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Cartagena, ciudad sitiada por la corrupción, la pobreza y la desidia

La construcción de este edificio cerca del castillo de San Felipe amenaza el título de patrimonio histórico de la ciudad.

La construcción de este edificio cerca del castillo de San Felipe amenaza el título de patrimonio histórico de la ciudad.

Foto:Yomaira Grandett / EL TIEMPO

La Heroica vive un crítico momento con buena parte de su poder político en prisión. ¿Hay salidas?

Nadie lleva ya las cuentas. ¿Siete? ¿Ocho? ¿Nueve? ¡Qué más da! ¿Qué tanto cambia la situación de los habitantes de Cartagena si en una década ha tenido un alcalde más o uno menos? Los hechos, sin embargo, son de una gravedad extrema. Y cada día que pasa, ocurre uno igual o peor que el anterior. El viernes pasado, por ejemplo, un juez mandó a prisión a nueve concejales involucrados en un caso de corrupción.
La Fiscalía no solicitó la medida de aseguramiento contra Luz Estella Cáceres, exsecretaria general de la administración, porque ella hubiera demostrado su inocencia, sino porque alegó que debía atender un tratamiento médico especial de uno de sus hijos.
Así las cosas, la mitad del cabildo municipal –son 19 concejales– no podrá deliberar sobre las soluciones de los problemas de la ciudad, para lo cual fueron elegidos, sino pagar con su detención por haber montado una compleja red de corrupción. Entre otras cosas, la Fiscalía comprobó que vendieron su voto para elegir a Nubia Fontalvo, la contralora de la ciudad. “La corrupción es tan asqueante aquí que desde el propio Concejo se decidió poner a una figura de papel para realizar sus fechorías”, dice un investigador que mira lo que pasa en la ciudad, considerada, paradójicamente, una de las más bellas del planeta.
“Ese es uno de sus problemas –dice Carlos Arias, docente en Maestría en Comunicación Política de la Universidad Externado–: hay tres Cartagenas. Una, la de las élites, los congresos y los cachacos, de los dueños del poder nacional; dos, la de la clase media que trabaja en los sectores industriales, en el puerto y que vive del turismo; y tres, una vasta y humilde, atrapada en múltiples problemas de inseguridad y violencia”.

hay tres Cartagenas. Una, la de las élites, los congresos y los cachacos; dos, la de la clase media que trabaja en los sectores industriales y que vive del turismo; y tres, una vasta y humilde

La primera, según el analista, poco repara en la cadena de sucesos dramáticos que la sacuden, la segunda no sale de su perplejidad ante la corrupción y la tercera malvive por sus necesidades básicas insatisfechas. La desvelan cosas más urgentes. “Como los problemas no tocan a los tres segmentos, no hay una reacción al unísono, un dique que sirva de contención a este tsunami”, explica Arias.
Pero ¿en qué momento empezó este naufragio? Algunos marcan el 27 de abril del año pasado. Ese día se derrumbó un edificio en el barrio Blas de Lezo, al sur, que mató a 21 personas y dejó heridas a otras 23. “No, dice el escritor y periodista Juan Gossain, la catástrofe empezó tiempo atrás. Solo de un año para acá se dieron cuenta en la capital”. Desde el derrumbe del edificio, las malas noticias aumentan como las cuentas de un rosario. En agosto, el alcalde, Manuel Vicente Duque, fue capturado por el CTI de la Fiscalía, al igual que su hermano de crianza José Julián Vásquez, quien se refugiaba en su lujosa oficina de un edificio en Bocagrande, desde donde manejaba los hilos del poder en la ciudad, pese a estar inhabilitado para ejercer cargos públicos. A los dos se los acusa de concierto para delinquir y tráfico de influencias.
“El problema político de Cartagena es muy viejo, insiste Gossain, pero en Bogotá solo se han dado cuenta ahora. En pocas palabras, consiste en lo siguiente: mediocres electores que eligen mediocres candidatos. Hay que empezar por mejorar a los electores para que, entonces, sean mejores los candidatos”, dice.
En efecto, está a la deriva una investigación para saber en qué periodo, en qué despacho, a qué hora, una firma constructora sacó provecho y consiguió las firmas y licencias para levantar cinco torres, cada una de 32 pisos, a los pies del castillo de San Felipe.
A nadie parecía importarle, hasta que llegó una carta de la directora del Centro del Patrimonio Mundial, Mechtild Rössler, en la que aseguraba que “la primera construcción que ha alcanzado ya los 20 pisos es prueba objetiva y demostrable del riesgo que representa para Cartagena en su condición de bien inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial”. En otras palabras, el máximo galardón obtenido en su historia estaba a punto de perderse de un día para otro. ¿Cómo pudo levantarse semejante mole sin que nadie reaccionara?
“485 años no han sido suficientes para que Cartagena salga del siglo XVI”, dice el narrador y ensayista Joaquín Robles Zabala. “El sitio de la ciudad por Francis Drake y John Hawkins fue mucho más benévolo que los últimos diez alcaldes y todos los concejales juntos”. ¿Entonces? ¿Hay futuro? Robles se muestra escéptico. “Los cartageneros llevan 200 años votando por los mismos que se roban el presupuesto”.
Este 6 de mayo habrá elecciones atípicas para elegir un alcalde más que gobernará a, según el Dane, 1’024.882 habitantes. De los cuales, dice el Departamento Nacional de Planeación, el 29 por ciento viven en condiciones de pobreza y el 5,5, en pobreza extrema.
La indignación contra la clase política es explicable. No solo por sus delitos, sino por su desidia ante problemas que surgen a la vista de todos. Por ejemplo, la prostitución infantil. De hecho, el procurador general, Fernando Carrillo Flórez, convocó una audiencia pública –en la primera semana de abril– para que las autoridades expongan qué acciones se están tomando en contra de esta vergüenza. Varios medios han mencionado el “tour de la violación”.
¿Será un mito urbano en medio de tanta tragedia? Álvaro Restrepo, director del Colegio del Cuerpo, un centro artístico de formación en danza contemporánea, dice que el turismo sexual infantil “es absolutamente asqueante”. “La Procuraduría espera respuestas de las acciones concretas y el plan de acción futuro para prevenir ese delito, que se está cometiendo contra las niñas, niños y adolescentes de Cartagena”, exige Carrillo.
El escritor y periodista Gustavo Tatis Guerra se muestra abatido: “El corazón de la ciudad es un inmenso bazar donde Eréndira se vende al mejor postor”, dice.
“Detrás del esplendor sofisticado y del aparente desarrollo del centro histórico hay una ciudad desigual y fragmentada, sumida en el pantano de su pobreza, como una casa enorme que ha cerrado sus puertas al desarrollo humano”, cuenta.
¿Qué hacer? ¿Cómo están hoy los cinturones marginales? ¿Las grandes masas de nativos? “Los descendientes de los africanos esclavizados siguen tan pobres como hace cuatro siglos, en las mismas plazas donde existió el más grande bazar de la esclavitud”, concluye Tatis.
ARMANDO NEIRA
En Twitter: @armandoneira
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