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Arte y Teatro

‘Victus’, la memoria de la guerra en primera persona

En la pieza participan personas que vivieron la violencia desde todos los ámbitos y cuentan historias sobre reclutamiento, combates y abortos forzados.

En la pieza participan personas que vivieron la violencia desde todos los ámbitos y cuentan historias sobre reclutamiento, combates y abortos forzados.

Foto:Claudia Rubio / EL TIEMPO

El laboratorio, donde participan víctimas y excombatientes, estrena este martes un nuevo montaje.

Desde hace un poco más de un año, la llama de un gran velón blanco ha venido alumbrando las penumbras de la sala Arlequín de Casa E. Por supuesto, ahora ha disminuido su tamaño, tal vez le quedan pocos días al bailoteo de su flama, pero este elemento ha logrado convertirse en un catalizador de todas las energías que se vienen reuniendo en ese espacio. Allí, cada día, trabajan juntas cerca de 20 personas que sufrieron en sus cuerpos y en sus almas todos los horrores de la guerra. Y desde todas las esquinas.
“La llama es el símbolo del corazón y es posiblemente desde ahí donde se hace este trabajo, si se hiciera desde otro lugar no funcionaría”, cuenta la actriz Alejandra Borrero, directora general de ‘Victus’, el proyecto artístico y pedagógico en el que trabajan excombatientes, policías y militares heridos en combate, víctimas de desplazamiento forzado, familiares de desaparecidos, víctimas de crímenes de Estado y secuestro. Este martes, se estrenará un montaje teatral inspirado en todas las experiencias de vida de los protagonistas.
En la etapa inicial del proyecto, el objetivo era la reconciliación y el primer encuentro fue un paso que por supuesto les generaba cierto temor a todos los involucrados. María Victoria Estrada, asesora pedagógica de ‘Victus’, recuerda que en esa primera jornada de trabajo invitó a todos los participantes a que entrarán por el lado izquierdo del escenario (el lado del corazón). “El primer ejercicio que hicimos, y que se mantiene, fue el de escucharse el corazón en pareja, ese fue el encuentro entre ellos”, dice Estrada.
Aquella fue una etapa compleja, en la que había más respeto que confianza. Ahora incluso hay espacio para burlarse entre ellos, algo que hace doce meses parecía improbable. “En un comienzo fue difícil la convivencia, veníamos de diferentes posiciones, diferentes criterios, diferentes pensamientos, pero cuando empezamos a entendernos, a comprender la historia del otro, del porqué a él le tocó allá o por qué a mí me tocó acá, fuimos superando muchas situaciones”, cuenta Antonio Erira, exsuboficial del Ejército.
Y más allá del crecimiento grupal, el cambio también ha sido personal, como le sucedió a Alejandra Hernández, quien perteneció al frente 31 de las Farc. Ella cuenta en el escenario cómo fue aquel momento cuando fue reclutada. “En el vientre de mi madre ya cargaba un fusil”, canta Hernández durante la obra.

El primer ejercicio que hicimos, y que se mantiene, fue el de escucharse el corazón en pareja, ese fue el encuentro entre ellos

Cuando comenzó el trabajo en este laboratorio, Hernández confiesa haber pensado que este era un proyecto más, pero ahora asegura que le ha enseñado a quererse a sí misma. “A mí me ayudó muchísimo, no porque haya curado mis heridas, sino porque aprendí a compartir mi dolor, a ponerme en los zapatos de los demás, a entender que yo no era la única que había sufrido en el mundo, que hay gente que tiene historias más dolorosas o similares a las de uno”, cuenta.
Algo parecido le sucedió a Cristina Isabel Ortiz, quien repite una frase que parece haberse convertido en una consigna común en el grupo: “Ha sido un cambio cuántico”.
Ella hizo parte del Bloque Resistencia Tayrona de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y sufrió los vejámenes sexuales de un hombre que la mantuvo secuestrada durante seis meses.
“Recién entré a ‘Victus’, fue muy duro porque me molestaba todo lo que los compañeros decían, me enloquecía, me descontrolaba totalmente y salía gritando del teatro. Yo le decía a Alejandra Borrero necesito que me escuchen, he vivido tantas situaciones que ya no aguanto más (...). Pero este año comenzamos a hacer unos chakras y eso me hizo sentar en la tierra, enraizarme, y ahora siento que soy capaz. Cada vez que cuento la historia me ayuda a sanar y soltar el pasado”.
Para María Victoria Estrada, el secreto de haber logrado esa reconciliación ha sido alejarse de los estigmas con los que usualmente se marcan a las personas que vivieron en las entrañas del conflicto. Es por eso que este pequeño grupo se ha convertido en una especie de memoria viva de la guerra.
“Realmente todo el tiempo con ellos se está es resignificando el presente –añade Estrada–.
Siento que todas las prácticas artísticas que aquí se realizan han sido capaces de derribar los dogmas, esas verdades a puño, todo lo que está convenido, para dejar entrar la posibilidad de otras formas de relacionarse que no sean las de la guerra”.
***
Antonio Erira estuvo secuestrado por el Eln durante tres años en la zona del Catatumbo. Recuerda que en su cautiverio solía guardar pedazos de madera que luego, con un clavo y un alambre a los que les sacaba filo con una piedra, les daba forma a varias figuras que aún guarda en su maleta. Además de esas creaciones, del conflicto rescata que está vivo y encontró el refugio de Dios. Ahora sueña con bañarse en el río Jordán.
Sus anhelos los cuenta en una de las escenas finales del montaje, en la que todos los protagonistas están acostados, casi abrazándose, y hablando de deseos como terminar de pagar sus deudas, subir a Monserrate y tener un programa de radio.
Están vestidos con túnicas blancas y se mueven por el escenario con suficiencia. Es un reflejo de lo que sufrieron en la guerra porque, como dice Borrero, allí tuvieron también que actuar.
“Fue la manera en la que aprendieron a sobrevivir, la guerra de alguna manera es una actuación, tienen que actuar porque si no, se los llevan, ¿cuántas se salvaron diciendo mentiras? Decirles actores del conflicto no es una palabra muy extraña en ese sentido”, reflexiona la directora.
‘Victus’ experimenta con diferentes lenguajes escénicos para generar este gran fresco sobre la violencia. Por ejemplo, hay un acento importante en la composición sonora, diseñada por León David Cobo.
Para lograr condensar y darles equilibrio a todas las anécdotas, Borrero, quien trabaja junto con Camilo Carvajal en la dirección dramática, utilizó las enseñanzas de la creación colectiva del maestro caleño Enrique Buenaventura.
“Ellos son los que traen la información, los que tienen en sí todo lo que necesitamos para esta obra –explica la artista–, por eso el arte es tan profundo en este sentido, porque logra momentos muy íntimos y ellos han podido hablar de cosas de las que se habían olvidado, no solamente de la guerra, sino de sus infancias”.
Alejandra Borrero (centro) es la directora general del proyecto. La acompañan Antonio Erira (izquierda) y Raúl Estupiñán (derecha).

