y la corrupción.

Diana Rincón
El intercambio de favores, una práctica habitual en cualquier colectividad, se vuelve problemático cuando viola las normas. En Colombia se suelen justificar esas transacciones, argumentando que se trata de transgresiones menores y porque no hay temor al castigo. Pero las cosas son distintas en países con pasado autoritario como los de Europa del este: los favores son necesarios para lidiar con la paquidermia del Estado, pero la justicia puede ser implacable.
Graduación, del laureado director rumano Cristian Mungiu, muestra la poca distancia que hay entre las pequeñas infracciones de la vida cotidiana y la corrupción, que puede echar a perder la vida.
La historia gira alrededor de un médico dispuesto a hacer lo que sea para que su hija salga de Rumania y haga la universidad en Inglaterra. Tras los contratiempos que genera un violento atraco a la muchacha, el protagonista decide hacerle un favor a un funcionario a cambio de garantizarle unas buenas calificaciones en sus exámenes, sin saber el riesgo que corre al coquetear con la corrupción.
La película mezcla dos tonos narrativos, con resultados disparejos. Por un lado, hay buenas dosis del realismo social que caracteriza los trabajos emblemáticos del nuevo cine rumano, como la memorable 4 meses, 3 semanas, 2 días, del mismo director. En este campo, la sutileza brilla por su ausencia en la cinta, que en varios tramos parece una clase introductoria a la ética.
Afortunadamente, la trama también se desarrolla como un descarnado thriller sicológico, del mejor estilo de Michael Haneke, en el que termina triunfando el cine y, además, hay suficiente ambigüedad moral como para dejarle cierto margen de reflexión al espectador.
MAURICIO REINA
Crítico de cine
Diana Rincón
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