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Los desplazados que ahora exportan café a 16 países

Más de 10 años debieron esperar estos habitantes de la vereda La Secreta (Ciénaga, Magdalena) para poder volver a sus predios, arrebatados por grupos armados.

Más de 10 años debieron esperar estos habitantes de la vereda La Secreta (Ciénaga, Magdalena) para poder volver a sus predios, arrebatados por grupos armados.

Foto:Sebastián Castro

Los habitantes de La Secreta (Magdalena) vivieron el conflicto armado en carne propia casi 20 años.

Lo que antes era territorio de la guerrilla y los paramilitares es hoy el lugar donde se produce el mejor café pergamino o ‘café verde’ de la Sierra Nevada de Santa Marta, el cual se está exportando a países como Estados Unidos, Bélgica, Japón y Australia.
La historia de los desplazamientos forzados en esta vereda se puede resumir en dos grandes actores: las Farc y los paramilitares.
El dominio de La Secreta y sus alrededores estuvo en manos de la guerrilla hasta 1997, cuando comenzó la incursión paramilitar comandada por Adán Rojas alias el ‘Negro’.
Durante más de un año, estos grupos armados se enfrentaron por esta vereda y su ubicación estratégica.
Las familias que habitaban La Secreta se vieron obligadas a trasladarse a otros sectores: algunos para Ciénaga, otros para Santa Marta y los más valientes a la vereda La Aguja, que está a 20 minutos de La Secreta y en donde también llegaron autodefensas.
Para el 2006, cuando los paramilitares se desmovilizaron, fue cuando los habitantes de La Secreta comenzaron a volver a sus tierras, donde los esperaban sus cafetales olvidados y secos por abandono. “Subíamos, nos quedábamos uno o dos días y por el miedo bajábamos otra vez”, relató Juan Olivares, campesino del lugar.
Sin embargo, con la desmovilización de los ‘paras’ vino la Ley 1448, en la que se “dictan medidas de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno”. Fue en ese momento cuando Silver Polo se dio cuenta de que en La Secreta tenía una puerta para “sacar adelante” la vereda que sus predecesores habían fundado.
Tras varias reuniones entre sus pobladores, en 2012 llegó la Unidad de Restitución de Tierras a esta vereda y se comenzó a desarrollar la recuperación de los cultivos productivos.
“La gente de la comunidad ya había perdido la fe en la institucionalidad. Sin embargo, a mí se me prendió la ‘mechita’ con la ley de víctimas, y esa fue nuestra oportunidad para que el Gobierno nos tuviera en cuenta”, comentó Polo.
En 2014 se formalizó la creación de la Asociación de Agricultores Orgánicos de La Secreta (Agrosec), una asociación que logró consolidarse gracias al programa de restitución que apoyó la financiación de dichos programas.
Cada una de las familias recibió alrededor de 24 millones de pesos para desarrollar sus cultivos, se dieron diferentes capacitaciones y asesorías técnicas en la implementación de estos.
El proceso comenzó con la socialización de los proyectos, tras lo cual empezó todo el trámite legal y luego se inició la titulación de las tierras a las diferentes familias.
“Con todo un equipo numeroso de personas llegaron acá. A mí se me presenta como una oportunidad del cielo, porque nos titularon las tierras y prácticamente eso nos da derechos, confianza y nos empodera. Con ello hemos podido acceder a diferentes beneficios”, afirmó Olivares.
Después de la masacre de 1998, en la que los paramilitares asesinaron a 20 personas del sector, los campesinos de La Secreta habían perdido la esperanza de volver a sus cafetales.
Sin embargo, junto con la Unidad de Restitución también llegó el Consejo Noruego, el cual no solo apoyó económicamente el proceso sino que también dio una asistencia técnica, ayudó a construir el centro de acopio y proporcionó ayudas tecnológicas con una trilladora.

En los tres años que llevamos exportando, hemos enviado unas 650 toneladas de café pergamino

Todo esto llevó a que en diciembre de 2014 se consolidara el proceso de exportación. Hoy día son más de 56 socios activos, entre quienes se encuentran 24 mujeres que han regresado a sus campos y se han visto beneficiadas del programa.
Además hay más de 480 hectáreas plantadas con 5.000 plantas de café pergamino, con las que han exportado cerca de 650 toneladas del grano que hoy busca mercados en Reino Unido y Corea del Norte.
El deseo de seguir creciendo no se queda ahí. Actualmente están incursionando en la apicultura y están cultivando mango y aguacates.
“Uno a veces cierra los ojos y como que le da susto, pero tener mis tierras produciendo, que son la herencia de mis padres, hace tener esperanza para que el día de mañana esa sea la herencia de mis hijos”, dijo Olivares.
Con recelo, pero llenos de esperanza, los habitantes de La Secreta esperan que sea el café la vía que los conduzca a recuperar la paz que les fue arrebatada hace 20 años por el conflicto armado.

