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El ocaso de la pesca en el corregimiento de Taganga

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Foto:Roger Urieles Velásquez

Alberto Ramos, pescador de hace 36 años, afirma que de esa época de bonanza solo quedan recuerdos.

Los pescadores del corregimiento de Taganga, en Santa Marta, han librado varias luchas en las últimas décadas para que su actividad no desaparezca.
La primera de ellas, de tipo legal en defensa de sus derechos ancestrales contra las restricciones en zonas de protección en las aguas del Parque Tayrona, y la otra, que están a punto de perder una lucha con la naturaleza que ha limitado el recurso marino.
A pesar de los problemas y dificultades que enfrenta a diario la pesca, más del 80 por ciento de los tagangueros siguen dependiendo de ella, ya sea pescando o vendiendo; sin embargo, el fin de las faenas en el mar está cada día más cerca, al menos como fuente de sustento económico.
Este corregimiento de Santa Marta, identificado en el mundo como comarca de pescadores, fue 10 años atrás una ensenada rica en especies del mar, que resultaba un tesoro para aquel que se beneficiaba de la abundante producción, que no solo era de los propios habitantes, sino también de aquellos provenientes de otras ciudades y regiones.
Alberto Ramos, pescador de Taganga desde hace 36 años, asegura que de esa época de bonanza solo quedan los recuerdos.
En la actualidad, muchos con los que disfrutó de los buenos tiempos de la pesca, ya dejaron la actividad por la edad y otros se dedicaron a una distinta como manera de sustento.
Quienes permanecemos son aquellos a los que realmente nos apasiona, porque sinceramente, sostener a una familia con lo que se logra capturar por faena es prácticamente imposible”, señaló el pescador, quien, al hacer cuenta, revela que sus ingresos mensuales por la pesca en la actualidad no sobrepasan los 300 mil pesos.
Era tanta la variedad de tamaños y tipos de pescados que permanecían en el litoral, que los pescadores se daban el lujo de escoger las especies que comercializaban mejor y rechazar las de menos interés.
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Foto:Roger Urieles Velásquez

Ahora, en medio de la escasez, han recurrido a lo que va quedando, o como lo dice Alberto en palabras coloquiales: “Todo es ganancia, peor es regresar con las manos vacías”.
Carlos Herrera Rodríguez, presidente de la Federación de Pescadores del Magdalena, en datos estadísticos que maneja, precisa que la pesca en Taganga se redujo en un 83 por ciento.
Anteriormente producíamos 2.800 toneladas de peces al año y hoy solo estamos capturando 599, la diferencia es abrumadora y la tendencia es a seguir decreciendo”, indica.
La calidad de vida de los pescadores ha desmejorado, al extremo que sus esposas, quienes venían dedicándose a la crianza de los hijos y apoyándoles en la venta del pescado, ahora deben dedicarse a algo adicional para la consecución de dinero que permita hacer frente a las necesidades de la casa.
El esquema cultural, donde la mujer salía a vender el pescado, ya no se ve. La distribución del producido ahora está a cargo de un intermediario que lo compra a un precio menor para luego comercializarlo.
Este aspecto también ha sido un duro golpe a nuestra economía, pues los compradores ponen el precio que ellos consideren y por tratarse de un alimento perecedero no tenemos otra opción que acceder al valor impuesto”, agrega.
Uno de los patriarcas de la comarca es Noel Cantillo, quien a sus 93 años posee la experiencia suficiente para vaticinar que a la pesca en esta región le quedan por lo menos unos 10 años más.
La carencia de peces no es un problema nuevo, pues hace 20 años, cuando decidí retirarme, ya se veía esta tendencia, a raíz de la desatención del Estado que está causando consecuencias irreversibles al mar, cuyas riquezas pensamos iban a ser eternas”, explicó.
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Foto:Roger Urieles Velásquez

En las aguas de Taganga escasea el bonito grande, el atún, la macarela, el pargo rojo, peces que anteriormente se veían en abundancia.
Noel considera que además de las causas propias de la naturaleza, la pesca industrial también está influyendo.
“En zonas específicas del Mar Caribe permanecen embarcaciones de mayor envergadura que se quedan con los cardúmenes e impiden el tránsito de muchas especies hacia estas aguas”, añade.
Según Joaquín Pomares, director del programa de Ingeniería Pesquera de la Universidad del Magdalena, los océanos son los más castigados por los cambios climáticos, situación que está ocasionando consecuencias severas al ecosistema.
Los océanos absorben buena parte del calor, lo cual produce efectos sobre los ciclos de vida de los animales marinos, reduciendo considerablemente la producción”, sostuvo Pomares.
La sobrepesca y la contaminación son otro de los factores que para Pomares está acabando con los peses y dando lugar a una crisis que atraviesa su punto más crítico.
Mientras no seamos conscientes del daño que le hacemos a los mares con las malas prácticas, el panorama no va a mejorar, por el contrario terminaremos con acabar con el mar”, puntualizó.
El número de personas que en Taganga todavía se dedican a la pesca es alto.
Agremiados ascienden a 300, sumado a aquellos que lo hacen de manera independiente que serían unos 40. En su mayoría son veteranos que superan los 50 años, quienes desde varias generaciones vienen aprendiendo y transmitiendo los conocimientos ancestrales.
Ese deseo por mantener viva la tradición también comenzó a desaparecer en la población nueva de la localidad, que ya no ve rentable el negocio y prefiere elegir el turismo como fuente de sobrevivencia.
No queremos que ellos padezcan lo mismo que nosotros, por eso los incentivamos a que emigren hacia otra labor”, insiste Herrera, quien aprendió a pescar a los 9 años con su padre, pero ahora solo, desea, sus hijos estudien para que su rumbo sea diferente.
SANTA MARTA.
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