Alejandra Borrero (centro) es la directora general del proyecto. La acompañan Antonio Erira (izquierda) y Raúl Estupiñán (derecha).

Foto:Claudia Rubio / EL TIEMPO

El montaje tiene momentos desgarradores, escenas colectivas en la cuales el grupo se convierte en el coro de la tragedia, evocando los clásicos griegos. En uno de esos cuadros, por ejemplo, una parte de los protagonistas construye una especie de selva viva a partir de sus movimientos y sus sonidos. Esa selva la recorren varias mujeres que están buscando a sus hijos extraviados. Mencionan los signos distintivos de sus pequeños para tratar de crear una imagen mental, hablan de una cicatriz particular, del pelo crespo de una y de los ojos verdes de otro.
Después, se recuerdan diálogos reales tan crueles como el de una madre que le reclama a uno de los jefes reclutadores de grupos ilegales: “Ustedes dicen que cuando es un solo hijo no se lo llevan”.
La fría respuesta es: “Señora, ese ya no es su hijo. Si sabe lo que le conviene, váyase para la casa”.
Más allá de estos recuerdos, tanto Borrero como las mujeres protagonistas aseguran que el suceso más complejo de tratar es el de los abortos forzados.
Para eso, se diseñó una secuencia en la que una imagen del río Atrato sirve como telón de fondo, mientras en el escenario cuentan cómo los jefes de la guerra detenían sin compasión ese deseo inalienable de la procreación, les negaban ese estado de gracia de ser madres. Pero lo paradójico es que no lo cuentan ellas, sino sus compañeros.
“Era casi imposible que ellas lo hicieran, se me deshacían en escena, realmente son cosas tan horribles que uno no quisiera ni siquiera oírlas”, cuenta Borrero.
Cristina Isabel Ortiz relata que otro de los motivos por los que se decidió que lo contaran los hombres es porque las mujeres no fueron las responsables de esos abortos forzados. “Estoy muy contenta con mi compañero (Raúl Estupiñán, un exsoldado que perdió su pierna derecha por una mina antipersona mientras rescataba a otras víctimas de un combate). Lo dice de una manera como si fuera realmente yo, el primer día se me salieron las lágrimas”, recuerda.
El reto ahora es que el mensaje de ‘Victus’ impacte al público. Alejandra Hernández recuerda que así sucedió después de una muestra de fragmentos, que se realizó el año pasado.
Luego de la presentación, una espectadora se le acercó para compartirle sus sensaciones. “Ella me dijo: ‘¿Sabe qué? Yo les tenía mucha rabia a los guerrilleros y hoy, escuchándola a usted, me sentí mal porque no pensaba que ustedes sufrían también. A mi hermanito se lo llevó la guerrilla y ahora me di cuenta que usted también fue reclutada’”.
***
Cada vez que terminan una sección de trabajo, todos los integrantes del laboratorio se sientan formando un gran círculo para hablar sobre sus experiencias y resolver los conflictos del día.
Ese gesto de conciliación, de estar todos en el mismo nivel, de ponerse en los zapatos del otro, es tal vez el mensaje más potente que deja esta familia ‘Victus’,

Los protagonistas

En ‘Victus’ participan Julisa Mosquera, Claudia Girón, Gloria Janeth Salamanca, Ángel Lozano Patiño, Alicia Aguillón, Miriam Gaspar, María Alejandra Martínez, Dayra Alejandra Hernández, Yeiniy Alexandra González, Raúl Estupiñán, Antonio Erira, Ferley Ruiz Moreno, Ana Milena Riveros, Cristina Isabel Ortiz, Diana Milena Gómez, Anderson Vargas, Martín Enrique Rangel, Dagoberto Enrique Mata y Arquímedes Tapias.
Esta es la segunda etapa del proyecto y luego seguirán otras tres, en las cuales la pedagogía del proceso se adaptará a otros contextos.

Funciones de la obra

Los días 16, 17, 18, 24 y 25 de mayo, 8 p. m. Carrera 24 n.° 41-69, Bogotá. Informes en el teléfono 744-0422. Boletas: 25.000 pesos.
YHONATAN LOAIZA GRISALES
Cultura y Entretenimiento
En Twitter: @YhoLoaiza
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