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La causa por el agua fue la misión en 1914

Antes de que la ciudad tuviera redes de acueducto, la población se abastecía de caños y ríos y de algunas fuentes. El agua era llevada a las casas en tinajas.

Antes de que la ciudad tuviera redes de acueducto, la población se abastecía de caños y ríos y de algunas fuentes. El agua era llevada a las casas en tinajas.

Foto:Archivo El Tiempo

Empresas que se nutrían de los ríos que alimentaban el sistema de suministro tuvieron que cerrar.

Tatiana Pikieris
Octubre de 1908 - septiembre de 1918.
En 1911 era claro que el suministro de agua para consumo humano en Bogotá estaba en crisis. Las 115 piletas públicas y los 2.763 usuarios conectados al sistema de la entonces tubería de hierro se caracterizaban por las pésimas condiciones de  salubridad y la alta contaminación del líquido que llegaba a la gente.
Muchas empresas que se nutrían de los ríos (San Francisco y San Agustín) que alimentaban el sistema de suministro tuvieron que cerrar. La Cámara reseña en su historia el caso de la Sociedad Industrial de Bogotá; no se había cumplido la promesa
que se hizo –cuando se le entregó en 1886 a un privado el privilegio de establecer, usar y explotar en Bogotá y Chapinero acueductos de tubería de hierro– de llevar el agua hasta las casas de los particulares, es decir, establecer un servicio domiciliario.
La misión que se les dio, a cambio de exoneración de impuestos y expropiaciones de terrenos, era llevar los tubos hasta el frente de las casas, suministrar en forma gratuita el líquido para las fuentes públicas, edificios y entidades de beneficencias
y proporcionar el agua para apagar incendios.
Pero en las primeras décadas del Siglo XX, la ciudad, y con ella los comerciantes, clamaban por una solución del problema del suministro de agua, y la Cámara de Comercio se involucró en el proceso para que la ciudad tomara una decisión que garantizara su desarrollo futuro.
Esa decisión consistió en comprar once grandes fincas en las cuencas altas de los ríos y desalojar a 4.000 campesinos para preservar el agua del futuro. Nació
entonces la Empresa Municipal del Acueducto. Fue un asunto que ocupó la
agenda de la ciudad entre 1914 y 1924, cuando se logró el desarrollo de sus redes de suministro.
Con el tiempo, este proceso llevaría a la inauguración de la planta purificadora de Vitelma, en el sur, la primera de una cadena que ha llevado a la capital a contar con el agua para consumo humano de mejor calidad en América Latina.
Para entender este proceso hay que recordar de dónde venía la ciudad. En tiempos de la fundación, las fuentes de abastecimiento eran los ríos San Francisco y San Agustín. En 1584 se creó la fuente del Mono de la Pila, y el primer intento de
acueducto fue una acequia a cielo abierto, revestida por lajas de piedra y ladrillo, que atravesaba un camino de arbustos. Así se alimentaba la pila.
Otras fuentes fueron los ríos Tunjuelo, Salitre y Fucha, además de los humedales, que con el paso de las décadas se convirtieron en muladares donde el agua limpia de los ríos se confundía con las in mundicias que generaban los pobladores, pues las aguas desechadas no tenían canales para circular y se mezclaban con la limpia. Ese era el líquido que consumía la gente.
Con el tiempo, el tifo formó parte de la vida cotidiana de la ciudad hasta 1886, cuando un empresario barranquillero, Ramón B. Jimeno, junto con Antonio Martínez de la Cuadra constituyeron la Compañía de Acueducto de Bogotá, que conectó la
primera tubería de hierro del acueducto. Fue un avance, pero no logró superar los problemas de salubridad que, comenzando el siglo XX, llevaron a la Cámara a intervenir en el proceso para que se tuviera un acueducto en condiciones sanitarias y
de salubridad que no contribuyera a enfermar a la población y cerrar las empresas.

En 1918 se realizó el primer arbitraje, que dirimió disputa por máquinas de escribir

La disputa de dos empresarios por la administración de una agencia de máquinas de escribir dio origen a lo que hoy se conoce como tribunales de arbitramento.

La disputa de dos empresarios por la administración de una agencia de máquinas de escribir dio origen a lo que hoy se conoce como tribunales de arbitramento.

Foto:Archivo particular

Un día de comienzos del siglo XX, cuando dos empresarios se enfrentaron por la administración de una agencia de máquinas de escribir, nació en Bogotá lo que hoy conocemos como tribunales de arbitramento, a cargo de la Cámara de Comercio
de Bogotá.
Habiendo recibido el encargo de dirimir controversias de manera amigable, integró una comisión para solucionar el impase con Luis Soto, Marcelino Uribe Araújo e Ignacio de Santamaría.
El asunto en disputa llegó en un memorial escrito por Manuel A. Pineda y la Casa López y Co., según los archivos de la Cámara. En él le pedían a la entidad someter a consideración del Tribunal de Comercio un criterio sobre la administración de la agencia de unas máquinas Underwood que Casa López y Co. había confiado a Pineda.
El asunto se estaba saliendo de las manos, y no había quien decidiera quién tenía la razón. El tribunal se conformó el 16 de mayo de 1918, y el fallo se produjo el 18 de julio.
A partir de ese momento se institucionalizó el método en el que la Cámara de Comercio de Bogotá reúne a las partes implicadas y se introduce el arbitraje
como una solución que evita procesos judiciales y permite que los implicados sigan adelante con sus negocios, sin mayor pérdida de tiempo y recursos.
Esta solución dejó en el pasado la queja permanente de los comerciantes que en el siglo XVIII no encontraban apoyo para dirimir sus diferencias, y ello afectaba la marcha de sus negocios y muchas veces mantenía en la incertidumbre las decisiones.
En junio de 1918 se establecieron las tarifas para los procesos de arbitramento. Los
asuntos cuya cuantía fuera menor de 3.000 pesos costaban 50 pesos. El primer arbitramento lo ganó Pedro Aquilino López, el mayor importador y exportador
de la época. Su edificio Pedro A. López, en la avenida Jiménez con 7.ª, es hoy todavía
un símbolo de la opulencia.
Tatiana Pikieris
icono el tiempo

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