Cambimba, la historia de un retorno a la vida

Hace 17 años, Róbinson Sala tuvo que abandonar La Pertenencia, su finca ubicada en el corregimiento de Cambimba, en Morroa (Sucre), luego de que los violentos le mataron a dos de sus hermanos y a un puñado de sus vecinos. En ese momento, este invidente creyó que su vida como campesino había llegado a su fin.
Pero, este año volvió a su añorado predio, más ilusionado que nunca. Llegó lleno de ganas de trabajar en él, de sentirse de nuevo propietario, de olvidar el tiempo que estuvo desplazado de su tierra. No le importa que no la pueda ver, pues para él lo importante es sentirla, olerla, saber que está en su finca.
Ahora está en el lugar en el que espera pasar el resto de su vida, en total tranquilidad.
Morroa forma parte de los Montes de María, una de las regiones más afectadas por el conflicto armado en la historia de Colombia.
Hoy se respira paz en el territorio, pero hacia finales de los ochenta y principio de los noventa, la violencia se había acrecentado. En esa época, seis de sus vecinos y amigos fueron asesinados. En particular, los habitantes del corregimiento de Cambimba no solo tuvieron que soportar los abusos del Eln sino que, una vez desplazada esta guerrilla, llegaron las Farc, que tampoco dejaron vivir en armonía a la comunidad. Eran tiempos de guerra. El miedo provocaba que hasta las bajas producidas por el Ejército afectaran a la población civil.
“Uno de los vecinos como que tenía vínculos con esa gente (la guerrilla), y el Ejército lo mató en su rancho”, contó Sala.
Eso prendió enseguida las alarmas, pues la comunidad se sentía desprotegida. Ya no eran solamente los asesinatos por las guerrillas, sino que los campesinos no confiaban ni en el Ejército.
Sala recuerda la muerte de sus amigos: Antonio Martínez, el 14 de febrero de 1991; Laureano Ruiz Marín, y su yerno, el 15 de marzo; y, tal vez, las más duras de relatar: las de sus hermanos.
“El 26 de julio de 1991 a la orilla de la troncal mataron a un hermano mío de 21 años; yo tenía 23”, recordó Róbinson.
Otro de sus hermanos decidió ir en el día a trabajar la tierra y en la noche volver a dormir al pueblo, pero también fue asesinado.
Por eso, los Sala decidieron abandonar para siempre las tierras en las cuales habían vivido durante 25 años.
Orlando Ruiz, otro de los campesinos que también fue despojado de su predio, cuenta cómo la violencia lo alejó de sus cultivos, sus amigos y hasta de su padre. Pese a la muerte de su progenitor a manos, presuntamente, de las Farc, Ruiz resistió hasta 2002, pues no quería dejar la casa por la que luchó toda su vida.
Pero, un amor tal vez más grande hizo que se fuera del lugar. A la par del crecimiento de sus cuatro hijos varones, la preocupación de que alguna de las guerrillas reclutara a sus descendientes era mayor.
“Hasta a mí ya empezaban a usarme para llevar encomiendas, y eso no iba conmigo”, contó.
Después de 15 años volvió a su tierra y se reencontró con sus amigos y vecinos, entre ellos su gran amigo de infancia Róbinson Sala.
Bajo un ciruelo, ambos recuerdan los tiempos de la violencia, que para ellos quedaron en el pasado.
Como las familias de Sala y Ruiz, otras 20 decidieron hace años preservar su vida y salir corriendo de sus predios. Pero ahora no les dio miedo volver.

La leche, el camino

Por eso, desde hace unos meses y por grupos están retornando a sus tierras, iniciando proyectos productivos. Hoy día se han organizado en una asociación productora de leche para generar ingresos a la comunidad.
Apacambi (Asociación de Pequeños Productores de Cambimba), como decidieron llamarla, les trae a colación buenos momentos de la época anterior a la violencia, cuando al son de cantos, bailes y licor disfrutaban de momentos de gozo y charlas eternas. Un tiempo en el que los predios eran colectivos y hasta el ganado era de todos.
Ahora, cada uno con el título de su predio en mano, gracias a la Unidad de Restitución de Tierras, están en la construcción de salas de ordeño y reservorios de agua para los animales.
Con este proyecto, los campesinos de Cambimba esperan vivir del campo, que es adonde pertenecen.

Campesinos empresarios

Como empresarios se ven los campesinos que retornaron a sus tierras en Cedro Cocido, zona rural de Montería, Córdoba. Por eso se asociaron en una productora de leche que ya cuenta con un comprador fijo, salas de ordeño y un transformador para enfriar el producto. La idea es hacer un centro de acopio para almacenar la leche, pues la recogerán cada dos días.
Juan Sebastián Castro V.
Especial para EL TIEMPO
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